Popular tradición de esta tierra 7 puntos 

Argentina, 2024 

Dirección y guion: Mariano Llinás 

Duración: 108 minutos 

Intérpretes: Mariano Llinás, Pablo Dacal, Laura Paredes, Agustín Mendilaharzu, Gabriel Chwojnik. 

Domingos a las 18 en Malba, Av Figueroa Alcorta 3415.

Si hubiera que elegir solo una palabra para, de manera un poco reduccionista, englobar todas las películas de Mariano Llinás, “lúdicas” sería una de las que recibiría más adhesiones. Y no solo porque cada una se propone como un juego de ingenio, en el que el espectador debe ir descubriendo las reglas durante la proyección. La idea de lo lúdico también parece ser la que rige el modo en que Llinás plantea su vínculo con el cine, una instancia hedonista en la que lo más importante es el propio deseo. El placer de hacer, una puesta en acción en la que el “cómo” -las formas- es igual de importante que el “con quién” e incluso el “dónde”, presupuestos tácitos pero evidentes que su nuevo trabajo, Popular tradición de esta tierra, viene a reafirmar.

Ese goce es omnipresente y abarca hasta las cuestiones más básicas, como aquellas vinculadas al lenguaje cinematográfico, el código que el director elige para establecer la comunicación con el público. Porque si bien se trata de un documental, se puede decir que Popular tradición de esta tierra también es un musical, en tanto mucho de lo que tiene para decir, lo dirá cantando. O, en su defecto, a partir de una serie de puestas en escena en las que la música se erige como principal instrumento expresivo. No se trata de un capricho, sino de un asunto vinculado de manera directa al tema y al personaje en torno al cual gira el documental: el cantante Ignacio Corsini, a quién Llinás ya le había dedicado una película, Corsini interpreta a Blomberg y Maciel, rodada y estrenada en 2021, durante la pandemia.

Popular tradición de esta tierra vuelve a usar a Corsini como atajo para retomar una serie de temas que apasionan (¿obsesionan?) a Llinás. La historia, la idiosincrasia argentina o la construcción de una identidad colectiva en la que la cultura (la música, la literatura, el cine) ha jugado un rol definitivo, entre otros asuntos, vuelven a ser los ejes que articulan este trabajo. Aquí, el cineasta se reserva nuevamente el rol central, con el músico Pablo Dacal como coprotagonista. Ambos, junto a Agustín Mendilaharzu (quien ocupa un papel menor, pero fundamental para el giro final de la película), conforman el autodenominado Comando Corsini, esta vez acompañados por la actriz Laura Paredes

La escena inicial es elocuente. Llinás, Dacal y Paredes viajan en auto a la ciudad de Trenque Lauquen para asistir a la proyección de la película anterior y una presentación en vivo donde el músico interpretará obras del repertorio de Corsini. Los tres mantienen una discusión tan acalorada como artificial en torno a las letras de algunas canciones del artista. La cámara los toma de espaldas, como si el espectador viajara con ellos. O como si ellos estuvieran sentados en la sala de cine, en las butacas de adelante, como si el parabrisas del automóvil fuera una pantalla dentro de la pantalla y en ella se proyectaran las imágenes de una ruta que atraviesa el interminable paisaje pampeano, ubicuo en el cine de Llinás. Como ocurría en Clorindo Testa, otro documental del director, en el que utilizaba la figura del reconocido arquitecto para hacer una película sobre su propio padre, acá Corsini es más un medio que un fin. Un McGuffin hitchcockiano.

Corsini representa una oportunidad para volver a filmar la pampa, ese espacio monumentalmente vacío que Llinás usa como reservorio vital para sus historias. Una excusa para seguir rescatando espacios y personajes olvidados de la historia argentina. Un pretexto para volver a hacer de las suyas con los amigos de siempre. En esa dirección, el final, escena poscréditos incluida, guarda una inesperada digresión a partir de la obra del cantor, que promete convertirse en una tercera película. Una de esas en las que Llinás consigue fondos para filmar una cosa, pero termina haciendo lo que se le canta.