La habitación de al lado 7 puntos
The Room Next Door, España, 2024.
Dirección: Pedro Almodóvar.
Guion: Pedro Almodóvar, inspirado en la novela Cuál es tu tormento, de Sigrid Nunez.
Fotografía: Eduard Grau.
Música: Alberto Iglesias.
Intérpretes: Tilda Swinton, Julianne Moore, John Turturro, Juan Diego Botto.
Duración: 107 minutos.
Estreno: en salas únicamente.
Hay una paradoja muy significativa en el León de Oro de la Mostra de Venecia que ganó Pedro Almodóvar en agosto pasado con La habitación de al lado. Que el más reconocido cineasta de habla castellana haya sido premiado por primera vez en más de 40 años de carrera con el máximo galardón de uno de los grandes festivales por su primer largometraje hablado en inglés dice mucho sobre el estado del cine de autor hoy, plegado a las demandas del mercado internacional.
Esto no significa que Almodóvar haya hecho un film indigno de su obra. Por el contrario, The Room Next Door tiene muchas de las marcas de identidad que hacen a la personalidad de su filmografía, pero que sin embargo parecen un tanto diluidas por el cambio de idioma, actrices (Tilda Swinton y Julianne Moore) y locaciones, aunque mucho de la película se haya hecho en estudios, a la manera del Hollywood clásico que Almodóvar siempre ha venerado.
El punto de partida es simple y proviene de la novela breve Cuál es tu tormento, de la autora estadounidense Sigrid Nunez. Una escritora en la cumbre de su prestigio, Ingrid (Julianne Moore), regresa a Nueva York para firmar ejemplares de su libro más reciente y se entera por casualidad de que su vieja amiga Martha (Tilda Swinton), una reconocida corresponsal de guerra a quien hacía tiempo no veía, está internada con pronóstico grave: tiene un cáncer muy agresivo. Ingrid no tarda en acercarse al sanatorio y en volver a conectar con Martha, que está atravesando un invasivo tratamiento experimental que no termina de aceptar. Ella, que sobrevivió a mil batallas, prefiere elegir una muerte digna antes que consumirse en una cama de hospital.
Ese reencuentro y esa decisión disparan la dramaturgia de La habitación de al lado, que a partir de allí será una suerte de duelo de actrices un poco a la manera de los “women's pictures” de George Cukor en general y de Ricas y famosas (1981), en particular, que también giraba alrededor de la reunión de dos amigas escritoras, aunque allí todo iba en plan de comedia ácida. En La habitación de al lado, en cambio, el oscuro fantasma de la muerte ronda de manera cada vez más ominosa alrededor de Martha e Ingrid y cada una tendrá para contar todo aquello que no se dijeron en su momento, o que había quedado trunco por el largo hiato en el que no se vieron, incluyendo al hombre que en alguna circunstancia ambas compartieron (John Turturro) y que reaparece fugazmente, para hablar de los sueños y la juventud perdidas.
No está de más recordar que Swinton y Moore son dos actrices extraordinarias y que hacen un tándem perfecto, que deliberadamente –ya desde el diseño de la foto del afiche- quiere remitir al de Bibi Andersson y Liv Ullmann en Persona (1966), de Ingmar Bergman, una referencia que el propio Almodóvar ha reconocido en diversas entrevistas.
La habitación de al lado, sin embargo, parece hecha especialmente para Swinton así como en su momento Almodóvar había hecho Volver (2006) como un monumento para Penélope Cruz, que hasta ahora siempre fue su musa. La actriz británica –con quien Almodóvar ya había trabajado en el mediometraje La voz humana (2020)- tiene la particularidad de contar con una personalidad fuera de serie, que le permite abordar las drásticas decisiones de su personaje con una verdad interior que no necesita de énfasis. Pero ese aspecto gélido, casi alienígena de su figura moribunda hace extrañar quizás al Almodóvar más sanguíneo, no ya de su juventud, porque el cine del director manchego cambió mucho en los últimos años, sino apenas el de Madres paralelas (2021), su largometraje inmediatamente anterior, donde la muerte rondaba de otro modo, a partir de la memoria histórica de una España que sigue negando muchos de los crímenes del franquismo.
Lo que no se comprende muy bien es cómo, teniendo una actriz del talento y profundidad de Swinton, Almodóvar decide contar parte de la historia de su personaje con unos flashbacks tan poco convincentes, que dispersan innecesariamente la concentración de la película, cuando un monólogo suyo –a la manera teatral, de la que el resto del film no reniega- hubiera conseguido que esas imágenes se materializaran de manera mucho más auténtica en la imaginación del espectador.
Otro motivo de dispersión e incluso de desafección emotiva aparece hacia el final, cuando la muerte de Martha es inminente, y la tremenda estilización visual de la película, esa profusión tan armoniosa como impostada de colores –los rojos, los verdes, los amarillos, los malvas- le ganan la partida al momento trágico que la película ha venido construyendo laboriosamente desde su inicio. Son las contradicciones de un cineasta virtuoso, que siempre ha privilegiado complacer el ojo del espectador aún a costa de su materia dramática, aunque en films anteriores supo conseguir un equilibrio mejor.