“El que gana se queda con la entrada del 30”, dice uno de los pibes antes de iniciar un metegol callejero. Es la noche de navidad de 2004 y nadie en Villa Celina puede imaginarse que aquello implica la invitación a uno de los mayores desastres no naturales producidos en nuestro país. Aquí no hay necesidad de spoiler alert. La miniserie Cromañón (estreno el próximo viernes por Prime Video) repasa el antes, el durante y ese fatídico después provocado por el recital de Callejeros en el boliche de Once. “Lo que pasa en Cromañón es el macro, pero aquí vamos a lo micro y muy íntimo de lo que pasó en este grupo de amigos”, le dice a Página/12 Marialy Rivas, la showrunner y directora del proyecto junto a Fabiana Tiscornia.

Más allá de su carácter coral, el relato privilegia la mirada de Malena (Olivia Nuss). Una adolescente y fan de la banda que iba a cerrar el año de su consagración con una seguidilla de tres conciertos. Se trata de un gran acierto de la entrega de About Entertainment -la factoría de Armando Bo- que nunca deja de sentirse certera y personal en su representación de época, de los códigos imperantes en el rock chabón, de la confusa madeja de desidia, complicidades y corrupción que llevaron a la muerte a 194 personas hace exactamente dos décadas. Está la piba rolinga que sueña con dedicarse a la música ("cantar es mi superpoder"), su novio Lucas (El Purre), y la dupla de Nico (Toto Rovito) y Cheti (Lautaro Rodríguez) al frente de Los peces chinos, una de las tantas bandas de rock barrial que pululaban por entonces. “Es el momento del rock barrial. No se nos puede escapar la tortuga. Mirá a Los Callejeros…”, se escucha decir por allí. Algunos serán sobrevivientes y otros pasarán a formar parte del conteo de cuerpos.

Los guiones de Josefina Licitra, Pablo Plotkin y Martín Vatenberg, a diferencia de otras producciones que revisitaron el pasado reciente (Diciembre 2001 y Coppola, el representante) optaron por darle voz a los actores menos conocidos de esta historia. Aunque no estén basados sobre casos reales (excepto Omar Chabán), Cromañón logra dar con el zeitgeist de época. Lo mismo pasa con la elección musical, las composiciones de la banda de Pato Fontanet brillan por su ausencia, dándole más libertad y justeza a temas de La Renga, Viejas Locas, El mató a un policía motorizado y Los Pérez García, entre otros. Del elenco también forman parte Soledad Villamil, Paola Barrientos, Luis Machin –en un rol que remite al del abogado querellante José Iglesias-, Esteban Lamothe y Paola Barrientos. Pero el faro serán Malena y sus amigos. La narrativa, por su parte, se desdobla entre ese pasado doliente y el 2008, cuando se avecina el juicio para encontrar a los culpables y la protagonista debe decidir si va a dar su testimonio a la Justicia. “Cromañón significó que los símbolos de libertad de los chicos se volviesen negativos, esa operación de ir a ver a tu banda, de disfrutar, de goce afectivo de repente se volvió peligroso. Fue un poco perversa esa operativa social. Malena carga con una culpa específica y representa un poco eso, como tu deseo se te vuelve en contra y pasás a ser culpable”, opina Tiscornia.

-¿Por qué la decisión de enfocarse en el grupo de amigos y específicamente en Malena?

Marialy Rivas: -Aunque ya venía así de los guiones, en el proceso de preproducción y rodaje decidimos esto, como para que fuera más claro el viaje. Es un viaje compartido, es alguien joven con sueños de juventud –me gusta uno, me gusta el otro, quiero tocar, no me aceptan en el grupo- que en ese momento son muy importantes. Ahí se juega la vida. Y luego una masacre, una tragedia, cambia complemente la ecuación. Malena debe digerirlo y procesarlo. Es posible vivir la pérdida, pero también encontrarte. Malena es la que más lleva consigo ese viaje y es ella quien le toma la mano al espectador.

-Cromañón resulta una coming of age macabra que necesita del racconto histórico. ¿Cómo hicieron para dar con el equilibrio de esos elementos? 

Fabiana Tiscornia: -Buscamos contar la historia de una manera cercana a lo que vivieron esos chicos y, en consecuencia, los adultos. Los guiones estuvieron hechos a escala humana, con mucha pericia periodística, atravesados por este tren que les pasó por encima.

M.R.: -Era importante el contraste de la conexión emocional con los espectadores. Los que crecimos podemos evocar lo que se siente ser adolescente. Acá se hacen adultos a través de un evento horroroso, que los cambia para siempre. A la mayoría de nosotros no nos tocó vivir ese traspaso de manera tan terrible. Ese momento de tener toda la vida por delante es muy lindo y estos chicos lo perdieron de repente.

F.T.: -En ese momento te importa la amistad, los sueños de tener una banda, pibes que tenían a Callejeros como una referencia de lo que podían ser, porque son de un barrio cercano. Hay una identificación con eso que se palpaba en el conurbano de entonces, aunque no esté basado sobre ningún caso en particular.

-El recital aparece en flashbacks hasta el quinto episodio, cuando opera como bisagra y se le dedica el capítulo en su totalidad. Realmente se palpita lo que fue ese horror desde sus entrañas. Además, al haber sido tres shows en República de Cromañón, la miniserie va y viene permanentemente al local. ¿Como fue imaginar y rodar en un lugar que de solo nombrarlo provoca escozor?

F.T.: - Es una manera de darle lugar el espanto. Lo que muere, lo que vive, esa vida específica con nombre y que tiene un brillo en los ojos, con carnadura real. Para nosotras era importante llevar la historia a seres particulares para que pudieras dimensionar lo que fue la pérdida. Es una pérdida grande y enorme en números. Pero la decisión de ir por lo chiquito creo que fue para conectamos más con el espectador. Estaban vivos, en su momento de felicidad, era Navidad, y eso es lo que murió. No solo con las muertes sino con todos los seres cercanos.

M.R.: -La serie habla del horror y de la oscuridad, pero también nos parecía importante dejar algo de luz. Soy otro u otra, obviamente esto me cambió, pero también puedo encontrarme. Y sobrevivir.  

Programados

* El próximo 29 de noviembre Netflix estrenará Senna, biopic sobre el emblemático piloto brasileño. “Antes de subirme a un auto, ya sabía que había nacido para correr”, dice el protagonista interpretado por Gabriel Leone. En el trailer, se pueden apreciar fragmentos de su paso por las pistas, sus peleas con Alain Prost y algunos amoríos. A lo largo de seis episodios, la miniserie le dará lugar desde sus días de karting hasta llegar al trágico accidente durante el Gran Premio de San Marino. Su showrunner y director, Vicente Amorim, contó con la aprobación de Senna Brands para confeccionar el relato.

* Paramount+ anunció el arribo de Landman para el próximo 17 noviembre próximo. Se trata de una nueva incursión de Taylor Sheridan en el western moderno, esta vez con el negocio petrolífero de fondo. Está basada en un podcast y seguirá la historia de multimillonarios salvajes que impulsan un boom tan grande que está cambiando el medioambiente, la economía y el poder. Dentro del elenco aparecen nombres de la talla de Billy Bob Thornton, Demi Moore, Jon Hamm y Andy Garcia.

* Arena espacial a la vista. El próximo 17 de noviembre, Max estrenará Dune: Prophecy. La saga de seis episodios que expande el universo concebido por Frank Herbert y diez mil años antes de que Paul Atreides aparezca en escena. La precuela sigue a las hermanas Harkonnen, Valya (Emily Watson) y Tula (Olvia Williams), mientras combaten fuerzas que amenazan el futuro de la humanidad y establecen la legendaria secta que se conocerá como Bene Gesserit.

El personaje

Allegra “Pick” Dill de Briarpatch (Rosario Dawson). La mujer retorna a Texas para resolver el misterioso crimen de su hermana. Antítesis de la femme fatale, sabe cómo moverse en ese contexto tan misterioso como podrido llamado San Bonifacio o “Santa desgracia”, según sus residentes. Allí se come cerdo a la barbacoa pese al calor, los animales se escaparon del zoológico y la morgue comienza a tener demasiado trabajo. Se la podrá ver desde hoy por Universal+