"Cuenta la leyenda que tenía tres años cuando, un día, mi papá encendió la tele y haciendo zapping se detuvo a ver la historia de un niño con cola de mono. Es difícil saber qué pasaba por mi cabeza de niña hace casi treinta años, pero ese día me quedé por primera vez parada al lado del sillón de mi papá viendo los 25 minutos completos de un anime. De ahí en adelante fue un camino sin retorno."
Eugenia Vázquez Fernández es una otaku desde entonces. Aunque quizás sea injusto usar esa palabra, pues otaku en japonés tiene una connotación negativa, más allá de la reapropiación que haya hecho luego el fandom. Lo cierto es que Eugenia sabe de anime. Sabe mucho. Y desde hace algunos años comparte ese conocimiento en una columna en el programa Va de Retro, de FM La Tribu. De esas columnas emergió un libro, Sintonía Japón, que presentará este lunes a las 20 en el Festival Cartón, un emblema de los eventos dedicados al cine de animación en nuestro país.
Sintonía Japón guía al lector por los meandros del exponente más representativo en el mundo de la cultura nipona y se propone revelar cómo el manga y el anime "reflejan cuestiones sociales profundas y fenómenos culturales" que impactan tanto dentro como fuera de Japón, "desde la representación de la feminidad y la masculinidad, hasta el fenómeno de los hikikomori y la influencia del folclore japonés".
"Por recomendación de nuestro querido y confiable dueño del videoclub del barrio, a los doce años mi mamá me llevó al cine a ver El Viaje de Chihiro. En ese momento empezamos a entender que el anime no era simplemente un dibujo animado para niños; descubrimos que podía transmitir emociones profundas, reflejar temas culturales y artísticos, y hacernos preguntas sobre el mundo y nuestra propia identidad", rememora Eugenia. Ahora con treintipocos, recuerda todavía la época en la que ser fan del anime era "sinónimo de ostracismo". Los tiempos, por suerte, cambiaron bastante.
- Forma parte del consumo masivo argentino desde hace décadas, ¿pero está incorporado a la cultura nacional? ¿Interactúa con otras áreas? ¿Cómo lo ves?
- Definitivamente creo que el anime tuvo y tiene un impacto muy grande en nuestra cultura. Para ejemplificarlo, puedo hablar de todos los gestos de admiración, cariño y respeto que hubo el día que se anunció la muerte de Akira Toriyama, el autor de Dragon Ball. La noticia llegó al público un 8 de marzo, y empezó a correr la voz en redes sobre un posible encuentro en el Obelisco ese domingo 10. Fueron más de 30 mil personas de todas las edades celebrando la vida de un hombre que marcó nuestras infancias. Había personas de la edad de nuestros padres, sentadas con bastón en mano en la explanada del Obelisco, y niños de cinco años corriendo con sus remeras de Dragon Ball y disfraces. Alguien llevó un parlante y puso las canciones del anime a todo volumen, pero apenas se oían entre la multitud cantando y saltando al ritmo de Cha-La Head-Cha-La. Para finalizar el encuentro, todos alzaron las manos al cielo para hacer una gran Genkidama, un gesto colectivo para enviar nuestras energías a nuestro querido Akira Toriyama. Muchos equipos de fútbol rindieron homenaje en los días posteriores. Boca, River e Independiente, entre otros, publicaron mensajes en redes. Si logró impactar en nuestro fútbol, ¿qué tan propio de nosotros puede llegar a ser?
- ¿Y la comunidad otaku cómo cambió en estos años?
- El anime se convirtió en un punto de encuentro y sentido de pertenencia para muchas personas. Gracias a la comunidad, empezaron a surgir eventos cada vez más multitudinarios, donde miles de personas convergen en una pasión común. Esto abrió un nicho de mercado para ilustradores, fotógrafos y músicos, quienes hoy pueden vivir prestando sus servicios. En los últimos años vi surgir varios manga café, donde es posible leer manga mientras se disfruta una galletita con el dibujo de un personaje favorito, tomar un café en una taza de Pokémon rodeado de murales, figuras y proyecciones de anime o música japonesa de fondo. Los otakus de Argentina ya no somos grupúsculos de personas reuniéndose en una plaza o chateando en un foro online. Somos una comunidad enorme.
- La pregunta eterna: ¿por qué impacta tanto?
- No creo que exista una única respuesta. El anime puede resultar atractivo por su variedad de géneros. Existe una idea generalizada de que la animación es una forma de expresión artística de menor valor que las películas live-action y, a menudo, el anime se considera una animación de segunda, como si fuera comida rápida en un concurso gastronómico. Esto se ve claramente en las grandes competencias de cine a nivel mundial, donde la animación está limitada a competir con otros títulos de animación. Parafraseando a Guillermo del Toro: la animación no es un género, sino una forma de contar historias. Puede haber un gran thriller, una comedia, un romance, una ópera espacial animada, y su profundidad no depende de su estética. También puede ser por la complejidad de sus tramas, que muchas veces plantean preguntas que nos atraviesan a nivel global. Death Note cuestiona nuestro sentido de moral y justicia, Parasyte nos interroga sobre qué nos hace inherentemente humanos, Ghost in the Shell aborda la identidad, la conciencia y el impacto de la tecnología y las inteligencias artificiales en la humanidad, y Violet Evergarden nos invita a reflexionar sobre qué sucede una vez que la guerra termina y cómo pueden reintegrarse las personas en la sociedad. El anime, salvo en el género kodomo (literalmente niño en japonés), no es un dibujo animado para niños.