Dos hermanas esperan la llegada de la madre, en una casa de veraneo, son los años ’90. La circunstancia no es grata, se trata de arrojar las cenizas del padre al mar. Pero la madre no llega, y las diferencias no tardan en asomar. Con dirección de Luciana Di Pietro, dramaturgia de Vanina Frustagli y Tincho Zaragoza, y actuaciones de Vanina Frustagli y Macarena Goicoechea, La Sal se presenta hoy a las 21, y los sábados de noviembre (9, 23 y 30), en Teatro de la Manzana (San Juan 1950). “Si bien comencé como actriz, con La Prudencia me largué a dirigir, además de algunas cositas para Microteatro; y me di cuenta que me calzaba cómodo ese lugar y esa tarea. Tuve también un reconocimiento por parte de mi entorno, y empecé a recibir más propuestas. Así sucedió con La Sal, y con otras dos obras que se estrenan a principios del año que viene”, comenta Luciana Di Pietro a Rosario/12.
-¿Qué es lo que te interesó en esta obra para querer dirigirla?
-Cuando me convoca la autora, Vanina (Frustagli), me sedujo la presencia de un padre muerto. Son dos hermanas que se reúnen a realizar un último ritual para despedirlo, tirando sus cenizas al mar; y me interesaba construir no solo la presencia de ese muerto, sino también su vida, a través de los cuerpos de ellas. Me parecía que eso era clave: pensar en las consecuencias de las acciones de ese hombre, de esa familia o de ese intento de familia, y cómo todo lo que había producido generaba una tensión permanente, como una atmósfera asfixiante. Me resultaba un territorio dramático interesante. A la vez, fue un desafío importante, porque desde la dramaturgia se planteaba una historia de abuso de parte de ese padre hacia una de las hijas. Como veníamos en una búsqueda bastante absurda y grotesca, ¿cómo encajar un tema tan sensible, del que definitivamente nadie se puede reír, en una obra que tiene matices humorísticos pero también dramáticos? Esa combinación y contradicción me interesaba, porque creo que el teatro no soporta la linealidad absoluta, hay que ir buscando contradicciones para poder contar una historia.
-Es notoria la elección del contexto.
-La obra está situada en la década del 90, y en la clase media argentina. Tuvimos que recuperar toda esa historia, que se reactualiza permanentemente, y lamentablemente hoy día. Hay muchas cosas que están muy presentes hoy, y sobre eso volvimos, para pensar en el contexto histórico desde esta propuesta.
-Asoma una voz compartida por mujeres: actrices, dramaturga, directora.
-No hicimos una búsqueda que explícitamente vaya por la cuestión de género, pero aparece, y hasta sin querer desde las temáticas, vinculadas a lo femenino. También desde los distintos posicionamientos éticos y políticos que tenemos como grupo de trabajo. Somos parte de una compañía de teatro que es muy de nuevita -Mentira, Compañía Teatral-, y estas temáticas aparecen inevitablemente, por el simple hecho de que quienes compartimos el escenario somos mujeres.
-El padre murió, y hay también una madre que nunca llega.
-La madre no aparece, pero a la vez está tan encarnada en una de sus hijas que sí aparece; o sea, lo que me interesaba era hacer aparecer a los muertos o a los ausentes a través de los cuerpos de las actrices. Esa historia familiar está tan encarnada en ellas, que no se pueden despegar en ningún momento; de esta manera, podemos ver a esa madre, a ese padre, y a esa familia rota, disfuncional y decadente. Eso me interesaba como lenguaje, para pensarlo desde el cuerpo de ella. Y sí, una de ellas es como un duplicado de la madre, está obsesionada con su llegada y no concibe el ritual sin ella.
-¿Cómo fue el trabajo con las actrices?
-La autora puso el texto a disposición, de manera permeable a lo que pasara en el proceso de ensayo; se pudo despegar fácilmente de su material, y ponerse en el rol de la actuación sin dificultades. A mí me gustaba la idea de pensar en dos hermanas muy antagónicas, y a la vez construir ciertos estereotipos, para profundizarlos y romperlos. Al principio, están muy alocadas, muy estereotipadas, y cada una tiene su explosión en el transcurso de la obra. Los estereotipos me interesan, porque nos permiten identificarnos y reírnos. Después, eso se descompone, se desarma. Lo pensé por ese lado, en cuanto a la composición actoral, con algunas características bien resaltadas. A la vez, entre ellas había que construir una hermandad, uno de los vínculos más cercanos que conocemos como humanidad, que también pudiera alojar algo de la ternura y del amor de la cotidianidad. Son dos hermanas que hace mucho que no se ven, pero sin embargo no se observa extrañeza entre ellas; cuando se encuentran, hay algo de lo familiar que está presente.
La Sal cuenta con dirección de Luciana Di Pietro, dramaturgia de Vanina Frustagli y Tincho Zaragoza, actuaciones de Vanina Frustagli y Macarena Goicoechea, producción de Mentira, Compañía Teatral, vestuario de Lorena Fenoglio, y técnica y asistencia general de Laura Giliberti.