Cuando un libro actúa como un momento bisagra en la historia personal y profesional de uno, el autor o los autores de la obra pasan a ocupar un lugar especial del recorrido iniciado en el lejano 1987, año de mi ingreso a Página/12.

Esto adquiere aún más importancia en el momento en que se empieza a construir un vínculo afectivo y de respeto intelectual. Eduardo M. Basualdo fue una de esas personas esenciales que sellaron mi carrera profesional.

“El nuevo poder económico en la Argentina de los años 80”, de Daniel Azpiazu, Eduardo M. Basualdo y Miguel Khavisse, fue un antes y un después en la formación de mi carrera como economista, primero, y de periodista del área económica, después. Descubrir un texto de economía política para comprender las tensiones del desarrollo y de los sujetos sociales protagonistas fue una revelación.

La radiografía de cada uno de los principales grupos integrantes del poder económico emergentes de la dictadura militar fue una investigación pionera. Había estudios acerca de los dueños de la Argentina, de las familias tradicionales propietarias de millones de hectáreas, pero no un quién es quién de los conglomerados que pasaron a ser un factor central de los ciclos económicos, y también políticos, del país de las últimas seis décadas.

El sentimiento es de tristeza por despedir a Eduardo y, al mismo tiempo, es una oportunidad de expresar un profundo agradecimiento por haber podido compartir enseñanzas, charlas y, fundamentalmente, la rigurosidad para exponer la estructura del poder económico estrechamente ligada a los ciclos perversos del endeudamiento público.

Una de las primeras investigaciones periodísticas que encaré fue detallar las empresas, el proyecto de inversión y el subsidio estatal de cada una de las operaciones de capitalización de deuda pública durante el gobierno de Raúl Alfonsín. La orientación en esta tarea por parte de Eduardo, con una paciencia docente admirable, fue un aprendizaje, además de desafío profesional, extraordinario.

Eduardo fue generoso con el conocimiento, siendo una guía con su ejemplo de dedicación y coherencia.

Se marchó un indispensable, aunque, como León Gieco le cantó a Charly, supo dejar una nutrida legión de salieris.