“Cuando la gorra crece nuestros derechos desaparecen”. La consigna no deja dudas del reclamo, los datos tampoco: cada 25 horas un pibe muere baleado por fuerzas de seguridad. Como diferenció Taty Almeida desde el escenario montado de frente a la plaza Congreso, una gorra es la de la policía y las fuerzas de seguridad, y como contraste, está “la gorra de los pibes”. Esa gorra, la de los pibes, la que se utiliza por sí misma como prueba delictiva –igual que el rostro, igual el barrio–, ayer marchó en una columna nutrida, por primera vez en territorio porteño, reclamando el cese de los fusilamientos, el cese del gatillo fácil, el cese de la persecución a los jóvenes como políticas de control social encubiertas bajo consignas de falsa seguridad ciudadana.
El lema con que abre esta nota, es el lema con que abrió la marcha, en una larga sábana que cubría el ancho de la avenida de Mayo con letras rojas: “Cuando la gorra crece nuestros derechos desaparecen. Marcha de la Gorra en CABA”. Prendidas las manos que la sostenían por detrás, las manos de la cabecera de la marcha, entre ellas las de Nora Cortiñas, Taty Almeida y Laura Conte (Madres de Plaza de Mayo - Línea Fundadora); las de Mónica Alegre, mamá de Luciano Arruga; las de Eugenia Vázquez, hermana de Andrea Viera; las de Claudia Cesaroni, integrante de la red #ArgentinaNoalaBaja y el Cepoc; las de Elizabeth Gómez Alcorta, abogada de Milagro Sala y Facundo Jones Huala; las de Leo Grosso, diputado nacional por el Movimiento Evita; las de Juan Carlos Giordano, diputado nacional por el Frente de Izquierda. Las manos, seguían, claro. Todas vinculadas a algún reclamo, a algún fusilamiento, a algún daño producido por la violencia de las fuerzas de seguridad.
Detrás de aquella primera sábana, metros atrás, otra daba cuenta del marco en que se produjo esta primera marcha en la CABA: “Fuera Bullrich”, decía el cartel, concreto y sin dejar dudas del reclamo.
El ruido ensordecedor de los tamboriles y trompetas y cánticos y bullicio juvenil desbordaba y desbordará cualquier idea peregrina de acallar la rebeldía. Más atrás, un cartel sostenido entre dos jóvenes, aludía, recordaba, reclamaba, por el asesinato de Jon Camafreitas en la plaza Boedo. “Hace poco se entregó (Martín) Naredo”, dijo una familiar del pibe baleado refiriéndose al ex cabo de la Federal condenado a perpetua y que caracterizó su fuga de la audiencia en que lo condenaban con el pedido de “puedo ir al baño”. Volvió del baño tres años después para entregarse a la ministra de Seguridad Patricia Bullrich, una manera de gestionar imagen pública ante tanto pedido de renuncia. En el cartel por Jon Camafreitas decía “La sangre de los pibes clama justicia. Por eso vamos a patear oscuridad hasta que salga la luz del día. Basta de gatillo fácil. Jon Camafreitas. Presente. Balvanera”.
Detrás, alrededor, carteles de la CTEP; Hijos; FUBA; Patria Grande; Movimiento Evita; Correpi; La Poderosa; Jóvenes de Pie; PO; JP Evita Mercedes. Una tela negra en la que se reclamaba Justicia por Agus y Naza, dos adolescentes baleados en Merlo el 30 de julio pasado.
La marcha empezó a caminar desde Avenida de Mayo y Lima hacia Congreso. Ruidosa algarabía, la Marcha de la Gorra careció, curiosamente, de la presencia amenazante de gorras policiales. Ni siquiera hubo presencia para cortar el tránsito. Los uniformes más cercanos se encontraban sobre Entre Ríos, a tres cuadras de donde se organizó el escenario. Allí, sí, con todos los enseres necesarios, incluidas cámaras con trípode, los uniformados de la Ciudad aguardaban potenciales órdenes para recordar los motivos de la marcha.
La Marcha de la Gorra es la primera vez que se organiza en la ciudad. Tiene como origen la primera movilización, organizada en Córdoba en 2007, contra la violencia policial hacia la juventud, las disidencias sexuales, los trabajadores y trabajadoras de la economía popular, y todo aquel que saliera a las calles para manifestarse y luchar por sus derechos. Este año, la marcha tuvo su 11ª edición en Córdoba. También replicó en Mar del Plata, Tandil, Río Cuarto, Villa María, Mina Clavero, Catamarca; hoy se realiza en La Plata, y mañana en Sierras Chicas, Córdoba.
Al llegar a la plaza Congreso, la columna se estableció frente al escenario. El espacio coincidió con otros espacios simultáneos dedicados al reclamo: del otro lado de la avenida Entre Ríos, contra la escalinata del Congreso, una docena de artistas vestidas y vestidos de negro, representaba una coreografía en reclamo de derechos para cobrar la reventa de sus obras de arte; del otro lado, contra la plaza misma, la carpa de los pueblos originarios daba espacio a la lectura de la autoridad del pueblo wichí, Otorina Zamora, quien anunciaba que suspendían el acampe (llevaban dos meses en Congreso, reclamando la prórroga de la ley 26160, la Ley de Tierras que prohíbe los desalojos de los pueblos originarios de sus tierras), luego de que ayer, el Boletín Oficial anunciara la promulgación de la prórroga por cuatro años de la ley.
En el escenario, para reunir juventud y reclamos, Klan, Asterisco y Militantes del Clímax sacaban punta a rapeos y hip hop.