“Estoy en la Tierra de D10s”, sentenciaba el aforismo, que se replicaba por todas las paredes de la cancha, por si alguien se atrevía a olvidarlo. Un 20 de octubre, pero de 1976, se produjo el bautismo del Diego en la Primera División del fútbol argentino, vistiendo los colores de Argentinos Juniors. Lo que cambió no sólo la historia del fútbol, sino también la historia en sí, tal como la diseñó Herodoto, para siempre. Desde entonces, La Paternal se volvió suelo santo, con el estadio que hoy lleva el nombre del mejor jugador de todos los tiempos devenido en su Basílica de San Pedro. Un 26 de octubre, pero de 2024, y por cosas de la bendita casualidad, Divididos tocó ahí mismo, en lo que fue su recital más importante de este año. Y eso quedó evidenciado en sus dos horas y media de show.

Dentro del sumario de canchas de fútbol que se convirtieron en plazas recitaleras (desde que Charly García inauguró esta tradición con la presentación de Yendo de la cama al living en Ferro, el 26 de diciembre de 1982), el estadio ubicado en Gavilán 2151 es uno de los más atípicos para este tipo de eventos masivos. El último en presentarse en ese lugar fue el rapero Wos, el 29 de octubre de 2022. Es por eso que en la noche del sábado el barrio estaba revolucionado, así como desbordado. La previa tuvo su sede en la Plaza Dr. Roque Sáenz Peña, donde se erige el monumento a Pappo, hijo pródigo de ese terruño, y se extendió algunas cuadras más. Situación que aprovecharon los vecinos para vender remeras del grupo en las fachadas de sus casas, improvisar parrillas en las veredas o expender ferchetto.

“La aplanadora del rock” ha tenido una temporada muy activa, con varias residencias en El Teatro Flores, su habitual búnker performático, y en Obras Sanitarias. A lo que hay que añadir sus actuaciones en otras ciudades del país. Sin embargo, tras su memorable vuelta a Vélez, en marzo del año pasado, Divididos no quiso perder el gustillo de tocar en un estadio de fútbol. “Nuestro profundo agradecimiento a quienes hacen posible todo esto”, postearon el jueves, en su cuenta de Instagram, junto a una imagen del armado del tablado, como para inyectarle manija a la circunstancia. Si bien el temporal que cayó en la semana dio para suponer el peor escenario, en la misma red social subieron un día antes del show una foto del grupo en la cancha, acompañada por la afirmación de “Todo listo”, desestimando así cualquier especulación.

Pese a que se hizo hincapié en que el recital arrancaría puntual, 10 minutos más tarde de las 21 hs las 24 mil personas que se esperaban para esta feligresía del rock argentino aún ingresaban al estadio. Como si se tratara de una marea humana, especialmente en el sector del campo. En tanto esto sucedía, en las inmensas pantallas desplegadas en el escenario se repetía una y otra vez un visualizer alusivo al tránsito sobre las vías del tren de la estación Hurlingham. Tras 20 minutos, se apagaron las luces y el canto de “La aplanadora del rock and roll es Divididos la puta que lo parió” fue silenciado por un video que mostraba el trayecto ferroviario de unos fans desde la ciudad de origen del power trío hasta La Paternal, mientras una chica ponía a sonar “Mañana en el Abasto”, de Sumo, en su walkman (sí, ese aparatito para escuchar casetes).

Entonces la banda irrumpió en el escenario, lo que desató la ovación. El bajista Diego Arnedo comenzó a rasgar sus cuerdas hasta que esa tensión se fue tornando en la columna vertebral de “Cajita musical”. Así inauguraron el repertorio, que tuvo en “Ala delta” el primer momento protagónico del público. Y es que cantaba tan fuerte que opacaba la voz del vocalista y guitarrista Ricardo Mollo. “Buenas noches”, dijo el frontman en uno de los pocos espacios que encontró, porque el inicio enlazó a un tema detrás otro. Desenvainaron el funk rock “Casi estatua”, subieron la intensidad con “Haciendo cosas para gente normal”, y después bajaron un cambio con “Alma de budín”. Pero volvieron a arremeter con “Salgan al sol”, su cover del clásico de La Pesada del Rock and Roll.

La terna mantuvo su visceralidad de la mano de “Elefantes en Europa”, y a continuación le metió más caña al groove con “Tanto anteojo”. Ese tiovivo de animosidades y energías lo profundizaron con el blues (y vaya blues) “El fantasio”, cuyo solo se sintió hasta en Ciudadela. Al terminar, Molló espetó: “Esto se parece al Teatro Flores, pero sin techo”. Y sin pensarlo mucho, desenfundaron el funk canchero “Sábado”. A todo esto, Catriel Ciavarella, quien este año celebra dos décadas de su incorporación al power trío, volvía a hacer alarde de esa cualidad (como ese 10 que lucía en el dorso de su remera) para acompañar con soltura y equilibrio los vaivenes sonoros del grupo. Y es que Divididos había hilvanado una lista de temas que hasta ese instante no atendía a los climas ni a los conceptos, sino a su propia idea del orden.

De pronto, Arnedo anunció que se venía “El monstruo de tres cabezas de La Paternal”. Y para ello invocó a dos notables bajistas del rock argentino: Javier Malosetti y Machi Rufino (ambos tocaron con Spinetta). Mollo se sacó la guitarra eléctrica, y dejó que fluyera una versión experimental, a tres bajos y batería, de “Despiértate nena”, de Pescado Rabioso, para la que sólo puso su voz. Ese pasaje abrió el desfile de invitados: la violinista Sara Ryan y el guitarrista Juan Gau estuvieron en “La flor azul”, chacarera de la autoría del padre del bajista, Mario Arnedo Gallo. Y posteriormente Claudio Marciello se sumó a versión acústica de “Sé vos”, de su banda Almafuerte (dedicada a la Universidad pública). Aunque luego el violero se colgó la eléctrica, junto con Alambre González, en “Sucio y desprolijo”, para tributar a Pappo.

Otro de los clímax de la jornada tuvo a Adriana Varela, Facundo Toro, Nadia Larcher, Willy Bronca y León Gieco haciendo la baguala “El embudo”, firmada por Marcelo Berbel y popularizada por el “León del bien”, apodo que le dio Mollo al prócer del rock argentino. “El arriero” dio pie a “Crua chan”, en tanto que “Paraguay” advirtió el final de un show donde las visuales volvieron a jugar un rol fundamental en el relato. Tras hacer “Raputín/ Hey Jude” y “El 38”, la terna mechó “Qué tal” con “La rubia tarada”. Esa muchedumbre despertó un pogo sin retorno, pero el frontman mostró un papel con la lista de canciones, y dijo: “Se acabó”. Puso a elegir entre “El ojo blindado2 “y “Nextweek”, y ganó la última. Aunque tocaron “Cielito lindo”, y las dos de Sumo, definiendo un show clave. Esta vez en Tierra Santa.