Desde Montevideo

Enviado especial

El uruguayo promedio ya no mastica la idea de aquel mito sobre “la Suiza de América”. Y menos si lo analiza desde esta ciudad de contrastes profundos, concebida como cualquier otra urbe de Latinoamérica. Hay que alejarse del centro de Montevideo para ver cómo se respira una elección. Salir hacia el barrio La Teja, ex Pueblo Victoria, llamado así en homenaje a la reina británica. Pero esa es historia antigua y donde hoy descansan en su cementerio Tabaré Vázquez y Raúl Sendic, el líder tupamaro, se vive la política y el clima de militancia como en pocos lugares de esta tierra artiguense.

  La Teja es un baluarte del Frente Amplio desde su fundación en 1971. No en vano lo señalan sus índices altísimos de adhesión electoral. “Aunque perdamos en el país, ganamos igual”, cuenta en tono jocoso el diputado nacional Gabriel Otero, hijo de presos políticos en dictadura y referente barrial. Ahí el FA suele obtener siete de cada diez votos en cualquiera de los comicios. En sus calles se percibe el porqué.

  En el comité 25 de mayo – que toma el nombre de una plaza vecina - , así como en otro local que está sobre la avenida Carlos María Ramírez, las banderas tricolores del Frente flamean como si fueran las de Peñarol o Nacional cerca del estadio Centenario en otra época. Un cartel bien pintado, como esos de verdulería en que se promocionan los precios, dice: “No votamos músculos ni bombones, votamos Yamandú y Carolina”. Alude al candidato del Partido Colorado, Andrés Ojeda – habitué del gimnasio – y a Valeria Ripoll, la candidata a vice del Partido Nacional (blanco) a quien su compañero de fórmula, Álvaro Delgado, piropeó como si fuera un bocadito de chocolate.

  Valeria es una militante del Frente Amplio que cuenta orgullosa cuándo nació su comité: “Se fundó el 13 de septiembre de 1984, hace cuarenta años” en la esquina de Laureles y Agustín Muñoz. El local que tiene de nombre la fecha de nuestra Revolución de Mayo es muy transitado en un domingo de votación.

“Esta semana el cúmulo de gente fue para buscar listas y conseguir la papeleta del plebiscito porque se dejó en libertad de acción. Algunos vinieron con su lista específica y otros miraron entre un montón de propuestas y eligieron. Hay gente que decidió el voto acá”, le dijo a este enviado.

En el local sus paredes hablan. Conviven en ordenada armonía las fotografías del Che Guevara y Líber Seregni, el histórico fundador del FA, con los nueve militantes detenidos-desaparecidos del barrio durante la dictadura (1973-1985). Siete de ellos fueron secuestrados en Buenos Aires. Una secuela del alcance regional que tuvo el Plan Cóndor.

Antes de despedirse, Valeria comenta orgullosa: “Este barrio es muy popular y viene gente en familia o de a uno. Este domingo vinieron doscientas, trescientas personas, fácil y te confieso que capaz me quedo corta con el número”.

A pocas cuadras del comité está la plaza de deportes 25 de mayo – son varias en Montevideo – y el cementerio del barrio donde descansan los restos de Tabaré Vázquez y su esposa. Él presidente y médico nació en La Teja, donde dirigió el club Progreso y atendió como oncólogo a muchos vecinos que lo requirieron. El exjefe de Estado durante dos períodos es recordado con veneración y respeto en esta barriada de casas bajas, de trabajadores de la empresa pública ANCAP (acrónimo de Administración Nacional de Combustibles, Alcohol y Portland), de la industria textil, del FA en cada una de sus esquinas decoradas con sus colores.

Sobre la avenida Ramírez vivía un futbolista uruguayo llamado Nelson Agresta del Cerro, hoy residente en España. Lo dirigió Carlos Bilardo en Estudiantes y jugó con Maradona en Argentinos Juniors. Cuenta una leyenda tejana que en esa vivienda estuvo una vez de visita el propio Diego. En día de elecciones como las de este domingo, las caravanas de autos con banderas del Frente pasan por su puerta en dos direcciones. Los bocinazos superan la media del barrio más ruidoso de Buenos Aires. Es una costumbre en La Teja saludarse así cuando hay comicios. Los vecinos van felices a votar, más allá de la abulia que dominó a los candidatos en esta puja electoral.

Al lado del comité del Frente donde se reclaman boletas, se pregunta a cada minuto por los padrones o una señora pasea al perro despreocupada, se venden choripanes a 180 pesos uruguayos. Unos 5.500 de nuestro país. Para un sándwich, aunque generoso, es un tanto caro para el bolsillo argentino.

 

La relación con los precios también es un dilema existencial del montevideano que la pasa mal. Por las calles se ven decenas de indigentes durmiendo en el suelo. Sobre todo en el centro, por la 18 de julio entre la plaza de la Independencia y el obelisco del boulevard Artigas. Lejos está el país de ser la Suiza de América, que como dice el diputado Otero “es una construcción liberal, burguesa, a la cual las luchas del pueblo comenzaron a sacarle la careta. Porque nuestro sistema político estaba muy adormecido. En ese momento, decirlo era un lugar lindo y cómodo”.   

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