Vio una foto colgada durante años en su casa. Sus bisabuelos Shemaiá Chilibí Mantel y Rifká Peres se la tomaron en Turquía, cerca de 1912. Él murió ese año y Rifka murió en Buenos Aires, varias décadas después. “¿Cómo serían?”, “¿Cómo sonarían al hablar?”, se preguntaba el adolescente Lucio. Sabía que hablaban en español antiguo porque sus ancestros eran judíos expulsados de España en 1492 y ellos conservaron la lengua. No se lo imaginó entonces, pero esa foto, sobreviviente del paso del tiempo, se convertiría en el arte de tapa de su nuevo disco.
El fin de la pandemia, como a tantos artistas, lo hizo revisar su propia creación. “Me encontré con retazos que podían derivar en las canciones de un disco. La dinámica durante esos años era empezar mil canciones y no terminarlas, por eso demoré en encontrarle una forma”, suelta Lucio Mantel en el grado cero del extraordinario Los ancestros, el disco con el que volvió a escena tras cinco años sin grabar. En el medio trabajó en la dirección de las versiones de Kamikaze, en el ciclo Discos Esenciales de Spinetta. “Y en el camino murió mi papá y eso alineó todos esos pedazos de canciones sobre un nuevo eje”, acota el compositor, cantante y guitarrista.
Dice que lo sorprendió sentir que el duelo no traía sólo dolor. “También una serie de miradas sobre la existencia que van desde el no terminar de identificar las calles donde mi padre andaba hasta cosas más sensoriales como la tibieza del sol en la cara una mañana”, apunta Lucio, que confiesa que el disco tal vez no reúne las mejores canciones sino las que arman un relato. Los ancestros fue, en cierto sentido, una creación colectiva: un trío de productores que armó con Juanito El Cantor y Yago Escrivá. En el estudio de Juanito trabajaron sin plan, con largas jornadas en la instrumentación de cada canción. Salieron guitarras, sintetizadores, bajos y el uso de la computadora. Fue así que el disco se abrió como un abanico en distintas direcciones.
Nueve temas propios y una versión exquisita de “Ámbar violeta”, de Fito Páez. La voz de Lucio Mantel suena con una honda y simple belleza, con ecos tanto de Aristimuño, Cabrera, Spinetta y un refinado sonido que va del indie a la canción latinoamericana, del pop a la bossa nova, de los arreglos de cuerdas a la intimidad de guitarra y voz como hilo conductor. Canciones como “Los ancestros” (“Un rumor que nos habla desde atrás/ como un eco de algo que yo no entiendo”) y “Fantasma del ocaso” (“Como los románticos, siglos atrás/ el fantasma del ocaso vive en mí”) se grabaron rápidamente y otras se armaron con el correr de las sesiones. Fue incorporando otros músicos, grabó cuerdas y vientos, baterías. Participaron Chancha Vía Circuito, La Lá de Perú, Ampersan de México, Lucy Patané, Candelaria Zamar, Axel Krygier y Lucas Helguero de La Bomba de Tiempo.
“Pienso que un compositor se define por el punto desde donde comienza las canciones, porque ese primer elemento suele establecer una especie de jerarquía interna”, cuenta. “Todos empezamos tirando de un hilito, que puede ser un cúmulo de palabras, una idea narrativa, una melodía, una combinación de acordes. Y después la tendencia inconsciente es cuidar esa primera idea, que va a ser lo que más prevalezca”. Con Los ancestros, Mantel dice que intentó destruir esa jerarquía. Defendió, más bien, la canción como un tejido, trabajar el tiempo necesario una letra para su justo espesor. “Antes componía canciones empezando por ideas que salían de la guitarra, y con el tiempo empecé a sentir que la melodía era el factor fundamental de una canción, el más pregnante. Desde entonces intento empezar a componer cantando, sin un instrumento”. Distante y próximo, Los ancestros es un disco que dialoga con el árbol genealógico como entidad misteriosa y no como algo fijo en la identidad. “Quise salvar de la extinción a las historias de esas personas sin las cuales no estaríamos acá. Especialmente en este momento en el que todos nuestros hábitos parecieran atentar contra la idea de historia y la realidad compite con un montón de relatos de fantasía”.
De adolescente, Mantel empezó a tocar la música que le gustaba, con una especie de “goce en el extrañamiento”. Su viejo tanguero y discos de rock nacional que le llegaban por dos hermanos mayores. Descubrió a Soda Stéreo, Led Zeppelin y Spinetta. Llegaron otros maestros. Caetano, Gilberto Gil, Chico Buarque, los viejos discos de Mercedes Sosa y Atahualpa Yupanqui, y en pararelo Cuchi Leguizamón, Juan Falú, Liliana Herrero. “Busco sorprenderme cuando compongo. Abandono la canción si siento que suena parecida a otra. Por eso me cuesta clasificarme, más allá de que la mirada sobre uno mismo siempre es sesgada. Por todo eso es que me interesa cruzarme con músicos distintos a mí”, se piensa, y no deja de mencionar un amor fundamental por Björk dentro de la música electrónica.
Recuerda cuando su maestro de guitarra clásica, Sebastián Zambrana, le dijo que debía meterse de lleno en el estudio. Entraron Debussy, Satie, Stravinski, pero también Chabuca Grande, Simón Díaz. Eran épocas donde Lucio Mantel tenía su banda de rock, tocaba tango y folklore. Una pregunta lo hizo frenar: “¿Yo quiero tocar una cosa muy bien o muchas cosas mal?”. Eligió la segunda opción.
“Bien y mal es relativo, pero me sirvió para entender que prefería seguir mi intuición de conocer más. Seguí por la vida bastante así. Ahora hago mis canciones, compongo para otros artistas, escribo arreglos de cuerdas, produzco discos de otros”, suelta, mientras trabaja full time como compositor de una obra de Toto Castiñeiras en el Cervantes. Hoy integra el colectivo “Núcleo Distante” junto a 22 destacados artistas latinoamericanos, trabajó con Charo Bogarín, tocó con artistas internacionales como el sueco José González y la mexicana Carla Morrison. “Tal vez no desarrolle ninguna actividad con el oficio como lo haría alguien que sólo hace una cosa”, despliega en su auto impostura. “Pero esa diversificación también me conduce a hacerlo con una perspectiva que puede ser muy interesante. Igualmente, cuando desarrollo cualquier actividad lo hago como si fuera lo único en el mundo”.
Lucio Mantel presenta Los ancestros el miércoles 20, en el ND Teatro, Paraguay 918. A las 21.