Imagínese ser perseguido por un gran tiburón blanco por el salón de su casa. Nunca va a suceder, pero la comedia de terror antinavideña Gremlins (1984) de Joe Dante, que volverá a las pantallas el 6 de diciembre para conmemorar su 40º aniversario, es lo más parecido a Tiburón sin el océano. Los humanos son presa de hordas salvajes de pequeños animales aparentemente adorables. Cuando el joven héroe de la película, Billy (Zach Galligan), recibe como regalo de temporada un "mogwai", una criatura peluda que parece un Baby Yoda, se desata un caos sangriento.
Una de las razones por las que Gremlins tuvo tanto éxito y ha inspirado a tantos imitadores (Critters, Ghoulies y Munchies, entre otros) es que introdujo a sus pequeños monstruos en la vida cotidiana de los hogares estadounidenses. Esto no es King Kong ni Jurassic Park. No está ambientada en una selva, un parque nacional o durante una inmersión en alta mar. Algunas de las escenas más dramáticas tienen lugar en la cocina familiar del protagonista, cuando la ingeniosa madre de Billy (Frances Lee McCain) obliga a un gremlin especialmente vicioso a meterse en el microondas y lo hace explotar, o desmenuza a otro en la batidora.
Otra razón de la perdurable popularidad de la película es el doble filo de la descripción de estos desalmados del tamaño de un chihuahua. A veces, el director Dante anima activamente al público a identificarse con estas pequeñas alimañas anárquicas. Su comportamiento es inquietantemente humano, pero se trata de lo peor de la humanidad. Apuestan, tragan cerveza, engullen pochoclo y, al final de la película, se ve a uno de ellos en un sucio impermeable, exhibiéndose. Durante la escena más gloriosa y subversiva de la película, cientos de estas bestias grotescas aparecen en un cine cantando a coro el himno "Hi Ho" del Blancanieves y los siete enanitos de Disney.
Dante lo sabía todo sobre tácticas de choque. Se hizo famoso editando trailers para el maestro de la explotación Roger Corman: "Se lo debo todo a La cárcel caliente", bromeó más tarde, refiriéndose al teaser que preparó para la famosa película de 1974 de Jonathan Demme sobre mujeres detrás de las rejas. Aquella película, proclamaba el tráiler de Dante con una voz en off que simulaba seriedad, estaba ambientada en "un infierno hirviente de acero y piedra donde los cuerpos entre rejas suspiran por un hombre... donde las pasiones enjauladas se encienden en un confinamiento carnal y estallan en violencia".
Su gran éxito, Piraña (1978), fue (según él mismo admitió) "una descarada copia de Tiburón", aunque muy admirada por el director de esa película, Steven Spielberg, que intervino cuando Universal intentó bloquear su estreno. "Para mi eterna gratitud, Spielberg vio la película y dijo: 'No, no lo entienden, es una parodia. Es una parodia de Tiburón, no es una copia'. Bueno, fue muy amable por su parte... porque realmente era una copia", dijo Dante en una entrevista de 2016.
Más tarde, Dante fue contratado para dirigir una parodia aún más escandalosa del clásico de tiburones de Spielberg. National Lampoon's Jaws 3 People 0, coescrita por John Hughes (que pronto filmaría El club de los cinco y Un experto en diversión), figura entre los proyectos de Hollywood más extraños y escandalosos de su época. Su historia comenzaba con el propio autor de Tiburón, Peter Benchley, siendo devorado vivo por un tiburón blanco en su propia piscina, pero dejando tras de sí un guión para Tiburón 3. Incluía una escena en la que se abre el estómago del tiburón. De él salen desde un cortacésped hasta un jarrón egipcio, un mapache muerto, un violín y una pecera con un pez de colores adentro.
"La película trataba de una compañía cinematográfica que hace una película en la que se supone que es una falsa película de tiburones, pero es un tiburón de verdad", explica Dante en el libro Untold Horror de Dave Alexander. Como era de esperar, el proyecto, que iba a estar protagonizado por Bo Derek y Richard Dreyfuss, fue arponeado por los jefes del estudio mucho antes de que se hubiera rodado un solo metro de película. En su lugar, Dante rodó su exitosa película sobre hombres lobo Aullidos (1981).
Los rastros de Piraña y de la abandonada parodia del tiburón terminaron alimentando Gremlins. Tiene la implacable sensación de frenesí alimentario de la primera y el humor morbosamente loco de la segunda. Nadie sabía a ciencia cierta de qué se trataba: ¿una película convencional con ingredientes violentos y sucios de serie B, o todo lo contrario?
Una trama deliberadamente chirriante comienza justo antes de Navidad. El vendedor e inventor Randall Peltzer (interpretado de forma muy diplomática por el cantante country Hoyt Axton) se aventura en Chinatown. Intenta encontrar compradores para sus extraños artilugios mientras busca un regalo para su hijo. Así es como acaba en un sótano donde se hace con Gizmo, el adorable "mogwai" (al que Howie Mandel pone voz de bebé gorjeante). Rand es advertido de que debe mantener a Gizmo alejado de la luz y del agua, y de que nunca, bajo ninguna circunstancia, debe darle de comer después de medianoche. Inevitablemente, el consejo es desoído y las criaturas empiezan a multiplicarse.
La idea de una película de Gremlins se remonta a principios de los años 40, cuando, mucho antes de su época gloriosa de Willy Wonka, el joven expiloto británico Roald Dahl escribió un cuento, "Gremlin Lore", sobre unos diablillos con cuernos que causaban estragos en los aviones de la RAF. Walt Disney acarició la idea de adaptarlo al cine. El proyecto se desechó, pero se publicó una novela infantil con ilustraciones de los mejores animadores del estudio de animación.
Cuatro décadas más tarde, un joven Chris Columbus (que más tarde dirigiría Mi pobre angelito y Harry Potter, pero que entonces era un desconocido veinteañero) propuso su propio guión de Gremlins. El productor Mike Finnell afirmó más tarde que se envió como ejemplo de su talento como guionista, pero que nadie esperaba que se realizara. Era demasiado violento y sangriento para eso y, como Finnell dijo al sitio web The Ringer, "demasiado loco".
Sin embargo, el guión llegó a manos de Spielberg. Éste había creado su propia empresa, Amblin Productions, y buscaba proyectos poco convencionales como éste. Ya había trabajado con Dante en uno de los segmentos de Al filo de la realidad (Twilight Zone: The Movie, 1983) y lo sondeó para que se encargara de Gremlins. El factor Spielberg fue crucial para el resultado final de la película. Si se le hubiera dejado a su aire, Dante seguramente habría hecho algo aún más oscuro. Como productor ejecutivo, Spielberg no llevaba la voz cantante, pero influyó en la película de forma importante. El adorable personaje de Gizmo, el único Gremlin que nunca se pasa al lado oscuro, fue modelado a partir del perro mascota de Spielberg. "Spielberg no aprobaba el diseño y dijimos: hagámoslo del mismo color que su perro y quizá lo apruebe", explicó Dante al podcast Amazing Colossal de Gilbert Gottfried.
Spielberg también suavizó los aspectos más espeluznantes del guión. En la versión original, Gizmo empieza siendo lindo y adorable, pero termina transformándose en Stripe, el gremlin más asqueroso y psicótico de todos. "Steven Spielberg se puso firme unas dos semanas antes de que empezáramos a rodar y dijo: 'Sabés, este personaje de Gizmo que se convierte en el Gremlin malo a los 20 minutos me gusta demasiado. Tenés que mantenerlo durante toda la película", dijo Dante más tarde.
Casi todo en Gremlins es un poco chocante. La película está ambientada en un pequeño pueblo cubierto de nieve, pero está claro que se rodó en un set de Los Ángeles. Los elementos de la trama no siempre tienen mucho sentido. Por ejemplo, la regla de no alimentar a las criaturas después de medianoche no especifica las zonas horarias. Cuando se ve al padre de Billy comprando a Gizmo, uno piensa que el héroe debe ser un niño de 12 años, como los jóvenes protagonistas de películas como ET - El Extraterrestre. Pero de hecho Billy ya es un adulto con un trabajo en el banco. Después de todo, las escenas más extremas de la película -por ejemplo, una de las bestias que persiguen a Billy con una motosierra- habrían sido inconcebibles en una película para niños. Son estas súbitas oscilaciones entre el capricho de una película familiar y el horror puro y duro las que hacen que la película sea tan única.
Tiburón contaba con el famoso discurso de Robert Shaw sobre los tiburones que devoraban a los marineros estadounidenses en el agua. Gremlins cuenta con un monólogo igualmente memorable, pronunciado por la joven protagonista Phoebe Cates, en el que describe cómo su padre se rompe el cuello mientras baja por la chimenea vestido de Papá Noel. Su cuerpo no fue descubierto hasta varios días después, a pesar del penetrante olor. Desde entonces odia la Navidad, y es difícil culparla. Los jefes del estudio se horrorizaron ante una escena tan morbosa que intentaron por todos los medios suprimir, pero Spielberg volvió a defender a Dante, y así se mantuvo.
Mientras tanto, Dante, un cinéfilo empedernido, mantuvo contentos a los críticos llenando la película de referencias a películas clásicas como La invasión de los ladrones de cuerpos y ¡Qué bello es vivir! También incluyó algunos momentos frenéticos de slapstick al estilo de los Keystone Cops; quizá el más notable sea la escena en la que la desagradable Sra. Deagle (Polly Holliday), con un estilo parecido al de Scrooge, es propulsada a una velocidad vertiginosa por la ventana en su silla de ruedas.
Gremlins, entonces, tenía algo para todos los públicos. Mucho antes de que se acuñara el término, era la película perfecta de los "cuatro cuadrantes", atractiva para hombres y mujeres, jóvenes y mayores. Hoy en día, la mayoría de las películas que se ajustan a esa descripción son asépticas y sosas. Gremlins, sin embargo, era perversa en extremo. Su poder secreto consistía en su voluntad de asustar y ofender a los espectadores, algo que éstos disfrutaban mucho más de lo que los nerviosos ejecutivos de Hollywood que la financiaban hubieran podido prever.
Los censores, sin embargo, se quedaron atónitos. En el Reino Unido, la BBFC (Junta Británica de Clasificación Cinematográfica) no tardó en otorgar a la película un certificado 15, manteniéndola fuera del alcance de los niños. En Estados Unidos, donde se estrenó como PG (para todo público), la polémica suscitada por el hecho de que una película tan violenta y transgresora fuera accesible a los niños llevó a la creación de un nuevo certificado, el PG-13.
Gremlins, por lo tanto, no sólo era divertida: era innovadora. La secuela Gremlins 2: La nueva generación (1990) era aún más extraña, y añadía un personaje que imitaba directamente a un Donald Trump mucho antes de sus sueños de presidencia. Sin embargo, cuando se trata de monstruos desobedientes que causan indignación en la sociedad educada, el Gremlins original tiene suficiente.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.