El reality más popular de Argentina terminó el casting federal para encontrar a los nuevos participantes que encenderán la pantalla de Telefé los primeros días de diciembre. El confesionario móvil pasó por Mar del Plata, Córdoba, Tucumán, Corrientes y cerró su itinerario en la ciudad de Buenos Aires, en el barrio de Palermo. Entrar a la casa de Gran Hermano (GH) puede ser un modo de levantar cabeza para muchas personas que hoy son los nuevos pobres que generó La Libertad Avanza en menos de un año de gobierno: trabajadoras y trabajadores que con sus salarios devaluados no llegan a fin de mes. Estar durante tres meses en la televisión, jugar el juego con estrategia y desenfado, es visto como una posibilidad de progresar y mejorar la vida de quienes serán elegidas y elegidos.

El uruguayo Bautista Mascia, el ganador del año pasado, se llevó 50 millones de pesos, que a través de Mercado Pago, uno de los auspiciantes de GH, generó un rendimiento de 21.890.875 pesos adicionales. Ninguna fuente de la productora Kuarzo puede dar una cifra exacta del premio en esta ocasión, pero destacan que siempre se intenta que el monto sea superior al de la edición anterior. La fila del casting se extiende por la calle Cabrera, desde Carranza a Ravignani, y continúa por Niceto Vega hasta completar la manzana. Los que llegaron y acamparon el lunes, un día antes, ahora usan los paraguas para protegerse del solazo de la mañana. Hay varones, mujeres, chicas y chicos trans desde los 18 años, la edad a partir de la cual pueden anotarse.

“La situación del país está jodida”

Claudio González tiene 51 años y le pone el cuerpo al propósito de cumplir su sueño. “Esta es la que tercera vez que me anoto”, confiesa con una mueca entre risueña y esperanzada. No lo desalienta que no haya quedado en los dos intentos previos. Este padre de tres hijas, que vive en Avellaneda, sabe cantar (melódico, cumbia, folclore) y tiene “muchas cualidades”, como ser buen cocinero. “Mi sueño es entrar a la casa porque te abre muchas puertas y puede ser una manera de progresar”, subraya Claudio. 

La cola avanza unos metros. Claudio camina y continúa hablando. Cuenta que trabaja como soldador y anuncia que si es elegido, “tiene un montón de estrategias en mente” para jugar su juego. Sabe que los participantes del reality firman un contrato con la productora, pero desconoce el monto que recibirán. “Uno trabaja y no llega a fin de mes; la situación del país está jodida con este gobierno”, diagnostica Claudio y aclara que no votó al actual presidente, Javier Milei, sin mencionarlo. Si llegara a ganar los 50 millones de pesos o más de esta edición, donaría una parte al Hospital Garrahan. “Si invertís la plata en algo constructivo, te vas a sentir orgulloso, ¿no?”, piensa Claudio y se despide porque ya le toca ingresar al casting.

El hilván de los sueños aglutina las historias de la espera bajo el sol. Darío Fernández, de 24 años, vive en Quilmes. Trata de apostar por la casa porque le “gustan mucho los medios” y se define como un artista y bailarín que sobrevive como animador y profesor de teatro. “Me gustaría mostrarle al mundo lo que soy, las herramientas que tengo, y me encantaría entrar a la casa porque soy fan de Gran Hermano. “Si me preguntás qué haría con el premio, te diría que mudarme solo adonde sea porque todavía vivo con mis padres”, se sincera.

El cabello crespo de Bubirel Bubier, su nombre artístico, es como un bosque azabache donde la mirada se pierde. “Podés tocarlo”, invita a esta cronista. “Mucha gente me pregunta si es de verdad mi pelo”. No quiere pronunciar el nombre que figura en su documento porque está haciendo el trámite para tener uno nuevo. Cuando lo reciba, se llamará Dominique Kilian. Esta chica trans de 22 años vive en Isidro Casanova; pero su dulce acento viene del lugar en el mundo donde nació, Las Lomitas (Formosa), considerada la “capital nacional del horno” por sus altas temperaturas, con máximas que superan ampliamente los 40 grados. “Hay que aprovechar las oportunidades y entrar a la casa puede cambiar mi vida”, resume Bubirel Bubier. Le gusta el ambiente artístico y por eso hizo un curso de modelaje, aunque se gana la vida como ayudante de cocina en un restaurante en Chacarita. “Me crié en el campo, en Las Lomitas, pastoreando animales, aunque no parezca”, bromea esta chica trans. Si no prospera Gran Hermano, probará con un microemprendimiento, con “algo que genere dinero” porque “la situación está complicada”.

El próximo ganador

“Prolija la fila, contra la pared, por favor”, pide en voz alta un hombre de seguridad de la productora a parte de las personas que están sobre la calle Ravignani. Algunos vienen acompañados por un familiar que oficia de representante. “¿Querés conocer al futuro ganador de Gran Hermano?”, pregunta una mujer y señala a su sobrino, Rodrigo Cassarino de 30 años, que vive en Moreno. “Me gusta demasiado competir, soy muy entusiasta y no me gusta perder”, admite Rodrigo. “Puedo ser muy cara dura y sinvergüenza. Si tengo que pelearme con alguno, no tengo ningún drama”, se presenta como si estuviera preparándose para el casting. El año pasado quiso entrar a la casa pero un accidente con el cuatriciclo en Pinamar lo dejó fuera de juego por un tiempo. Rodrigo estudió cuatro años arquitectura, pero como no le gustó la carrera decidió abandonarla. Trabajó con su papá en un corralón de materiales que tiene la familia en Moreno y ahora se dedica a las criptomonedas. “Yo no necesito entrar a la casa para salvarme económicamente, pero aunque mi viejo es el dueño del corralón, lo veo siempre engrasado, sucio y cansado por el trabajo. En caso de ganar, me gustaría ayudarlo a mi viejo. Yo sería capaz de darle el cien por ciento del premio a él”, afirma Rodrigo.

En Argentina hay alrededor de 220.000 venezolanos, según una cifra del ministerio del Interior. Marco Fernández tiene 47 años, reside en Buenos Aires hace siete años y está nacionalizado argentino. Comunicador social, cuando llegó al país empezó a trabajar en una cafetería como mozo y ayudante de cocina, y actualmente se desempeña en el área de logística de una empresa. “Quiero darle un toque caribeño a la casa y también necesito brindarle una mejor calidad de vida a mi familia. Actualmente vivo con mi padre; vine con mi madre también, pero ella falleció acá”, revela Marco. Se arma un pequeño revuelo cuando del confesionario móvil, estacionado sobre Ravignani, sale Lucila “La Tora” Villar, que saltó a la fama luego de participar de la pasada edición de GH. Las chicas aprovechan para sacarse una selfie con “La Tora”.

Isabela Acosta es una joven trans que cumplió 18 años hace tres meses. “Mi sueño es entrar a la casa porque quiero cambiar mi vida y ayudar económicamente a mi familia”, explica Isabela y cuenta que su mamá Carola está presa por tráfico de estupefacientes desde que ella tiene 11 años y aun le queda un año para salir de la cárcel. “Yo tengo ocho hermanos, desde muy chica me hice sola. A los doce años pedía en la calle ropa, mercadería, cualquier cosa. Cocino desde los trece años y hasta el día de hoy no paro en la cocina. También fui vendedora ambulante en el tren y soy bailarina de reguetón”, enumera Isabela todo lo que hizo y hace. Ahora trabaja como vendedora en un local de ropa en Talar de Pacheco, donde vive.

La enanita simpática

Liliana Anahí Recalde tiene 42 años, mide un metro veintisiete y en TikTok es conocida como la_enanita_simpatica. Acaba de salir del casting y está confiada en que le fue “bien”. Tiene una misión en Gran Hermano. “Quiero que entre una persona con una capacidad diferente a la casa porque nunca entró nadie. Sería una gran posibilidad, armaría mucho revuelo. Si quedo, seré la primera enana; es un sueño que tengo hace más de veinte años”, reconoce. Cuando vivía en La Plata, perteneció al servicio penitenciario. “Me agarró vaguitis aguda por un bajón de ánimo, dejé de ir a trabajar y me echaron. Esa es la verdad porque si llego a entrar y digo alguna mentirita van a decir esta mintió. Yo voy siempre con la verdad”, agrega Liliana, que reside en General Las Heras, provincia de Buenos Aires, y cobra una jubilación por discapacidad de 300.000 pesos.

Karen Bravo de 24 años llegó desde Gregorio de Laferrere con dos amigas. “Me encantaría cumplir mi sueño de entrar a la casa. Sé que me va a abrir muchas puertas y me va a dar una buena vida para mí y mi familia”, plantea esta joven que tiene un bebé de un año. En caso de entrar a la casa su hijo se quedará con el papá, “yo sé que él va a poder cuidarlo”, agrega Karen y precisa que está “a full” con TikTok, red en la que cuenta con 60.000 seguidores. “Yo siento que mi lugar en el mundo es en la televisión. Me encantaría ser panelista”.