“No me abandones / hay que olvidar / todo se puede olvidar / (…) / Malentendidos / y tiempo perdido/ No me abandones / te ofreceré / perlas de lluvia / procedentes de países/ donde no llueve / (…) No me abandones / Déjame convertirme / en la sombra de tu sombra / la sombra de tu mano / la sombra de tu perro/… No me abandones…".

“La muerte del caballo azul” puede sentirse, paladearse y saborearse lenta y deliciosamente como una dulce y triste canción francesa de despedida. Quizás como “Ne me quitte pas” de Jacques Brel, la canción de adiós más icónica, popular y melodramática de todos los tiempos del cancionero galo.

En la obra de teatro escrita por Rita Hostt y dirigida por Maruja Bustamente, la canción que se narra tiene ecos, tópicos y resonancias universales: la de una pareja de amantes  que, en algún momento o en todo momento, supieron que, por la diferencia de edades, el vínculo amoroso era fugaz y tenía fecha de vencimiento y que, por lo tanto, estaba atravesado por la lógica del carpe diem.

En el camarín de un teatro de París, dos mujeres, Mumi, una actriz madura y experimentada (Sophie Tirouflet) y una artista más joven, Regina, (Rita Hostt) se aprestan para la última función de “Las criadas” de Jean Genet. Y, a la vez, preparan sus cuerpos y sus corazones para otra despedida definitiva: la de una relación de amor que duró media década.

Mientras en el camarín, las féminas ponen en juego un presente cargado de reproches, celos, malentendidos, rencores y tristezas -que no pueden evitar la evocación de viejas complicidades y felicidades-, alternativamente sobre unas cortinas blancas, aparecen proyectadas en imágenes de video las fotos veladas (y robadas) de un tiempo mejor en donde prevalecían las coincidencias y la voluptuosidad. (Tal como escribió L.P. Hartley en un comienzo de novela destinado a hacerse célebre: “El pasado es un país extraño. Allí las cosas se hacen de forma diferente”). De esa manera, el público conoce a través de pequeños fragmentos la historia de amor de las mujeres. Y, en términos narrativos, presente y pasado, se unen y dialogan, como las caras necesarias de una misma moneda. Asimismo, el recurso da cuenta de que, aun antes de despedirse, las dos mujeres ya comienzan a extrañarse.

Apoyadas en la dramaturgia sutil y poética de Rita Hostt, las dos actrices se lucen -frecuentemente a través de un extraordinario juego de miradas y de una mágica química palpable - mientras se maquillan, se visten, cantan, bailan o ensayan las dos funciones finales: la del teatro y la de la vida en común. Bajo la mano maestra de Maruja Bustamante, se perfilan los dos caracteres: el más frío de Mumi que esconde pasiones intensas y el de Regina que desborda vitalidad, fogosidad, encanto y alegría de vivir. La inclusión de canciones exquisitamente interpretadas -de manera solitaria o a dúo, en francés y en inglés- contribuyen a la creación de un clima donde impera la nostalgia. A su vez, la dramaturgia de Genet, opera como intertexto que da cuenta de las situaciones de amor-odio, de dominación y sojuzgamiento que suelen encubrir las relaciones amorosas.

El título de la obra alude a un sueño de Regina en donde ella debía sacrificar un hermoso caballo, tan negro que parecía irradiar luminosidades azules. Y esa nostalgia por la pérdida de la belleza y de las ilusiones cuya metáfora aparece en el sueño de Regina impregna toda la obra.  Es una metonimia que da cuenta también de que, en ocasiones, somos los propios humanos los que sacrificamos los propios deseos e ideales.

La trieja Bustamante-Hostt-Tirouflet, ofrecen una propuesta teatral minimalista (una hora, que como la historia de amor que narra, lxs espectadores desearíamos que continuara más), sensible y lírica, un remedio para melancólicos, una obra ejemplar que, sin abandonar las especificidades militantes de género, amor lésbico e inclusive etarias, puede resultar catártico para todxs quienes en algún momento dijimos tristemente “adiós”.

“La muerte del caballo azul” de Rita Hostt con dirección de Maruja Bustamente. Con Rita Hostt y Sophie Tirouflet. Area 23. Pasco 623. Miércoles 20 y 30 horas.