Podría haber quedado en la historia grande del fútbol salteño, cordobés, europeo o de la selección nacional por sus quites, juego aguerrido, despeje alto y hasta por sus goles. Sin embargo, la vida le tenía reservado un destino diferente al salteño Juan Domingo Cabrera: permanecer en la memoria colectiva del universo futbolero por ser el primer jugador al que Diego Armando Maradona le hizo un caño.
Para muchos el recuerdo podría rozar la burla y, por qué no, el estigma, sin embargo, la acción de Cabrera, de la cual el mismo se sentía orgulloso, podría pensarse a la inversa: fue el primero que se animó, sin miramientos, a intentar quitarle el balón al joven y atrevido Pelusa, promesa que con tan solo 15 años saltaba del banco de suplentes y ganaba el verde césped en el viejo estadio de La Paternal, para nunca más volver a mirarlo de afuera.
Pero la historia de Cabrera se remonta 72 años atrás, cuando en junio de 1952 nacía en Salta el séptimo hijo varón de la familia, y por ende, fue bautizado por el Presidente, que no solo le dio el espaldarazo bautismal, sino que también fue el responsable de que el otrora futbolista lleve su mismo nombre: Juan Domingo.
Pasaron los años y el fútbol fue metiéndose en su vida. Alguien que lo conoció desde joven es el también ex jugador salteño Miguel Ángel Herrera, quien jugó durante dos años en Gimnasia y Tiro, recibió un ofrecimiento del fútbol suizo pero prefirió quedarse en Salta y disputar ligas regionales donde también le ofrecían dinero a cambio de sus servicios futbolísticos.
Miguel Ángel recuerda: “Él (Cabrera) vivía en la calle Zabala al 500 y venía a jugar al fútbol con nosotros en un equipo que se llama San Francisco, frente del Barrio El Tribuno. Ahí jugábamos campeonato libre, éramos changos, y después se fue a probar a Gimnasia y quedó. De martes a viernes iba a los entrenamientos, ahí empezó Juan Domingo que era un buen jugador, por eso se lo llevan".
Las grandes actuaciones en el Albo salteño fueron la razón por la cual los dirigentes del Club Atlético Talleres de Córdoba se fijaron en él. Quien lo rememora desde La Docta es Gustavo Farías, periodista del diario La Voz del Interior, historiador y director del Museo del estadio Mario Kempes:
“Cabrera llega en 1976 y ya el equipo del 77, con el maestro Rubén Bravo de técnico, fue un equipo fantástico para ver, tanto para los que eran hinchas de Talleres coml también para los que no lo eran, porque verdaderamente era un equipo de fútbol-espectáculo. Sobraban virtudes y Cabrera tal vez no hizo demasiado nombre porque ese Talleres era básicamente un equipo ofensivo, y Cabrera era el resguardo, quizás de los pocos resguardos que tenía el equipo para que puedan hacer otro tipo de tarea. No lucía pero era fantástico en cuanto a lo que le aportaba, era clave para cualquier planteo táctico”.
La frase popular repetida como mantra autoflagelante que afirma que el fútbol salteño no aporta jugadores de calidad, es rebatida, entre otros casos, por la historia de Cabrera, para algunos apodado El Chacho, para otros El Coya, o simplemente El Negro.
El director del Museo Kempes profundiza sobre esto. “La llegada de Cabrera a ese Talleres le dio la razón a César Menotti, que decía que el fútbol no se agotaba en Buenos Aires y Rosario, sino que en toda la geografía de la Nación podía haber jugadores, y Cabrera llega en el mejor momento del fútbol de Córdoba y en el mejor momento de Talleres”.
Aquel Talleres de jugar vistoso enfrentaba por el viejo Torneo Nacional a Argentinos Juniors el miércoles 20 de octubre de 1976 en el viejo estadio de La Paternal. Con el encuentro 1 a 0 en favor de los cordobeses el director técnico de los Bichos Colorados, Juan Carlos Montes, llama al joven Maradona.
La crónica de aquel momento relatada por el mismo Maradona en su libro “Yo soy el Diego”, remarca: "Montes, que estaba en la otra punta del banco, giró la cabeza hacia mí y me clavó la mirada como preguntándome '¿Se anima?'. Yo mantuve la mirada y esa, creo, fue mi respuesta. Enseguida empecé con el calentamiento y en el arranque del segundo tiempo entré".
Con la sustitución del mediocampista Rubén Giacobetti se da el ingreso de Maradona: "Vaya Diego, juegue como usted sabe, y si puede tire un caño", momentos antes de ingresar al campo de juego. "Le hice caso: recibí la pelota de espaldas a mi marcador, que era Juan Domingo Cabrera, le amagué y le tiré la pelota entre las piernas; pasó 'limpita' y enseguida escuché el 'Ooooole' de la gente, como una bienvenida", recordó Diego en su libro.
Aquel caño que quedará inmortalizado en la memoria colectiva, no solo tuvo a Maradona como protagonista, sino también a quien fue “víctima” de aquella primera picardía juvenil, y este jugador fue nada menos que el aguerrido volante salteño Juan Domingo Cabrera.
Sobre este hecho Cabrera volvió una y mil veces en diferentes entrevistas, dejando el recuerdo como un regalo de la vida: "Yo estaba sobre la derecha, lo fui a apretar, pero no me dio tiempo a nada. Me tiró el caño y cuando me quise dar vuelta ya se había escapado", le comentaba al Diario La Voz del Interior.
En una crónica realizada por la revista El Gráfico, El Chacho se explaya aún más sobre aquel evento: "Es un orgullo. Si me lo hacía Ruggeri hubiese sido distinto, pero me lo hizo Diego. Yo no fui tan malo como futbolista, pero sé que pasé a la historia por ese caño”.
Sin embargo, Gustavo Frías, historiador cordobés, recibió, luego de extensas charlas con ex compañeros de Cabrera, otra versión. “Me decían que tenía una bronca grande. Dicen que incluso durante el partido decía ‘lo voy a tirar contra el alambre en la próxima’, algo que no sucedió eso, pero sí me dijeron que se había encolerizado mucho porque era una falta de respeto que un chico recién ingresado le haga un caño. Inclusive Humberto Bravo (ex jugador de la T) me recordó que cuando terminó el partido seguía enojado con Maradona”.
Se estima que fueron poco menos de 8 mil las personas que asistieron a aquel partido, en el que a pesar del caño y el debut de Maradona, los de La Paternal perdieron por 1 tanto contra 0 con el poderoso Talleres.
“Antes de marcharse a Francia, Cabrera jugó 101 partidos en Talleres, lo cual es muchísimo en ese equipo, y luego se va con un pase a cambio de 400.000 dólares, que era una fortuna para la época”, remarca Gustavo Frías describiendo la clase de jugador que era Cabrera.
A este prometedor futuro se le suma la convocatoria por parte de César Luis Menotti a la Selección argentina, lugar reservado solo para unos pocos privilegiados. Luego de la experiencia en Francia, Cabrera transitará por San Lorenzo de Almagro, Vélez Sarsfield, Deportivo Cali de Colombia y Racing de Córdoba, para volver en 1985 a cerrar su carrera en el Talleres de Córdoba que lo catapultó, y regresar definitivamente a su querida Salta.
Miguel Ángel Herrera, hoy taxista, como Cabrera de regreso a la provincia que lo vio nacer, narra: “Cuando vuelve a Salta viene a trabajar en un taxi, porque un hermano suyo tiene uno. Y justamente ese hermano trabajaba conmigo en el Hospital Materno Infantil. Entonces Domingo venía siempre, tomábamos café, almorzábamos, siempre estaba presente. Era una buena persona que lamentablemente se empezó a enfermar. Casualmente, tres días antes de su muerte nos encontramos cerca de la terminal, a él se le había quedado el taxi sin nafta y me pidió unos pesitos para comprar”.
La vida del séptimo hijo varón de la familia Cabrera comenzaba a apagarse a sus jóvenes 55 años el 3 de septiembre de 2007, un jugador que quedó inmortalizado por el caño recibido por Maradona, pero que tuvo una trayectoria brillante muy poco valorada.
Y en este punto el historiador y periodista cordobés Gustavo Farías, es terminante: “Me niego a recordarlo a Cabrera por una anécdota. Yo prefiero recordarlo como un jugador excelente, útil para el fútbol, que no luce pero que es absolutamente necesario para cualquier equipo. Representa el jugador sacrificado y solidario, en definitiva, un gran jugador al que la historia le debe un reconocimiento más allá de una anécdota”.