“Bajamos 8 puntos la pobreza y los salarios suben hace 5 meses”, señaló el presidente Javier Milei ante empresarios en Córdoba mientras se desarrollaba el paro nacional de los trabajadores del transporte. El anunció sonó increíble, ya que las propias estadísticas oficiales indican un incremento de 11,2 puntos porcentuales en las personas bajo línea de pobreza, en el primer semestre del año.

Pero ya nadie parece reclamar un mínimo de seriedad a un presidente que en el mismo discurso felicitaba a la ministra Bullrich por haber terminado con los piquetes, el mismo día que las organizaciones sociales realizaban 500 cortes de ruta a lo largo y ancho del país.

La evolución del salario, según el índice del Indec, muestra efectivamente 5 meses de incremento respecto a los precios, aunque aún sin recuperar las pérdidas sufridas en los primeros meses de gobierno. La evolución tampoco es pareja ya que mientras el sector privado está cerca de recuperar el poder adquisitivo del salario pre-Milei, los salarios públicos siguen muy deteriorados. Respecto a los informales, el rezago entre la medición y la publicación, hace que pierda realismo en un contexto inflacionario.

La pregunta es si el actual esquema económico aguanta una recuperación relevante del salario ya que, hasta el reciente blanqueo, la principal fuente de divisas del gobierno era la venta de dólares ahorro para mantener el nivel de consumo de quienes vieron deteriorados sus ingresos, junto a un nivel de importaciones bajo debido a la depresión económica.

Siendo así, la mejora salarial tendería a incrementar la demanda de dólares, tanto por la recomposición de los ahorros, como por el repunte de las importaciones asociado a la reactivación del consumo y la producción. A ello se suma el previsible déficit de turismo asociado a la fuerte apreciación del peso. La pregunta se vuelve más relevante si se tiene en cuenta que el año próximo comienzan a caer los vencimientos de la deuda tomada en tiempos de Macri y renegociada por Alberto Fernández.

La fuga hacia adelante que ve el oficialismo es apelar al ingreso de dólares financieros. Ello explica la euforia en el Ministerio de Economía por la caída del riesgo país por debajo de los 1.000 puntos. Un empujón adicional dado por un contexto de bajas tasas en EEUU y un posible triunfo de Trump que habilite una renegociación amistosa del crédito del FMI, podría acelerar la baja del riesgo argentino y habilitar a Caputo a realizar su principal habilidad: endeudar al país.

Los dólares financieros permitirían refinanciar los pagos de deuda emitiendo nueva deuda y, tal vez, brindar un ingreso extra de divisas que permita sostener la apreciación del peso, al menos, hasta las próximas elecciones.

Pero no todos están conformes con dicha posibilidad. Ya Paolo Rocca advirtió que prefiere "un tipo de cambio que refleje la productividad de la economía y no el de los flujos de capitales de corto plazo". Unos días antes, Lilita Carrió había dicho: “Qué hermosa bicicleta financiera están armando. Cómo ganan y qué felices están los amigos de Toto, el ministro”. Como nos enseñó el intelectual recientemente fallecido, Eduardo Basualdo, el poder económico no es homogéneo y la actual política cambiaria generará tensiones entre los sectores productivos y financieros.