Un pueblo islandés, rodeado de montes volcánicos, nieve, hielo y mar. Nada especial hasta allí. Reijkiavik no parece cerca, pero tampoco puede estar muy lejos. Uno se pregunta cómo será vivir en un sitio tan inhóspito, pero basta recordar el centro porteño, el rosarino o el cordobés para que vuelva la calma.

La gente del lugar es sin dudas rústica y curtida. Pocas palabras, rostros que parecen azotados por algo más que el viento helado, muestran a través de sus miradas que se sienten rodeados por una inmensidad intensa, inabarcable. Miran la profundidad de las pocas cosas que están al alcance de la vista como si en verdad fueran una especie de simulacro de realidad, una puesta en escena que justifica la existencia de un tiempo, un espacio, y de sí mismos.

Nada esencialmente inusual parece irrumpir en esa fisonomía hasta que el mar les ofrenda una sorpresa macabra: pescadores perciben que algo se  atascó en sus redes, y al alzarlas un cadáver se presenta, mutilado, sin miembros ni cabeza. Lo inesperado incursiona en medio de un entorno que parece inconmovible.

A todo lo largo de las primeras escenas de Trapped, el pueblo ‑Syoisfjorour‑ se ve desde el puente de un ferry que navega en las heladas aguas del mar de Islandia. Enorme, el navío bien podría ser uno de esos cruceros que llevan en sus entrañas a gente que busca conocer apenas en forma superficial otros lugares, tocando aquí y allá puertos de parajes conocidos a través de folletería de turismo. No en esas aguas. No en Islandia. El barco es sólo un ferry que une a Dinamarca con la isla. Una pulcra y gigantesca nave danesa.

Nada de pulcro pero sí de gigantesco tiene el jefe de policía del pueblo, quien recibe el cuerpo decapitado y sin brazos y piernas en el muelle del puerto. "Esto está mal", farfulla cuando lo ve, estableciendo la violación de una rutina. Todo desde ese momento comienza a girar en torno de los escasos episodios que alguna vez lograron impactar en esa natural monotonía.

Un incendio arrebata la vida de una joven, pero le permite sobrevivir a su novio, algo lumpen y fumeto. Ese fuego en la nieve será sindicado después por el padre de la chica muerta como uno de los sucesos disruptivos que ya se mencionaron. El voluminoso jefe policial termina siendo el cuñado de la muchacha muerta en el incendio y, para complejizar la trama, el joven es uno de los que venían a bordo del ferry, que es retenido en el puerto porque la policía supone que el cadáver hallado provenía del barco.El capitán del ferry es un danés altanero. En principio se niega a permanecer en el puerto y sólo obedecerá esa orden si Copenhague libra una orden judicial, que pronto llega, y el barco queda finalmente retenido. Aún así, se muestra remiso a colaborar con la policía local.

El incendio, que se desata en una de las primeras secuencias del primer capítulo de Trapped, vuelve una y otra vez por medio de flashbacks, ya sea cuando el joven recuerda la tragedia o en algunas ocasiones en que los padres de la chica cargan sobre él la responsabilidad del incidente.

A esa altura, todo lo que puede esperarse de un guión dramático ya está puesto en valor para la consideración del espectador. Y nada resultará fácil de ahí en adelante.

Los policiales nórdicos ‑si se pudiera hablar de un género tal‑, incluso aquellos que rozan un tono de comedia, tienen algo en común: sus guiones se esfuerzan por acentuar que los crímenes brutales tienen un carácter completamente excepcional.Un puñado de ejemplos confirman ese punto de vista: The Killing, Lily hammer, Aber Bergen, Wallander, y la propia Trapped, son series en las que el horror que siembra un asesino serial, la aparición del crimen organizado, los casos de homicidios violentos o escabrosos, además de irrumpir con fuerza en la rutina pacífica de una comunidad, por lo general acontecen en poblados pequeños, alejados de las grandes ciudades o capitales.

Las tramas parecen hacer hincapié en no naturalizar lo que en Estados Unidos y Europa continental ya forma parte de una cotidiana patología delictual. Aún en el interior profundo, en los parajes más alejados de los centros urbanos yanquis o europeos, es posible casi cualquier aberración y ello a nadie sorprende, más allá del horror que provoca el suceso en los primeros instantes en que se hace público.

En los thriller nórdicos da la sensación de que se está diciendo, en todo momento: "Nos llevó mucho tiempo dejar de ser ante los ojos de la Europa civilizada los bárbaros asesinos que bajaban de los barcos a quemar aldeas, violar mujeres y comerse a los niños en el desayuno. Ahora que somos países pacíficos, prósperos y con tasas de criminalidad envidiables, cuando pasa algo así, nos sorprende y horroriza. Y lo contamos de ese modo, no como un relato más, sino como una forma de exorcismo, diciendo acá eso no ocurre, y cuando sucede, nos inunda la desazón y queremos deshacernos como sea de ese horror". Se puede decir que en parte lo logran.

Las mafias son norteamericanas, lituanas, rusas, no existe crimen organizado local, la sociedad nórdica no parece contar con ese condimento. La trata de personas es otro tópico muy abordado, y por cierto quienes la organizan y explotan son foráneos.

También es notorio que a la hora de elegir las locaciones existen razones menos filosóficas o sociológicas, y aparece la clara intención de divulgar la existencia de otros sitios, que no todo termina en Estocolmo, Copenhague, Oslo o Reijkiavik. Acaso Suecia haya conseguido que trasciendan ciudades como Upsala ‑la cuna de Ingmar Bergman‑, o M'lmo, pero del resto de los países nórdicos casi no se conocen otras ciudades o pueblos que no sean sus capitales.

Y así como se exhibe la dureza del clima, no pasa desapercibido al espectador que en esos paisajes inhóspitos también subyace una belleza desusada, apenas intervenida por la mano rapaz de la sociedad de consumo. Comarcas que convocan a ser visitadas, exploradas, miradas de cerca, experimentadas en la propia piel. Turismo, divisas, negocios. Tampoco se debe idealizar tanto a los nórdicos. Al fin y al cabo, se trata de poder seguir haciendo series.

 

Trapped, creada por el actor y director Baltasar Kormákur.Primera temporada:10 episodios. La segunda está en producción. Plataforma: Netflix.