También en materia naval, y de compras de los Estados, siempre hay intereses que ofertan y en ocasiones hasta amenazan con represalias. Como en la vida, en la política y la industria no se pasa del amor platónico de las cartas de intención a los contratos carnales, que suelen producir disgustos de letra chica. Por eso es imposible, al menos por ahora y para esta columna, saber el destino exacto, o
Otra de submarinos y Popeye no se rinde
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