Corren los primeros años del siglo XX en la ciudad de la furia de Buenos Aires y el higienismo social, heredero de la biologización y la tipificación siniestra de las identidades creada por el criminólogo, médico italiano y fundador de la escuela de criminología Cesare Lombroso, está de moda entre los médicos y profesores de las universidades, en alianza, más que nunca, con la institución policial. 

Afuera, la urbe está organizada estratégicamente por el darwinismo social militarizado de guardapolvo blanco. Puertas adentro, un grupo de locas, maricas y travestis bajo el comando de La Bella Otero, encarnada por una maravillosa Maiamar Abrodos, se desenvuelve entre la libertad y el deseo interpretando números de cabaret, sueños de estrellato y favores sexuales a cambio de una módica suma o, al menos, un módico silencio aliado. 

Todo marcha sobre tacos altos hasta que irrumpe en este mundo de maravillosas fantasías un médico de la policía, Francisco De Veyga, a quien nunca veremos pero que muy bien conocemos: su visita comienza con preguntas que se vuelven interrogatorios e intimidaciones, y que quiénes son, y qué hacen, y qué pretenden, y por qué estos uranistas están empecinados en seguir defendiendo lo que desean ser y hacer por fuera de las reglas establecidas. 

Con dramaturgia y dirección de Juanse Rausch, protagónicos de Maiamar Abrodos, Lucía Adúriz, Manuel DI Francesco, Emiliano Figueredo, Tomás Wicz y el piano siempre sonando del maestro Gabriel Andrés Illanes que ejecuta sus composiciones musicales especialmente realizadas para la obra, "Saraos uranistas" se canta las 40 a sí misma y al resto para montarse a todo trapo satinado como un musical marica, un cabaret transformista, una revolución que es un sueño eterno en una época histórica en la que, como nunca, la estigmatización desde las ciencias sociales y naturales y las fuerzas armadas pisaron duro en la persecución de toda forma de "alteración" del orden impuesto por los uniformados, cualquiera fueran esos uniformes, todos esos uniformes.

Partiendo de documentos históricos para crear esta ficción, utilizando archivos de psiquiatría y notas periodísticas de principios del siglo XX en Argentina, "Saraos uranistas" toma su nombre de la terminología histórica -créase o no- de la que hacían uso los sistemas médicos y policiales higienistas (básicamente uno y el mismo) durante las primeras décadas del siglo pasado. 

Así buscaron instalar, identificar y clasificar a las fiestas y reuniones en donde se encontraban y hacían de las suyas las travestis y las maricas de entonces, calificadas como “torcidas”, “desviadas”, “degeneradas” o “depravadas”, junto con el enorme esfuerzo que el sistema represor estatal y paraestatal destinaba para estigmatizar y desaparecer a las comunidades no heterosexuales: “Sarao” representaba un encuentro nocturno de personas para divertirse bailando y escuchando música, y “Uranismo”, por su parte, fue el término elegido para aludir, de manera despectiva, a una tipología sexual que clasificaba a la homosexualidad masculina, aunque en su origen no posee esa connotación negativa otorgada sino que proviene del “Banquete” de Platón, uno de los primeros tratados filosóficos occidentales en dedicarse a los diversos tipos de amor en el cual se narra que Afrodita, la diosa del amor, es hija directa del dios Urano.

Juanse Rausch, en su trabajo de director pero también en su rol de investigador, como ya lo había hecho sobre las memorias del mítico diseñador Paco Jamandreu en la exitosa "Paquito (La cabeza contra el suelo)”, vuelve a revivir sobre el escenario los fantasmas del pasado para atestiguar en el presente que el tiempo y su curso no son más que una ilusión, un arma de doble filo: en ambas obras, las enseñanzas de la historia prenden todas las alarmas para alertar sobre los higienistas policíacos de nuestros días, disfrazados de otros colores pero con los mismos manuales de instrucción. 

Con música original ejecutada en vivo, vestuarios de época bellísimos, voces afiladas y actuaciones frenéticas que vuelan entre los cambios de ropas e identidades con un timing casi imposible pero, de alguna manera, hecho posible, “Saraos uranistas” crea una experiencia total que combina política, música, humor y amor, en la cual las locas del bajo mundo dedican sus 80 minutos de performance para dar cuenta de cómo, en cualquier momento de la historia y en cualquier agujero perdido de cualquier urbe, las fantasías y los derechos se defienden a capa y espada o, mejor aún, a taco aguja y labial rojo fuego.

Funciones: miércoles a las 21 en Nün Teatro Bar, Juan Ramírez de Velasco 419.