El domingo, en el atardecer de Los Angeles, en su casa de Bel Air murió Quincy Jones. Tenía 91 años. “Con el corazón pleno pero roto, debemos anunciar el fallecimiento de nuestro padre y hermano Quincy Jones. Si bien esta es una pérdida increíble para nuestra familia, celebramos la gran vida que vivió, sabiendo que nunca habrá otro como él”, comunicó su familia a través de la redes sociales.
Trompetista, pianista, director, compositor, arreglador y productor e ícono de la música pop en el sentido más amplio, Quincy Jones deja un legado de records. Grabó más de 2.900 canciones en más de 3.000 álbumes, entre propios y ajenos. Compuso unas cincuenta bandas sonoras para cine y televisión, tuvo 80 nominaciones a los Grammy –de las que ganó 28– y un infrecuente Grammy Legends Award en 1991. También le dieron el Oscar Humanitario Jean Hersholt, en 1995, y una nominación al premio Tony en 2006, por la producción musical de El Color Púrpura, la adaptación de la película de Steven Spielberg para la que ya había escrito la banda sonora. Además, fue reconocido con la Legión de Honor de Francia, el Premio Rodolfo Valentino de la República Italiana y un homenaje del Centro Kennedy por sus contribuciones a la cultura estadounidense.
A lo largo de más de 70 años de vida musical, Jones trabajó además con Count Basie y Lionel Hampton, arregló discos para Frank Sinatra y Ella Fitzgerald, le puso orquesta a Miles Davis en su otoño -colaboración de la que queda un disco, grabado en vivo en el Festival de jazz de Montreaux-. Fue un artista verdaderamente popular, que fue convocado para organizar la celebración de la primera asunción presidencial de Bill Clinton. Esa conexión con el gran público la ganó sobre todo al producir Thriller, de Michael Jackson, el disco más vendido de la historia, y al producir y dirigir en 1985 We Are the World, compuesta por Michael Jackson y Lionel Richie, el mega evento contra el hambre en África que reunió a Bruce Springsteen, Stevie Wonder, Michael Jackson, Paul Simon, Tina Turner, Ray Charles, Diana Ross, Huey Lewis, Cyndi Lauper y Bob Dylan.
Una vida de película
Jones nació en Chicago el 14 de marzo de 1933. Entre el viento insoportable de la ciudad industrial y la enfermedad mental de su madre Sara, la música fue su tabla de salvación en una infancia de soledad y dificultades económicas. Comenzó a tocar el piano en lo de un vecino y más tarde una trompeta propia: la que le había regalado su padre, Quincy Delight Jones, jugador de béisbol. Adolescente, se trasladó con su familia a Bremerton, cerca de Seattle. Ahí encontró espacios para desarrollar su pasión por el jazz y un amigo pianista y ciego, llamado Ray Charles. Formaron un dúo y comenzaron a actuar en varios clubes. Tenía 14 años.
A los 18 Jones ganó una beca para estudiar música, pero enseguida abandonó la facultad y se fue de gira con Lionel Hampton. Poca plata pero mucha experiencia, el muchacho aprendía los arcanos del oficio y descubría los meandros sonoros de la big band. Poco después era el principal arreglador de Count Basie y más tarde hacía areglos para Sarah Vaughan, Betty Carter, Dinah Washington, Gene Krupa y se reencontraba con su viejo amigo Ray Charles. A mediados de la década de 1950, veinteañero, Jones se trasladó a París para estudiar composición con Nadia Boulanger. También frecuentó las clases de Olivier Messiaen y trabó relación con otros compositores americanos en busca de la redención artística europea, como Leonard Bernstein y Aaron Copland.
La música y el negocio de la música
En París, además de trabajar como arreglador de la orquesta de Eddie Barclay, fue director musical de la recién fundada Barclay Records, el sello que incluiría en su catálogo a artistas como Stephan Grapelli, Charles Aznavour, Léo Ferré, Henri Salvador, Jacques Brel, además de jazzistas norteamericanos. Por aquellos años formó una big band de 18 músicos, que con gran consideración de la crítica especializada lo dejó en bancarrota y al borde del suicidio. “Teníamos la mejor banda de jazz del planeta y sin embargo literalmente moríamos de hambre. Ahí descubrí que existe la música y existe el negocio de la música. Si quería sobrevivir, tenía que aprender a diferenciar las dos cosas”, dijo en Q, su autobiografía.
Fue por entonces que Jones recibió una llamada telefónica de la oficina de la princesa Grace de Mónaco, en la que le comunicaban que Frank Sinatra lo necesitaba para formar y dirigir una orquesta para un concierto a beneficio del Fondo de las Naciones Unidas para los Refugiados que se celebraría en el Sporting Club del Principado. Ni lerdo ni perezoso, Jones seleccionó a 55 músicos y se los llevó con él en un tren a la Riviera Francesa. “Ya conocés los discos, sabés qué tienen que hacer”, dicen que le dijo Sinatara. Fue la primera de varias colaboraciones, de las que quedan discos como It Might As Well Be Swing (1964), con la orquesta de Count Basie. Ahí está “Fly Me To The Moon”, que instantáneamente fue aclamada como un clásico interplanetario, es el caso de decirlo, porque en 1969 la misión Apolo 11 la llevó a la luna.
Jones produjo también el último álbum de Sinatra, L.A. Is My Lady, de 1984, con una orquesta en la que reunió numerosas estrellas de la música de la época, desde Dean Martin y Donna Summer, hasta Eddie Van Halen y George Benson. Por entonces, con 51 años, era el productor discográfico más popular del planeta, después de haber sido el artífice del éxito planetario de Thriller en 1982. Antes, como arreglador para la Mercury Records, hizo sonar a Barbra Streisand y Tony Bennett.
Orgullo negro
Paralelamente a su actividad artística, también fue importante su activismo por los derechos de los afroamericanos, que comenzó en la década de 1960 junto a Martin Luther King. Más tarde estuvo entre los fundadores del Institute for Black American Music y también contribuyó al nacimiento del Black Arts Festival en Chicago. Además de ser el primer afroamericano directivo de Mercury Records, a comienzos de la década de 1960, Jones fue el primer afroamericano en escribir la banda sonora de una película importante –El prestamista, dirigida por Sidney Lumet (1964)–, y el primer afroamericano nominado a un Oscar por la Mejor Canción Original, “The Eyes of Love”, de la película Banning (1967, que es castellano se conoció como Cómprame ese hombre). Afirmado también en la industria del cine, compuso además la música de las películas A sangre fría (1967), basada en el libro de Truman Capote y dirigida por Richard Brooks, La huida (1972) de Sam Peckinpah y El color púrpura (1985) de Steven Spielberg, entre otras.
La colaboración de Quincy Jones con Michael Jackson, que marcó su etapa de mayor exposición mediática, comenzó en 1979 con el álbum en solitario Off the Wall, que en el mundo vendió la considerable cifra de 20 millones de copias. Más tarde llegó Thriller (1982), que arrasó con todos los éxitos, ganó el título de álbum del año y el de grabación del año por la canción “Billie Jean” y sigue siendo el álbum más vendido de todos los tiempos. Terminó con Bad de 1987, producido mientras su tercer matrimonio se desmoronaba. Fue cuando se volvió adicto a un somnífero y para desintoxicarse se fue a vivir un mes a Tahití, a las islas que Marlon Brando había comprado con la plata de Rebelión a bordo, la película de 1962.
Quincy Jones se casó tres veces. La primera con su novia de la secundaria y la última con la actriz Peggy Lipton. Tuvo siete hijos. Durante su ajetreada vida, se enfrentó varias veces a la muerte: en 1969 se salvó de la masacre de los seguidores de Charles Manson en la casa de Sharon Tate, porque entre una cosa y otra se olvidó de ir a la fiesta organizada por la actriz. En 1974 sufrió un aneurisma por el que fue operado de cráneo dos veces y tuvo que dejar de tocar la trompeta para evitar riesgosas subidas de presión arterial. En 2015 sufrió un coma diabético, provocado por el exceso de alcohol.
Trabajó con gigantes del jazz, diseñó el sonido de crooners, ennobleció a cantantes pop, escuchó a estrellas de rhythm and blues y le puso marco a raperos. Y además, produjo su propia música, siempre en un gran marco instrumental, que deja una discografía más que interesante. A partir de How I Feel About Jazz (1957) y Birth of a Band (1959) a través de unos veinte discos indagó las posibilidades de su idea de jazz, elaborando un estilo personal que sacó también de la bossa nova, el soul, el funky, la balada y, por supuesto, la fusión. Walking in Space (1969), Body Heat (1974) y The Dude (1981), están entre los más representativos.
Industrioso, talentoso y arriesgado al punto justo, Jones fue el arquitecto sonoro de una época y sus transiciones. Un hombre orquesta en la civilización del disco.