“Acaso con este libro, haya querido inconscientemente homenajear y nombrar a esos poetas y letristas que nos fecharon el alma con sus creaciones”. Así sintetiza Adolfo Marino Ponti -el “Bebe” para los amigos- la esencia de su nuevo libro, el octavo de una cosecha que arrancó allá por 1982 con Poemas de amor y silencio, y que contiene una nutrida y cercana biografía sobre su amigo Jacinto Piedra (Jacinto Piedra x Bebe Ponti), más un florido repaso por su género musical madre, llamado Historia viva de la chacarera santiagueña.
Su nuevo libro se llama -en efecto- Memorias de poetas y canciones. Es de prosa poética. Lo prologan el poeta-escritor, Pedro Patzer, y el presidente de la Academia Nacional del Tango, Gabriel Soria, y Ponti lo presentará este jueves a las 19.30 en el Salón Marabú (Maipú 365), acompañado por Peteco Carabajal, por la bailarina Natacha Poberaj, y por el cantor tanguero Pablo Banchero. “Como se trata de un libro inspirado en poetas y canciones, la idea es que se entrelacen la música, la poesía y la danza en un solo convivio”, cuenta el poeta santiagueño de Quimili, también autor de “Para cantar he nacido” –grabada por Mercedes Sosa-, “Hermano provinciano” y “Sombra enamorada”, en yunta con Peteco y Horacio Banegas, respectivamente.
Que la poesía y la canción son elementos en la construcción de la memoria, la identidad y la resistencia cultural, en una de las ideas fuerza del flamante trabajo, es algo que está fuera de duda. También lo es –refrenda Ponti- pensar la canción como una de las artes poéticas que mantienen viva la tradición del pueblo, su legado, sus luchas, sueños de generaciones pasadas y también la esperanza de lo que está por venir. “Como bien tituló Hamlet Lima Quintana, una canción es una zamba para no morir”, sentencia.
-Sobre todo en estos tiempos extraños, ¿no?
-Es que la poesía es fundamental para existir, mucho más cuando el contexto político y social se torna opresivo. La poesía nos acerca a lo más sublime de la condición humana, a esa parte negada por este sistema cada vez más egoísta e inhumano, donde el ser es cada vez más frágil, un desecho, una criatura descartable. En este sentido, como bien decía Juan Gelman, un poema no va a modificar el mundo, ni va a hacer la revolución, pero mantiene la utopía de la esperanza. En fin, la poesía, tanto como la música, el cine o el teatro, es un ámbito natural de resistencia activa, de crítica social. Por eso, en esta época de tendencias autoritarias, los artistas son los blancos preferidos de muchos de los ataques oficiales. El cine es vilipendiado, la educación y la cultura son desfinanciadas, vistas como un gasto inútil para el Estado. En este marco, mi libro es una metáfora de la canción como un ámbito de resistencia cultural.
Lo es porque, entre las memorias de poetas y canciones que trae el escritor al presente a través de sus páginas, figuran obras de Armando Tejada Gómez, Víctor Heredia y Horacio Guarany, entre otras. “Sin embargo, también creo que no debemos pecar de dogmatismos y reducir la música, la poética de la canción, a una expresión político social, porque también es un romance, un producto artístico para pensar la vida como un hecho feliz. Como una danza que nos baila en el alma”, señala el “Bebe”, cuyo libro nació como un desafío existencial, y a la vez como un rescate del tiempo a través de la música. “Digamos que se convirtió en un paseo por la vida y la obra de aquellos autores que tanto admiro. La vida me regaló la amistad de muchos de ellos con los cuales compartí momentos inolvidables. A otros no los conocí, pero mi adoración por sus letras me acercó a sus personas como si hubiera sido un ala invisible de sus vuelos”.