En Muñeca o el naufragio, su autora, la actriz Irene Almus, toma de Muñeca de Armando Discépolo los temas del amor no correspondido y las secretas pasiones para referirse a circunstancias públicas y privadas que involucran a un director, a su asistenta y al elenco que se encuentra ensayando la pieza escrita en 1924. Pero quienes se disponen a estrenar este grotesco criollo están viviendo en 1941 y se nota que sobre el fondo de la guerra europea crece en Buenos Aires el furor antisemita junto a la tradicional represión de las costumbres. Recientemente estrenada en el Espacio Experimental Leónidas Barletta (Av. Roque Sáenz Peña 943, domingos a las 19) la obra cuenta con la dirección de Mariana Giovine y la actuación de la propia Almus, Eduardo Calvo, Santiago Fraccarolli, Gaston Frias y Luciana Vieyra.
Los conflictos entre los integrantes del elenco comienzan enseguida: ya en el primer ensayo el actor veterano insiste en diferenciarse de los más jóvenes haciendo valer su experiencia. Y salen a relucir, además, otros tópicos como la verdad escénica versus el golpe de efecto y, en tren de chicana, la distinción entre el actor que se “hace” trabajando y aquel que “llega” recomendado, como es el caso de la joven protagonista. La obra irá avanzando en su puesta en escena hasta que ciertos secretos personales comienzan a salir a la luz, uno vinculado a la situación mundial, el otro a la represión sexual vigente.
Tanto Irene Almus como Mariana Giovine tienen en común un temprano comienzo en la actuación. Almus es rosarina y, luego de incursionar en el ámbito de la ópera para niños y de comenzar a estudiar teatro en su ciudad, una beca del Fondo Nacional de las Artes le permitió viajar a Buenos Aires para continuar su formación actoral. En el caso de Giovine, - hija de los actores Virginia Lago y Héctor Giovine- a los 15 ya estaba trabajando. Con el tiempo, ambas compartieron elencos, tanto en teatro como en televisión. Incluso, la primera de las obras escritas por Almus, Espumas de Oriente, fue dirigida por Giovine. “Me había gustado mucho su trabajo cuando estrenó Hay que apagar el fuego, de Carlos Gorostiza, y fue por eso que quise que ella hiciera la puesta y me dirigiera”, cuenta.
-Cuando escribís, ¿siempre incluís un personaje que querés interpretar?
Irene Almus: -Siempre… No me considero dramaturga sino una actriz que escribe, y siempre en mis textos hay un personaje que pienso en hacer yo misma. No sabría mirar desde afuera cómo otra actriz hace ese papel (risas).
-Lo viejo y lo nuevo se enfrentan en el modo de interpretar de estos actores…
Mariana Giovine: -Se ponen en juego dos estilos: uno más grandilocuente y declamatorio y otro más cercano a las emociones. El actor experimentado aburre a los jóvenes con sus anécdotas del pasado, pero hay que ver que parte del oficio del actor se transmite de esa manera. Es tan necesario el aprender de esas experiencias como tener la determinación de romper con esa escucha.
-Tanto a una como a la otra las convoca el humor…
M.G.: -Me gusta mucho el actor comediante cercano a la tradición del teatro nuestro. Y lo que me gusta de las obras de Irene es que ella escribe desde la actriz que es, porque tiene la mirada de la acción, del escenario.
I.A.: -A mí también me convoca mucho el humor: es mi forma de referirme a temas terribles, -aquí se alude al Holocausto, que fue el epicentro de la maldad- y la única forma en que puedo hablar de circunstancias trágicas es en medio de una comedia.
M.G.: -Es que en esta obra está presente la tragedia de la guerra, pero como pasa siempre, nada se detiene y los personajes continúan con sus vidas. Recién se darán cuenta de la dimensión de los hechos cuando tomen distancia de lo sucedido. Los personajes continúan enfrentados con sus pequeños conflictos de egos, sus frustraciones…
I.A.: -Y no hay ninguno que no tenga alguna miseria que mostrar, o un costado frívolo o pueril. Todos sostienen sus personajes y hacen lo que se espera de ellos en los ensayos. Y en el fragor de esa ardua batalla empiezan a descubrirse sus verdaderas pasiones amorosas. Y sus odios.
M.G.: -En ese sentido, es muy actual el discurso del odio que aparece con la fuerza de lo que estuvo oculto mucho tiempo. Entonces surge algo parecido a las barbaridades que estamos escuchando hoy.