Desde Barcelona
UNO Cuando no puede dormirse --y cada vez puede dormir menos-- Rodríguez no cuenta ovejas. Rodríguez cuenta trenes. Trenes que tienen cadencia de canción de cuna o de relajante mirada por la ventanilla. Trenes como mejor lugar posible para leer: porque los libros se mueven y avanzan como trenes. Y ahora --luego de tantas vías y desvíos-- el aliento del insomne como esa niebla que sólo parece fabricarse en las estaciones de tren al fundirse con la respiración de locomotoras. Los trenes --los trencitos-- de la infancia. Y, como en conga line, todos a bordo. El tren original de Auguste y Louis Lumière y el maquinista de la General de Buster Keaton. El asesino-coral Orient Express de Agatha Christie y el Istanbul Train de Graham Greene. El tren (¿el One After 909?) hacia el que corren los Beatles en A Hard Day's Night y el último tren a Londres de la ELO. Los trenes que toman por asalto Butch Cassidy & The Sundance Kid y Lawrence de Arabia. El tren que pasará o no por el puente sobre el río Kwai y los trenes del Corto Maltés en Corte Sconta Detta Arcana. Los trenes de Paul Theroux y de Bruce Chatwin. El Gran Robo al Tren (con mayúsculas). Los trenes de Woody Guthrie y de Johnny Cash y de Bob Dylan. Los extraños en un tren de Highsmith & Hitchcock y el tren en el amigo americano de Highsmith & Wenders. El "Mistery Train" de Elvis (y de Jim Jarmusch con ese otro kafkiano-americano tren rumbo al Lejanísimo Oeste en Dead Man). El Dixie Flyer de Randy Newman. Los tres trenes de Kieslowski. El "Five Forty-Eight" de John Cheever al que añade su vagón Raymond Carver. Los trenes en James Bond y en Misión: Imposible y en esa estación de tren de Chicago en Los intocables. El "Peace Train" de Cat Stevens y el "Train in Vain" de The Clash. El tren de De Niro & Grodin y el tren de Wilder y Pryor. Los trenes rigurosamente vigilados de Bohumil Hrabal y los trenes de ida a los campos de concentración nazis y el expreso a Dresde en Matadero-Cinco. El frecuente soñador de trenes Robyn Hitchcock y la Waterloo Station y el último de los trenes a vapor de The Kinks (y el Return to Waterloo de Ray Davies) y el Big Express de XTC y el Express Kundalini de Love and Rockets y el "quadrophénico "5:15" a Brighton de The Who. El "Midnight Special" de todos y el "Trans Europe Express" de Kraftwerk. El tren en el que la dama desaparece y del que cae la sombra de una duda. "The Night They Drove Old Dixie Down" de The Band y el "Downtown Train" de Tom Waits. El tren de Budapest a Viena en el que se enamoran a primera vista Ethan Hawke y Julie Delpy y esa estación de tren en la que espera la Penélope de Serrat y Algueró y los enamorados trenes en Melody y los trenes sobre ese puente bajo el cual gritar orgásmicamente en Cabaret. Y Charlie The Choo-Choo y Thomas y sus amigos. Los trenes de Antoine Doinel. El tren en el que casi muere Charles Dickens. El tren elevado que persigue Gene Hackman en The French Connection y el Pelhalm Uno-Dos-Tres y el de la Chiyoda Line de Murakami. Los trenes españoles de Truman Capote y los trenes macondianos de Gabriel García Márquez (ambos con mariposas). El Runaway Train de Konchalovsky & Kurosawa. El "9 to 5" de Sheena Easton y el "Jumping Someone Else's Train" de The Cure. El "Pánico en el Transiberiano" de Cushing & Lee & Savalas. El tren de la noche de Martin Amis y los trenes soñados de Denis Johnson. El tren para un breve encuentro y el tren en Passage to India de David Lean. La Estación Termini de Vittorio de Sica y la Estación Central de Walter Salles. El Party Going de Henry Green. El "Poor Poor Pitiful Me" de Warren Zevon y el "Some of My Best Friends Are Trains" y el "Tran in the Distance" de Paul Simon. Los trenes de Batman y Spiderman y Superman. Los trenes de Julio Verne. El tren parisino en el que se despiden Ilsa y Rick antes de reencontrarse en Casablanca y el indio Darjeeling Limited de Wes Anderson. Los trenes de Anna Karenina y la estación de tren a la que llega para morir un terminal León Tolstoy. El tren en Some Like It Hot y el helado Snowpiercer de Bong Joon-ho. El Polar Express y el expreso a Hogwarts de Harry Potter. El "Bienvenidos al tren" de Sui Generis (que Rodríguez escuchó junto a su vivísima prima argentina Mirta) y el "No voy en tren, voy en avión" (que Rodríguez escucha junto a su muertísima prima muerta). Y los presos y chinos clavando rieles y el fino arte del trainspotting. Los estremecedores trenes que no dejan dormir cuando pasan junto a las ventanas de casas y departamentos estremecidos. Los trenes favoritos de los suicidas y los trenes entrando en túneles como metáforas de pequeñas muertes sexuales. Los trenes bala que se encasquillan y se convierten en trenes baleados. Trenes que descarrilan o se rompen o se detienen donde no deben. Trenes alguna vez puntuales y ahora tan tardíos. Trenes que entretenían y ahora entrenan en vano.
DOS Y Rodríguez se acuerda perfecto porque fue un día perfecto: en ese febrero de 2008 en el que se puso en funcionamiento el AVE Barcelona-Madrid (y viceversa) y adiós a eso de cruzar en el aire el puente aéreo y hola al avanzar tan rápido por tierra y acero firme. Fue hermoso y lo sigue siendo y, ah, el paraíso de ese coche silencio donde los móviles no suenan... Así, España como orgullosa dueña de la red de alta velocidad más extensa de Europa (4.000 kilómetros) y segunda del planeta sólo por detrás de China (que, claro, suma y sigue hasta alcanzar los 40.493 kilómetros). Pero, también, un tanto mal distribuida dejando virtualmente incomunicadas a unas cuantas ciudades con convoyes a paso de tortuga para que a sus habitantes no les quede otra que correr la liebre en lo que hace a su vida férrea. Y si bien en el decir de Sánchez España "va como una moto" y "va como un cohete", lo cierto es que nadie quisiera pensar que "va como un tren". Porque los trenes están en crisis. Descarrilamientos, retrasos, interrupciones, robos de cobre y catenarias en cortocircuito, escenas de histeria colectiva en terminales, agónicos "cercanías" cada vez más cerca de la lejanía de salir a hora no señalada hacia esa Almería/Yuma (donde una vez se filmaron tantos westerns), el site de RENFE/ADIF como dimensión desconocida y agujero negrísimo, imposibilidad de conectarse al wifi, complejísimos procesos para reclamar, trenes súbitamente en coma detenidos en vía muerta hasta nuevo aviso pero sin información. Los motivos parecen ser la falta de inversión, la irrupción de competitivas compañías extranjeras (de Francia y de Italia). Y la figura un tanto demasiado visible de un polémico Ministro de Transporte (Óscar Puente) se hace un poquito demasiado locuaz vía Twitter como acelerado ariete de su presidente y siempre dispuesto a apuntarse a todas las batallitas y un tanto inexpresivo en vivo y en directo cuando se trata de explicar lo que ocurre en su sector. Lo último fue ese tren descarrilado a propósito entre Chamartín y Atocha que, de no haberse hecho a un lado, pudo o no haber causado una tragedia. Y El demasiado acelerado Rápido Errejón de pronto chatarra de la que no se vuelve...
Lo único bueno/malo de todo es que se puede llegar tarde al tren y, si hay mala/buena suerte, no se lo perderá. Apenas, se lo habrá olvidado en un sitio diferente al de siempre. Y se lo encontrará justo a tiempo como para --en las películas y en las canciones y en los libros que recuenta Rodríguez con ojos cerrados de par en par-- subirse y buena suerte en lugar de buen viaje.