Misil va, misil viene, los fabricantes de armas están de festejo. De acuerdo con diversos estudios recientes, en Estados Unidos el rubro “vigilancia aérea”, que incluye por ejemplo radares, drones, luces infrarrojas, sensores y equipos ópticos, entre otros aparatos, elevó su presupuesto de 4,9 a 6,6 mil millones de dólares entre 2022 y 2027, es decir 6,2% de crecimiento anual. Es el que lidera las mejoras a nivel sectorial.
Le sigue el gasto en armas para infantería, que pasó de 21,2 a 24,8 mil millones de dólares, o sea 3,2% de incremento cada año. Y casi al mismo ritmo está el sector naval (con los mares del mundo recuperando espacio en las consideraciones geopolíticas, como tenían en los escenarios de guerra siglos atrás, aunque no en el siglo XX, cuando primaron los ejércitos terrestres). En esos mismos seis años, el sector naval pasó de insumir 27,4 mil millones de dólares a gastar 32 mil millones, o sea 3% promedio anual.
Por producto, dos de las estrellas del festín en EE.UU. son los aviones llamados de ala fija, como los F-35 Joint Stricket Fight, que fabrica la empresa Lockheed Martin, una de las líderes del sector, que entre sus accionistas tiene a fondos de inversiones y especulación como Black Rock, con fuertes negocios y expectativas de reconstrucción en Ucrania (después de haber tomado la precaución de que quede destruida).
Otros accionistas conocidos de ese complejo industrial son los bancos Morgan Stanely y Bank of America. Esta empresa, Lockheed Martin, va ganando en Wall Street en el último año un 24% en el precio de sus acciones, y en los últimos 5 años, 46%. Tiene 114 mil empleados.
La otra estrella del gasto militar es el avión B-21 Raider, fabricado por otra líder del sector, Northrop Grumman, cuarto contratista de armas de EE.UU, que también tiene entre sus dueños accionistas a Black Rock. En un año ya lleva ganado en la Bolsa de Comercio de Nueva York más de 9 por ciento y en los últimos cinco años, 45 por ciento. Más o menos lo mismo pasa con otras fabricantes como Boeing (sí, también ahí talla Black Rock) o Raytheon Tecnlogies, ambas con más de 100 mil empleados también.
Complejo industrial-militar
Desde la invasión de EE.UU. a Afganistán tras los ataques que sufrió en el World Trade Center y el Pentágono en 2001 y hasta el año pasado, el país norteamericano gastó 14 billones de dólares en armas, un número impactante. Las compras del Pentágono se hicieron básicamente a cinco empresas: las cuatro citadas más General Dynamics.
Los señores de la guerra tienen a su servicio a 700 lobistas en el Congreso, otra cifra de asombro, porque entre representantes (diputados) y senadores, en el Capitolio no hay más de 600. Es decir, hay más de un lobista de armas por legislador, según informa un estudio de Watson Institute for International and Public Affairs, de la Universidad de Brown.
Ese trabajo también da cuenta de que hubo entre 30 y 60 millones de dólares en casos de fraude, abuso o cohechos para conseguir una firma, de acuerdo con datos de la Commission on Wartime Contracting in Iraq and Afghanistan (solo para el período 2001-2011). Como es bastante conocido e informa a menudo el Instituto sueco SIPRI, EE.UU. gasta en armas más que la suma combinada de gastos de China, India, Reino Unido, Rusia, Francia, Alemania, Arabia Saudita, Japón y Corea del Sur, que son los países que le siguen.
En exportación de armas también va primero EE.UU., con el 46%; seguido de Rusia, con 16% y luego Francia y Alemania, informa por su parte la Fundación estadounidense Peter G. Peterson.
Cada vez que cientos y cientos de misiles de Irán caen sobre Israel o viceversa, cuando los israelíes atacan en Gaza o Líbano y responde Hamas o Hezbollah, si Rusia y Ucrania intercambian cañonazos, o cada vez que hay ataques en el Congo, Sudán o Yemen, festeja Wall Street.
En las zonas calientes del globo hay explosiones tremendas y miles de muertos, heridos, huérfanos, decapitados y desaparecidos. En el sur de Manhattan (como en Londres y algunas otras pocas bolsas) también se escuchan estallidos: son los corchos de champagne, y hay miles de dólares que se reparten unos pocos. En Europa, los fabricantes de armas no la pasan distinto. Ni los de otras regiones; los oficiales y los del mercado negro, que en todo caso corren más riesgos.
Hace pocos años, la revista especializada Climaterra refirió un artículo llamado "Cómo hacer millones vendiendo guerra". Y recordó que antes de la invasión estadounidense en Irak, un ejecutivo de Lockheed Martin fundó, animado por funcionarios de la Casa Blanca, un grupo llamado Comité para la Liberación de Irak, que ayudó a defender la idea de la invasión y de la guerra.
En 1996, este mismo ejecutivo de Lockheed Martin fundó el Comité para la Ampliación de la OTAN, indispensable para el aumento de tensiones con Rusia que terminó con la guerra actual en Ucrania. Fueron los funcionarios que, como escribió el conocido profesor de la Universidad de Columbia, Jeffrey Sachs, son parte de “un proyecto de 30 años de duración del movimiento neoconservador estadounidense” que alentaron las guerras de EE.UU. en Serbia (1999), Afganistán (2001), Irak (2003), Siria (2011) y Libia (2011) y que “tanto han hecho por provocar la invasión de Ucrania por parte de Rusia”.