El 30 de octubre de 1796, doscientos esclavizados lideraron una de las rebeliones más trascendentales en la historia de la actual República Dominicana, en el Ingenio Boca de Nigua, un establecimiento azucarero bajo dominio de la corona española. Inspirados por el eco revolucionario de la Revolución Haitiana, que estalló en 1791 en otro punto de la isla, las y los esclavizados en Nigua se alzaron en búsqueda de libertad y justicia. Esta revuelta histórica fue encabezada por Ana María, quien asumió el rol de “Reina Negra” y, junto a sus compañeros, se apoderó del ingenio, organizando un gobierno propio que desmanteló plantaciones y símbolos de la opresión esclavista.
La rebelión de Boca de Nigua no fue una protesta menor; se convirtió en un potente grito de libertad, proponiendo un modelo de gobierno popular en el mismo suelo que había soportado siglos de explotación. Su importancia no solo radica en la magnitud de la insurrección, sino en el mensaje radical que transmitía: la abolición de la esclavitud y la construcción de un futuro autónomo. Este hecho resonante marcó un golpe profundo a la colonia española y debilitó las bases de la esclavitud en la región, pavimentando el camino para su erradicación definitiva en los años siguientes.
El Ingenio Boca de Nigua se ubicaba junto al río Nigua, en una región que desde el siglo XVI se había convertido en epicentro de la producción de azúcar en el Caribe. La introducción de la caña de azúcar en esta isla transformó su economía y la de toda América, impulsando la exportación de azúcar y dando origen a un lucrativo comercio transatlántico. Durante ese siglo, los ingenios de la isla caribeña se consolidaron como los más avanzados de la época, integrando procesos agrícolas e industriales que sostenían una cadena de explotación humana. La historia de estos ingenios es inseparable de la llegada del sistema esclavista a América, en el que hombres y mujeres africanas fueron reducidos a fuerza de trabajo forzada y brutal.
A partir de la década de 1970, se emprendió una restauración del Ingenio Boca de Nigua, salvándolo de la ruina y habilitándolo como un espacio histórico y educativo. Esta restauración respetó su autenticidad arquitectónica, permitiendo que hoy se pueda observar cada etapa del procesamiento del azúcar, desde la molienda de la caña hasta la cristalización del producto final. En 2005, el sitio fue declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO, bajo el proyecto “Los primeros ingenios coloniales azucareros de América”, y además se integró en la Ruta del Esclavo, iniciativa que reconoce los espacios históricos de la esclavitud en el continente americano.
A pesar de no lograr la abolición inmediata, el legado de quienes lucharon en Boca de Nigua dejó una huella imborrable en la historia antirracista de América. Su acto de resistencia debilitó las estructuras esclavistas y encendió una llama de esperanza que, años después, vería resultados. Hoy, el Ingenio Boca de Nigua permanece como testigo de aquella resistencia y legado de dignidad afrodescendiente, pero el dolor de esta historia sigue vigente. En la misma isla donde los esclavizados buscaron la libertad y soñaron con un gobierno propio, hoy se ejecuta otro capítulo de opresión. Desde el inicio de octubre, el gobierno de la República Dominicana ha lanzado un plan de deportaciones masivas que apunta a expulsar a más de 10,000 personas de ascendencia haitiana cada semana. Este proceso, plagado de denuncias por violaciones a derechos humanos, ha intensificado la tragedia de un pueblo históricamente golpeado por las grandes potencias.
Hoy, el Ingenio Boca de Nigua permanece como testimonio de aquella lucha, una herida en la memoria colectiva y, al mismo tiempo, un símbolo de dignidad y resistencia del pueblo afrodescendiente en las Américas y el Caribe.