31 de octubre de un 2024 que avanzó con la cadencia de una masa sobre una pared. Entre la represión a jubilados, el desfinanciamiento de las universidades y el deseo del Gobierno de vender ex centros clandestinos de detención se tiñe la pátina de estos días, un óxido radical. ¿Cómo se describe la sensación de estar en un tiempo anterior, pero sin la añoranza de lo ocurrido? Algo así como una antinostalgia. Si para los Swaggerboyz alguien de 40 años es un fósil, Duki con 28 debe verse a ojos de los comandantes del plug argentino como un adulto robusto en experiencia. Y si para Mauro son el futuro Stiffy y Agusfortnite2008, en dónde entonces se ubicaría él a partir de la presentación de anoche en el Movistar Arena de AMERI, su nuevo disco. "Cerrá el orto, viejo trapero", dirá quizás la próxima camada de artistas.
Vendido como listening experience, en esa descripción del evento el álbum alega fidelidad. Es extranjero y vetusto, en contraposición con las dominadas que Duki hace en su nueva fase de gym bro. Entre el rojo y negro elegidos como paletas exclusivas y el logo de su universo propio abarcando la punta de la pasarela, él sale a escena sin mucho suspenso, aunque el público no necesita mayor excitación. Una remera temática, un par de gorras arrojadas al campo, que salta apenas el álbum se reproduce y cuando un cuerpo de baile encapuchado y robótico desenfunda sus movimientos. La palabra reproducir es intencional: es corto lo accesorio de esta noche para la que se cobra entrada. Pero tal vez para la generación reacción estar pogueando con amigos mientras su ídolo cuenta que "el dinero ya no es un drama" es lo esperado. Que el tema que sigue después de la intro, que comparte con Mike Towers, se llame Nueva era y suene recién salido del 2020, tal vez también.
Se sabe que Duki nunca se sintió cómodo con subirse a coreografías o aprendiendo números para el vivo, recursos más del lado de las estrellas pop. Pero hace rato que en el under no hace pie y, aunque luego cuente que olvidó los pasos -tampoco cantó por nervios, revelará-, se integra al cuerpo de baile. El brillo de Duki es suyo, pero hoy el que se muestra más es el facturable, el del reloj que le cuenta que está a un minuto del estreno de AMERI en plataformas o el de las luces que lo señalan para recordar que su carrera no avanza por la plata, con un disco que menciona entre sus primeras líneas la adquisición de un departamento en Miami.
Duki tiene destellos de versiones anteriores, siempre marcadas por lo que siente. Las lágrimas de Barro aparecerán puntuales como uno de los pocos momentos de la marca Duki. Esa marca de identidad que hoy transiciona por tensión de lo explotable: el Duki for export que convoca a raperos estadounidenses como YG o Wiz Khalifa y los pone a fumar porro mientras encadenan estribillos cortos y fáciles de aprender para quienes no saben inglés. No drama.
No nos cuenta el espacio temporal en el que transcurre este universo, pero se siente un tiempo repetido y llano, donde las ambiciones se asocian con ganar un Grammy y se presume un título deportivo ya lejano (por lo cronológico y por las intenciones populares colectivas). Duki pasa de ser vanguardia a quedar atrapado en el tiempo. Su parte contemporánea es la imagen. Comenzó a ocuparse más de ella, y eso en su arco de personaje lo lleva de avisarle a una marca de canje que le mandaron ropa chica a escribir barras sobre el tamaño de sus bíceps.
Ésta es decididamente una nueva etapa como la obra intenta, pero no por las razones que cree. Duki es dominado por la estética: allí parado en modo fit, sus tatuajes en la cara se contraen a la medida en que lo épico devora el pasado. Es coherente entonces que el encargado de filmar todos los videoclips que acompañan el disco sea Facundo Ballve con su productora Anestesia Audiovisual, un realizador regido exclusivamente por la demanda estilizada.
Sigue apareciendo la esencia de Duki en las intervenciones entre temas, como cuando tira su insulto de cabecera o incluso en las dos canciones que hace sin invitados. Cine entusiasma por el arranque del beat y se derrumba enseguida ante el uso de una expresión memética ya caduca ("Prendan un puchito que esto es cine") y una miniatura de videoclip que remite a la serie La Casa de Papel. Innegable la referencia en el flow a Muerejoven (pero sin su inventiva humorística). El chiste de la cinefilia (salido de un frame de un documental sobre el director ruso Andrei Tarkovsky) se agotó por sobreexposición y hoy funciona como un implante sin gracia. Algo que también encuentra un paralelo en el mundo stream (o mundo Coscu, que vendría siendo lo mismo) como la universalidad de adjetivos como épico, primordial entre esos yeites que alterna con una capacidad de asombro tildada en el lenguaje, donde Dios (God) es el parámetro de lo bueno y bueno es prácticamente todo mientras la cámara está encendida. De ahí su imposibilidad de análisis y un fandom que sólo pide producir en términos fabriles. Así como en Hitboy vuelve a elegir a su padre para que repita el latiguillo de internet, y podría ser Oscar Martínez en una película de Cohn y Duprat.
La otra canción es Barro, primer corte del álbum que parece ampliar el mausoleo spinettiano en esta época, con cita a Barro tal vez. El par de temas que Bizarrap grabó con Milo J se amontona con SP.I. ("Spinettaje intenso") de Mir Nicolás, para muchos el mejor disco de rap nacional del año). Más allá de la calidad de las obras mencionadas, se perciben como síntomas atávicos de un presente añejo, un ahora que en vez de ganar relato se alimenta de lo vivido. Por eso, cuando en su listado de agradecimientos enumera a quienes lo siguen desde El Quinto Escalón, pareciera estar evocando a una era remota, como recibiendo un premio a la trayectoria. En Barro la voz de Duki está despejada de todo artificio técnico, hay algo del Duki de Lost tape que fácilmente se pierde en el desarrollo de la canción porque no le habla a una chica sino al recuerdo de su abuela y una recapitulación de los logros del héroe que ya escuchamos.
Alrededor de las 21, la escucha (la reproducción) termina. Afuera, un nene le grita a su papá porque no entiende el peso que implica que haya estado YSY. Grupos de amigos empiezan a alimentar las plays del disco, con el celular pegado al oído y la remera colgada en el hombro. No hay sorpresa y tampoco es lo que se busca, hay una necesidad de encontrar exactamente lo mismo que vieron, hambre de repetición como las horas que pasan mirando los IRL de sus personajes favoritos. Hay que repetirlo una vez más, si el trap mainstream en Argentina ya tiene los clavos oxidados, entonces podemos denominar esta instancia musical con una etiqueta provisoria: trap streamer.
En Buscarte lejos, tema que suma a Bizarrap, es el Duki de los sueños de Coscu: el parecido a Justin Bieber. Las percusiones adicionan para hit global igual que palos del canadiense como Cold Water con Major Lazer o cualquier otra de Purpose. Si esta clase de propuestas se exploraran a lo largo del LP podríamos tener un interesante disco de pop, pero acá la repetición queda oculta ante la solemnidad. También las inclusiones autorales de Buscarte lejos son curiosas: además del productor y el propio Mauro, la letra fue compuesta por Louta, el músico cordobés de folklore Santiago Alvarado y el productor español Ralphie Choo.
En la fecha seis del torneo de El Quinto Escalón de 2015, a Duki su rival le tiró que "para él el rap es sólo fumar porro y por eso degrada la cultura". Mauro además de negar con la cabeza, acabó ganando esa batalla mientras la gente subrayaba la decisión del jurado: "Drogadicto amigo del Diablo, gana Duki porque fuma porro, aguante el kush, 420, weedboy, la concha de tu madre". La marihuana es tal vez una de las constantes de Mauro, y por más que AMERI sea un disco fallido desde lo memorable, hay intenciones concretas. La narrativa cannábica por un lado, quizás el disco más porrero de su carrera, donde las intervenciones de los artistas de afuera salen siempre en planos cargados de humo, e incluso menciona a su proveedor personal. Las referencias no pasan de eso: un voto al culto, una demostración de lo que le hace bien pero sin ser locuaz o lúcido en sus rimas.
Ni siquiera hay que darle vuelta a la metáfora: cuando YSY alumbre el escenario con sus saltos y la canción de ambos (Un día más) termine, Duki gritará varias veces, como si fuese parte del acuerdo, la fecha y el nombre del disco nuevo de Alejo: 11/11, Trampa al tiempo. Esa misma en la que el mayor cayó y el otro se doblega para lanzar discos, sin importar la pulsión creativa.