Lorenzo “Toto” Ferro parece haber entendido a la perfección aquello de que “menos es más”, que calidad suele matar cantidad. Buscado o no, el actor de 25 años logró en las únicas dos películas que protagonizó mostrar una enorme capacidad y sensibilidad interpretativa. En El ángel (2018), su caracterización del legendario asesino y criminal Carlos Robledo Puch le aportó a la historia una consistencia lúdica que el tono narrativo elegido por Luis Ortega necesitaba imperiosamente para sostenerse. En Simón de la montaña, la película que el jueves 31 se estrena en los cines argentinos, Ferro vuelve a ponerse en los zapatos y en la mente de un joven de la Patagonia al que el contacto con un grupo de congéneres con capacidades diferentes lo lleva a atravesar un particular camino de transformación personal. Y, otra vez, se luce en el film que ganó el premio de la Crítica en la última edición del Festival Internacional de Cannes.
Si bien se trata de personajes muy distintos, hay algo en común que acercan a aquél Robledo Puch y a este Simón de la ópera prima de Federico Luis. Incluso, hasta que comparte el mismo actor: el espíritu de la juventud, de la exploración y el asombro infinitos. Así en la vida real como en la ficción. “La juventud es una búsqueda constante”, afirma Toto Ferro en la entrevista con Página/12. “Ojalá no pierda mi juventud ni cuando sea grande. No dejar atrás la juventud es no perder la búsqueda constante, mantener esa inquietud permanente y nunca dejar de exigirle a la vida algunas respuestas, sabiendo que tal vez no haya tales respuesta, pero queriendo encontrar siempre algo más.”
En Simón de la montaña, el hijo del también actor Rafael Ferro interpreta a Simón, un adolescente que, incómodo con el mundo que le ofrece la sociedad planificada, está buscando su propia identidad, saber quién es y quiénes son los demás. El vínculo que entabla con un grupo de jovenes con capacidades diferentes lo ayuda a explorar a los otros y a sí mismo, en un viaje personal en el que “actúa” ser discapacitado, algo de lo que sus nuevos amigos y amigas parecen darse cuenta pero al que al mundo adulto le es imposible distinguir y comprender. Ferro es protagonista absoluto del film, en el que compone a un adolescente que a su vez -por momentos- actúa ser otro, en un doble rol en el que entra y sale sin delimitar con claridad los límites entre uno y otro.
-¿Cómo te llegó la propuesta para protagonizar Simón de la montaña?
-Fue variando, porque la primera oferta de Fede hace cuatro años era la de interpretar al hermano de Simón. Era otra película, al punto que en el film ahora no existe tal hermano. La película se fue transformando y un día me propuso ser el protagonista. Le dije que no, porque si el protagonista era una persona con hipersensibilidad, que es otra manera que le encontramos para llamar a la gente discapacitada, ¿por qué haría yo de una persona hipersensible si lo puede hacer una persona con esa condición? Le dije que fuera Pehuén Pedre, uno de los actores que participa del film. Pero la película se fue reescribiendo, y se transformó en un film sobre una persona que se interesaba en conocer un nuevo mundo y tenía que ponerse en la piel de ese nuevo mundo. Ahí me cerró, con la condición de que ensayáramos mucho, porque no era un papel sencillo.
-¿Y cumplió?
-Sí, hubo mucho tiempo de ensayo, al punto que sentíamos que ya habíamos hecho la película antes de empezar el rodaje. Gracias a eso, en el rodaje ya sabíamos qué lugares queríamos tocar, cómo queríamos que se moviera el personaje, cuándo queríamos que moviera la cabeza de determinada manera y cuándo no… Apareció la idea de Simón 1 y Simón 2, en el que el primero era más parecido a Lorenzo y el segundo era el que trata de parecerse más a Pehuén. Fue muy complejo el trabajo, ya que pasábamos de un registro a otro todo el tiempo como una manera de interiorizarlo. Había que estar alerta y disponible todo el tiempo.
-¿Lo complejo era no solo el doble rol, sino el “parecer” pero no “ser” una persona con capacidad diferente?
-Sí, fue un trabajo actoral de muchas capas. Por un lado, un actor actuando de Simón, y por otro, Simón actuando de una persona que le enseña a actuar como otros. Fue complejo pero interesante, porque es una película que termina tratando sobre muchas cuestiones, pero también sobre la actuación humana, de cómo nos inventamos personajes para sobrevivir en la vida cotidiana.
-¿Cómo es eso?
-Todos tenemos un montón de “yoes”. No hay un único y permanente “yo” en la vida. Uno es de una manera con su madre, de otra manera con sus amigos, de otra manera en soledad... El personaje de Simon no está conforme con lo que el mundo le puso alrededor y quiere salir a buscar otras cosas, relacionarse con otras personas, encontrar otras experiencias, otros ojos… Y se cruza con un grupo humano de gente hipersensible y muy tierna, donde redescubre la ternura, donde se vuelve a sentir un poco como un niño donde puede jugar a ser otro, donde se puede disfrazar sin ser juzgado.
-Simón parecería buscar otras perspectivas por fuera de las instituciones sociales. ¿Por eso el mundo adulto no lo entiende?
-Totalmente. Nosotros nacemos siendo una hoja en blanco y el mundo nos va tallando. Simón trata de ir en contra de esa corriente. Trata de “destallar” su hoja para volver a ponerla en blanco y a veces cuando uno hace ese camino es mal visto. El mundo adulto está influido, por no decir infectado, por las instituciones sociales. Simón no teme quedar mal. Y eso es una virtud. Es un personaje inconformista, que sale a buscar algo nuevo… Hay algo muy lindo ahí que es salir a sentirse vivo, empezar de cero. Simon encara la aventura de empezar de cero para no volverse cómodo en el mundo y tener que aceptar lo que le impusieron. Yo quiero ser un poco Simón en la vida, un antropólogo de las personas, de las diferentes realidades y de estar constantemente empezando de cero.
-¿Y te es fácil? El oficio actoral permite empezar de cero y ser otras personas en cada nuevo proyecto, ¿no?
-Sí, el tema es que hay que tratar de llevarlo a la vida de todos los días, que cada día sea un nuevo nacimiento y poder sorprenderse de cada cosa que pasa como cuando uno era niño. Eso no pasa mucho… Tampoco en la actuación. Tuve la suerte de que en esta película, después de mucho trabajo, llegué a poder sorprenderme con cosas que en la vida cotidiana paso de largo.
-¿Por ejemplo?
-Me sorprendí por el solo hecho de estar caminando en una calle de tierra, ¿viste? Llegando a la casa de Simón, que el personaje llegue a su casa a través de una calle de tierra, esas pequeñas cosas que forman algo en el imaginario, en la cabeza, que la vida está viva… Hay detalles que la vida cotidiana mutea. La hipersensibilidad se mutea en la vida diaria. Después había cosas en el rodaje que no paraban de sorprenderme, que eran los actores con los que tuve que compartir, eran la frescura en persona. Hay una mirada en ellos que es muy peculiar.
-¿El elenco está conformado por actores y actrices o era la primera vez que actuaban?
-Son los mejores actores del mundo, pero era la primera vez que actuaban en cine. Pero creo que son las personas que mejor actúan y que lo tienen aceptado, incluso más que nosotros. Creo que eso fue un gran aprendizaje, de qué manera le sacamos provecho al hecho de que somos todos actores de la vida.
-La vida de Simón, al contactarse con ellos, se transforma. ¿Te pasó algo similar al estar en contacto más estrechamente durante las semanas de rodaje con los actores con capacidades diferentes?
-Sí, claro. Empezó a cambiar mi punto de vista sobre la gente con hipersensibilidad. Antes uno tenía muchos tabúes, es un tema que está tratado con muchos tabúes, como que están siempre puestos en un lugar de inferioridad frente a nosotros, la “gente normal”… Pero, ¿qué es ser "normal”? Si vamos a usar la palabra discapacidad, nosotros también somos gente discapacitada: somos discapacitados para amar, para empatizar con los otros… Somos discapacitados para un montón de cosas. En el set me di cuenta de que estamos todos en la misma sintonía, en este caso gracias al cine… Viven una vida de una manera mucho más pura, están un poco menos infectados que nosotros, los que nos creemos “normales” pero que en realidad no lo somos. La vida es mágica, entonces deberíamos saber que nadie habla el idioma de la normalidad porque no existe tal cosa.
-En un momento, al abordar la temática de la identidad, en la película se incluye un material de archivo en el que aparecés vos cuando eras un niño y tu papá te lee un fragmento de una obra de William Shakespeare. ¿Cómo tenía conocimiento el director de ese material y por qué decidieron incluirlo en el film?
-Con Fede hicimos hace dos años un curso de documental, imagen y puesta en escena dictado por Manuel Abramovich. Y una vez presenté un corto de ocho minutos que reunía material de archivo, entre el que estaba la escena de mi padre leyéndome Shakespeare. Y un día, en pleno montaje, Fede me escribió preguntándome si podía utilizarlo. Le dijo qué sí, pero que tenía como 16 horas. Viendo todo ese material de archivo recuperé una niñez que tenía perdida. Fue muy emocionante. Y me parece muy lindo que esté esa escena porque rescata algo de mi niñez, a la vez que en la película se relaciona con la idea de actuar desde chico, actuar a ser otro. Es un film de ficción en el que la vida real está presente todo el tiempo.
El cine argentino en tiempos libertarios
Simón de la montaña ganó el premio a mejor película de “La Semana de la Crítica” en la última edición del Festival Internacional de Cannes, que selecciona sólo siete películas de directores de todo el mundo. También fue seleccionada por el Festival de cine de San Sebastián para competir en la categoría “Horizontes Latinos”. Entre otros premios, Simón… fue ganadora del Grand Prix del FILMFEST de Munich, elegida mejor película del Festival Internacional de Cine de Lima, donde Ferro también recibió el galardón a mejor actor, al igual que en el Santiago Festival Internacional de Cine de Chile. La opera prima de Federico Luis no hubiera sido posible sin el apoyo del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), que por decisiones del gobierno nacional hoy atraviesa la parálisis más importante de su historia.
“Simón… fue posible gracias al INCAA, fue una de las últimas películas apoyadas por el Instituto”, puntualiza Ferro. “Habrá que sufrir cuatro años más, y rezar para que no sea más tiempo y que vuelva el INCAA, o que se inventen nuevas maneras. Lo que sí me parece es que lo último que hay que hacer es tomar lo que pasa para hundirse en uno mismo y sentir que es imposible. Hay que salir a marcarlo, a criticarlo, pero en paralelo, la mejor manera de hacerle notar a esa gente que está loca es decirle que nosotros estamos más locos porque no vamos a quedarnos de brazos cruzados”.
-¿Cómo ves la situación del cine argentino, que más que una política cultural parece una embestida del gobierno nacional de posicionarlo como “enemigo”?
-Sí. Claramente lo veo mal, pero desde los momentos más duros nacen cosas muy potentes también. De los peores momentos amorosos, políticos, nacen a veces los mejores poemas, las mejores canciones... No sé, como las canciones de Charly (García). Entonces, no hay que perder la esperanza de que quizás estemos en el peor momento, pero que a su vez se esté gestando algo dentro nuestro, que nosotros estemos en nuestro zenith sin darnos cuenta. Hay que creer que el cine todavía está vivo. Más que nada la idea de comunidad, de apoyarnos entre las personas y de poder apoyar a las voces nuevas, de que los directores más consagrados puedan apoyar a las voces nuevas, porque ahora sin el INCAA los que corren más riesgo son los que están empezando a dirigir. Entonces, creo que más que salir a decir que es el peor momento, creo que mucha gente que está en un lugar de beneficio en la industria, que no es tanta, debería apoyar a las nuevas voces.
-¿Sentís ahora que hay menos trabajo?
-Yo soy un caso particular, pero lo veo en mi padre o con colegas… Es una realidad que me va llegando también. La gente está sin trabajo en este rubro. Y no es que yo estoy trabajando y que tengo mil proyectos tampoco, pero desde que empecé fui muy quisquilloso y fui muy selectivo porque no tengo una familia que mantener, no tengo hijos a los que darle de comer, entonces hasta el día de hoy tuve la posibilidad de poder elegir. Pero sí, hay mucho menos trabajo. Y del trabajo que hay es poco el que vale la pena, mirado desde un punto de vista artístico. Sí te da de comer, pero no creo que te presenten desafíos artísticos.
-¿Y eso es un problema para la carrera de cualquier actor, porque el trabajo te pasteuriza?
-Sí, es un problema para el actor. A veces vivimos esperando el gran proyecto y ese gran proyecto o no llega o no existe. Por eso hay que tratar de tomar los proyectos que uno acepta como si fueran grandes desafíos. En mi caso, lo siento distinto porque Simón de la montaña para mí es hermosísimo. Pero me imagino tener que hacer una tira diaria, que tal vez no representa lo mismo que hacer una película. Hay que tomarse todo lo que venga como una bendición y muchos más en estos días en que la situación laboral esta áspera.