Desde Villa Gesell

Concluido el tercer día de tareas de rescate, no se registraron hallazgos entre los escombros del apart hotel Dubrovnik, cuya torre principal de diez pisos que se derrumbó en la madrugada del martes y arrasó en su caída gran parte del Alfio I, un edificio lindero de alrededor de treinta departamentos. No obstante eso, y a pesar incluso de que los instrumentos de geofonía y tecnología sonar no rebotaron ninguna señal --algo que sí había pasado en las dos jornadas anteriores-- sigue vigente la esperanza de encontrar con vida a las seis personas que quedaron atrapadas entre las ruinas.

Lo que sí presentó otra dinámica fue la investigación a cargo de la letrada Verónica Zamboni, titular de la Fiscalía 6 de Villa Gesell que lleva adelante la etapa de instrucción preparatoria en la que se procura recomponer el escenario y las condiciones que propiciaron un desastre sin precedentes en la localidad balnearia más importante de Argentina después de Mar del Plata. En ese sentido trascendieron declaraciones de los primeros detenidos que tiene la causa hasta ahora con carátula de estrago culposo agravado por la muerte (de momento con dos fallecidos): cuatro albañiles que estaban trabajando en una obra del Dubrovnik y lograron salvar sus vidas escapando del derrumbe, pero poco después fueron detenidos, condición que aún conservan. Algunos de estos testimonios señalaban que, aún a sabiendas de que no contaban con la autorización municipal para las obras, fueron conminados tanto por una arquitecta como por el propio dueño del apart hotel a no detener las tareas “hasta que venga una orden de arriba” que les indicara lo contrario.

La notificación del pedido de paralizar las obras

Uno de los obreros detenidos que declararon ante la fiscal Zamboni fue Sergio Paco, el capataz que había recibido una notificación de pedido de paralización de obra enviada el 20 de agosto pasado por el director de Inspección de Edificios Privados y Espacios Públicas, Nicolás Valdez, y que el Municipio de Villa Gesell hizo circular especialmente en la mañana del martes, cuando la ciudad se había llenado de medios de comunicación narrando para todo el país un hecho trágico prácticamente sin precedentes en la historia argentina, al menos en los referidos a desastres que no fueron promovidos por causas naturales sino presumiblemente humanas. En ese sentido, la causa avanza en la línea de que el derrumbe habría sido producido por la realización de obras sin habilitación que afectaron los cimientos y vigas e hicieron que la mole cayera al vacío.

Es curiosa la declaración de Sergio Paco: ¿de donde emanaría esa orden “de arriba” que le habían comunicado justamente sus superiores? Casi al mismo tiempo que el joven capataz de 33 años declaraba esto, aparecieron dos propietarios del lindero Alfio I relatando por separado un mismo hecho de curiosidad mayúscula: el año anterior ese edificio había sido clausurado e inhabilitado por la Municipalidad de Villa Gesell luego de que una inspección advirtiera una fisura en una escalera. Se hicieron los arreglos con un arquitecto contratado por los consorcistas, pero al presentarse para mostrar las tareas recibieron por respuesta que era necesario trabajar también con un profesional indicado por el municipio local, según contaron estas mismas personas. Eso derivó en otros trabajos que duplicaron el valor de los trabajos para, finalmente, poder volver a usar el edificio.

Una faja de seguridad

La indignación de estos propietarios es notable: señalan que las autoridades de la Municipalidad impidieron durante un tiempo considerable la utilización del Alfio I colocando una faja de seguridad que prohibía el acceso al mismo hasta tanto no se reparara la escalera, aunque no tuvieron la misma vara con el Dubrovnik, donde incluso tres días antes del derrumbe los vecinos del edificio contiguo lograron sacar fotos de obreros trabajando en tareas para las cuales no contaban con habilitación oficial. Además agregaron otros dos detalles: el año pasado sintieron vibraciones en la zona de la medianera compartida con el apart hotel, mientras que hacia fines de agosto e incluso principios de septiembre escucharon ruidos similares a los de rotopercutores o martillos neumáticos que provenían desde el lugar que para ese entonces ya había recibido la advertencia de paralización de obras de esa naturaleza.

Zamboni intenta llevar la investigación de abajo hacia arriba: por eso mantiene detenidos a los obreros, algo que de todos modos causó cierta indignación entre vecinos que señalan que hasta ahora solo atraparon a “perejiles”. Sin embargo la instrucción busca desde allí comenzar a trepar en la cadena de mandos y responsabilidades, lo cual ahora debería continuar con arquitectos, los dueños del Dubrovnik y los responsables de los controles municipales.