Sobre la calle, frente a la Iglesia de la Santa Cruz, 39 años más tarde, alguien siguió contando la historia. “La solicitada finalmente logró ser publicada. Las Madres volvieron al jueves siguiente a la Plaza de Mayo de la que nunca se fueron. Ese día vencieron a la dictadura.” Mabel Careaga, hija de Esther Ballestrino, una de las tres madres del grupo de los doce secuestrados por el Grupo de Tareas de la ESMA, guardó por un momento los papeles. Para entonces, la línea dura de nueve mujeres, sentadas en la primera fila, comenzó a ponerse sus pañuelos.
Por orden de llegada, estaban Clara Burzny de Weinstein, la polaca que llegó al país entre las dos guerras con dos meses de edad. Carmen Lareu, Sara Rus, Hilda Micucci, Lita Boitano y Vera Jarach. Laura Conte, que todavía conduce su auto. Haydeé Gastelú y Marcos Weisntein. Una bandera escrita a mano había sido colocada temprano sobre lo que ahora es el Solar de la Memoria, un espacio de tierra, dentro del predio de la Iglesia de Boedo, que guarda los restos de cinco de los doce identificados en 2005 por el Equipo Argentino de Antropología Forense. “Son 30 mil”, decía la bandera, sólo eso, como toda respuesta a un año de cambios en las políticas de derechos humanos.
“Esto busca ser para nosotros la vuelta a la calle”, dijo temprano Mabel Careaga sobre esta nueva conmemoración de los secuestros en un país ubicado a miles de años de la celebración del año pasado. “Esto es la reafirmación de las políticas de Estado de memoria, verdad y justicia y no sólo un homenaje a los doce, sino la idea de pensar a las Madres como sujetos de resistencia en la calle para la reafirmación de esas políticas.” Una muchedumbre avanzó, mientras tanto, entre los caminos internos de la Iglesia y el espacio de la calle trasformado en escenario. “El gobierno actual intenta modificar los paradigmas con un programa que avanza con el olvido, el negacionismo y la impunidad. Esto que estamos haciendo es la recuperación de la calle para enfrentarlo.”
Como no sucedió en los últimos años, la conmemoración de la Santa Cruz se realizó en paralelo a la Marcha de la Resistencia. Hasta Boedo, llegaron quienes habían pasado por la Plaza, en un circuito que durante todo el año estuvo en estado de alerta. Sobre las imágenes de los doce, la pantalla mostró a Milagro Sala en espejo con pancartas que cada quien levantó con el pedido de libertad.
“Este año, en el cual se ha cuestionado desde el Gobierno las políticas de Estado en materia de derechos humanos, nos parece oportuno recordar”, se leyó un documento en el final del encuentro. “Recordar la brutalidad del terrorismo del Estado, pero fundamentalmente la historia de la resistencia a esa feroz dictadura, y cómo con esa resistencia, no solo la derrotaron sino que escribieron una nueva página ejemplo en el mundo entero.”
Antes del documento, por el escenario pasaron cantores de la Tecnicatura de Música del Asociación de Madres de Plaza de Mayo, actores como Alejandra Darín, María Onetto, Osmar Núñez y Gabriel Correa para interpretar las biografías de los doce secuestrados y asesinados con un escrito en el cuerpo que decía: Todos somos los 30 mil.
“Les voy a leer la carta que envió Taty Almeida desde España”, se oyó en el escenario: “Les doy todo mi cariño y solidaridad, a 36 años de la primera Marcha de la Resistencia y a 39 de la detención de los doce de la Santa Cruz”. Enseguida, la carta una sobrina de Leónie Duquet, desde Francia. Un texto de Eduardo Galeano. Jóvenes con remeras de Nuevo Encuentro terminaron de alistar micrófonos. Se cruzaron remeras de la CTA y de la Cámpora. Integrantes de Hijos. Muchos ex funcionarios K.
“El grupo de los doce fue trasladado a la ESMA. Y fueron arrojados vivos al mar en un vuelo de la muerte. El mar devolvió los cuerpos de las tres madres juntas, Esther Ballestrino, Mary Ponce y Azucena Villaflor, también el de Angela Auad militante popular y Leonié Duquet. Quisieron desaparecerlas otra vez al enterrarlas como NN en un cementerio del Partido de la Costa”, se escuchó. Y luego: el trabajo de investigación de un grupo de estudiantes de la Universidad de La Plata, el pueblo del Partido de la Costa, la lucha de los organismos de derechos humanos y el EAAF hicieron posible sus identificaciones. Y esos 12 “vencieron el olvido y dieron los testimonios que hicieron posibles las primeras condenas por los secuestros y homicidios y ahora son parte de las pruebas del primer juicio por los vuelos de la muerte”.
Volvieron a oírse en el final los nombres de la Santa Cruz. Uno por uno. Los encontrados y los que faltan. Horacio Elbert, Gabriel Horane, Remo Berardo, Raquel Bullit, Julio Fondovilla, Alice Domon, Patricia Oviedo. La calle entonces pronunció el nombre de otro desaparecido. Cualquier otro. Luego otra. Y otros más. Hasta que los nombres se superpusieron entre cientos de voces.