Desde que apareció L. A. Times, el más reciente álbum de Travis, el jet lag volvió a ser algo recurrente en el estilo de vida del frontman de la banda, Fran Healy. “Estuvimos rebotando por varias partes del mundo en los últimos meses. Pero valió la pena”, advierte el músico. Sin embargo, la alusión a la ciudad de Los Ángeles que lleva impresa el título poco tiene que ver con el relato completo del disco. “El título del álbum es más o menos engañoso. Creo que es como el canario que llevaban los mineros a las minas de carbón”, analogiza el rockero. “Antiguamente, ellos entraban a las minas con esas aves enjauladas para comprobar si había gases tóxicos. Porque su olor no se percibe. Si el canario se angustiaba o moría, tenías que salir corriendo de ahí”.

-¿Lo que querés decir es que saliste corriendo de Los Ángeles?

-Me mudé a Los Ángeles en 2017, y la adaptación fue más difícil de lo que supuse. Demasiado complicada, en realidad. Al punto de que hoy puedo asegurar que es una ciudad de locos. No conocí a casi nadie allá, para empezar. Y mientras el mundo parecía estar cuesta abajo, Los Ángeles era capaz de convertirse en la vanguardia en la falta de viviendas, en el racismo y en el calentamiento global. De verdad, es un lugar increíble para vivir. Pero ya cumplí mi condena ahí.

Si bien Healy nació en Stafford (Inglaterra), se crió en la ciudad de sus padres: Glasgow (su madre se encargó de él porque su padre sufría de problemas mentales). Al momento de establecer parangones entre la urbe escocesa y la californiana, el artista ilustra: “Son muy diferentes. En Glasgow, la gente se encuentra y se divierte, y eso pasa en las calles del centro de la ciudad. En Los Ángeles, en cambio, todos viven en microcomunidades. La gente blanca está ahí, a la gente afrodescendiente allí, los latinos acá, los etíopes allá y la gente sin hogar por aquel lado. No tenés la oportunidad de ensayar para convertirte en ser humano, y eso es irónico porque se parece a las películas que ellos hacen y en las que inventan mundos artificiales. Son brillantes en hacer esta cosa mágica, pero en la vida real no tienen un centro, ni un subte”.

De la mano del Raze the Bar Tour, el cuarteto regresa a Buenos Aires este jueves 7 dejar en evidencia el renacimiento que lograron gracias a su décimo álbum, publicado el 21 de julio. El recital será en el Teatro Gran Rex a las 20, la misma sala que los recibió en su último desembarco porteño, ocho años atrás (como apertura estarán los locales Ainda). De sus anécdotas en la capital argentina, Healy dice que la mejor se remonta a su debut local, en 2007, cuando compartieron el Festival Yeah! con The Killers y Starsailor. “El día anterior, compramos unas camisetas de la Selección argentina, pero le estampamos atrás los nombres de los músicos de The Killers”, rememora. “Cuando nos las pusimos para el bis, ellos, que estaban a un lado del escenario, se quedaron como ‘¿Qué carajo están haciendo?’. Nos morimos de la risa”.

Justamente Brandon Flowers, cantante de The Killers, junto a Chris Martin, de Coldplay, hicieron los coros en la canción que inspiró el nombre de la actual gira de la banda: “Raze the Bar”. “Brandon siempre lo logra: te llega, te atraviesa. Es una locura de persona, es mágico”, describe el cantante, compositor, guitarrista y pianista de Travis, quienes se sumaron en junio y julio a la gira de The Killers. “Hubo muchos momentos divertidos en esos shows: desde tomar el té en antiguo salón de Manchester hasta improvisar un cover de ‘Somewhere In My Heart’, de Aztec Camera. Somos bandas muy similares en el sentido de que nos entregamos a nuestros fans. Damos el 100 por 100 porque sabemos el sacrificio que hay que hacer para comprar una entrada. De chico no vi muchos recitales porque era caro”.

Según contó el propio autor, “Raze the Bar” es su canción favorita del álbum. “Se trata de un bar de Nueva York que ya no existe. Todos iban ahí, era un lugar genial porque a nadie le importaba quién eras vos”, explica. “A la gente que conoció el lugar, y se la toqué, se le llenaron los ojos de lágrimas. Y que Brandon y Chris participen lo hace aún más especial”. Si bien musicalmente fue compleja de hacer, por la gran cantidad de detalles que tiene (como las capas de instrumentos y voces), el tema “Naked in New York City” le llevó 27 años. “Cuando comenzaba una estrofa o ponía una guitarra, la dejaba descansar unos meses. Y así pasó el tiempo. Esta vez me puse presión para hacerla entera, y la resolví en 10 minutos. Lo divertido es que es que en la canción se siente esa búsqueda por encontrar la parte que falta”.

-¿No entrás en pánico cuando no podés terminar una canción?

-No me suele pasar. Las canciones vienen cuando tienen que venir, y eso lo reconocés al toque. El espacio entre las canciones puede ser de días, semanas, meses o incluso años. Si me bloqueo al momento de componer, ya no me importa. Es como todo en la vida: a veces no te sale nada y de pronto tenés una racha de 10 y 11 temas que están muy buenos, y que luego forman parte de un disco. Si algo no cambió en mi vida fue eso, en lo absoluto. Nunca me senté con una idea de canción, y con esto me refiero a una temática específica. Las ideas simplemente vienen, y funcionan mejor si tenés a mano la guitarra, el piano o algún instrumento. Cuando vas a estar enfermo, te ponés los dedos en la garganta y sale. Esto vendría a ser la versión melódica de eso. Entonces sale también.

El segundo disco de la banda, The Man Who (1999), postuló a Healy como uno de los autores más destacados de la escena post britpop. Lo que confirmó el siguiente material, The Invisible Band, producido por Nigel Godrich, quien venía de hacer Kid A, de Radiohead. Esa conjunción en el estudio estuvo permeada por un nivel de inspiración que el frontman no volvió a encontrar hasta este flamante trabajo. “Tenés que ser muy paciente”, reflexiona el artista. “Sos un tonto si creés que todo el tiempo podés tener la vara bien alta. Esto es un todo vale en el que a veces las fuerzas se oponen. Cuando ves que hay un montón de esbozos de canciones que siguen ahí, supongo que te da pie para pensar que es difícil renovarse. Lo mejor para esos casos es apagar la tele”.

Cuando ensaya una explicación sobre la evolución de su proceso compositivo, el músico da crédito a la magia. “Luego de que hiciste la que creés que es la peor canción, y tu ego está destruido, de repente pasa algo que cambia tu perspectiva. Y te preguntás: ‘Dios mío, ¿de dónde salió eso tan bueno?’”, espeta. “No sabés qué es hasta que lo encontrás, y comenzás a sacarlo muy suavemente. Lo escuchás, y ahí te das cuenta de qué se trata. Pero nunca sabés de qué va una canción antes de hacerla. Es como meterse en cuarto oscuro con los ojos vendados. Es también como salir de pesca: nunca sabés con qué volverás a casa. Puede ser un tiburón, una ballena, un pez diminuto, una bota, un zapato. Las canciones son como los sentimientos más profundos que tenés en tu interior”.

-Se te nota contento con este álbum. Parece que cumplió con tus expectativas.

-Hasta ahora, la respuesta es la mejor que tuvimos en décadas. Seguramente esto sucede porque es el mejor álbum que hicimos en mucho tiempo. No sé cómo se califican los álbumes ahora, pero realmente no podés controlar qué tan bueno o malo va a ser. Hay algo en torno a este álbum que tiene un brillo especial. Pese a todo esto que cuento, no tengo ninguna expectativa porque viví momentos en los que un disco te puede poner muy loco. Por más que lo razones, todo se vuelve loco. Lo que sí me gustaría es que la gente al menos escuche estas canciones. Hay muchas melodías nuevas, porque intentamos crear cosas diferentes dentro de la banda. También espero que estas canciones encuentren su lugar en el mundo.

-La promoción de L.A. Times dice que “éste es el disco más personal” de Travis. ¿Qué es para vos un disco personal?

-Es gracioso. Cuantas más entrevistas hacemos sobre este disco, más me doy cuenta de que cada disco o cualquier cosa que hagas está empapada de algo personal.

-¿A qué te referís?

-En una época realmente tumultuosa, donde estaban sucediendo muchas cosas grandes y pesadas, mi abuelo murió. Y él era como un padre para mí y fue realmente difícil de aceptar. Luego de eso, me separé de Nora (Kryst), mi pareja (estuvieron juntos a lo largo de 23 años). Y perdí a un muy buen amigo mío, que tenía 50 años. Eso fue un shock enorme porque fue el primero de mi grupo de amigos en morir. También estaba la mudanza de Los Ángeles a Londres, otro cambio significativo. O más bien fue un gran, gran, gran, gran cambio en mi vida, Aparte, mi hijo sufrió bullying de parte de un profesor de la escuela, lo cual fue muy difícil de manejar.

-Así son las malas rachas: todos los quilombos aparecen juntos…

-Ah, sí. No te conté aún que despedí a nuestro manager, después de 25 años de trabajar juntos. Y tuve que hacer un montón de tareas domésticas en la banda. Hubo muchas cosas similares, y este álbum está empapado de eso. Por eso lo siento como un disco muy duro. Hay algo más que una colección de canciones en L.A. Times. A veces todos tenemos la sensación de: “Oh, no, esto es demasiado alto para escalar y no sé si puedo hacerlo”. Siempre las podés superar. Todo está bien ahora, pero aún me está tomando un tiempo.

Ahora que la voz líder de Travis fue al meollo, vale la pena aclarar que el título (del que mucho se habló, pero no se explicó) no tiene que ver con el principal diario de Los Ángeles, The L. A. Times. Lo que hizo Healy fue combinar su pasado en Glasgow, donde un día un vendedor de diarios se encontraba vendiendo la edición vespertina mientras gritaba repetidamente “Final Times”, con su vida en Los Ángeles. De hecho, en el tema “Gaslight” el músico celebra su liberación de ese estilo de vida tóxico. Sin embargo, su historia y la del grupo no fue del todo mala en la megalópolis estadounidense. Pese a que su éxito era relativo, en comparación al que tenían en Europa, desde su debut allá, en el año 2000, vivieron su idilio angelino. “Tuvimos una historia de amor con Los Ángeles que todavía mantenemos”, reconoce.

El músico británico, que en 2010 se probó solista con el disco Wreckorder, se refiere a L. A. Times como un disco de “pop sencillo”. Pese a intentar despejar el terreno, la canción que le da título se aferra al spoken word. En tanto que “Raze the Bar” toma prestado elementos del góspel, “Gaslight” hurga en el cabaret, “Bus” invita a recordar a Fleetwood Mac y “The River” se percibe como un indie tenso. En el medio del repertorio se alza el country “Alive”, que funciona como catalizador de toda esta paleta de matices sonoros. “Si tuviera diez hijos, ninguno de ellos sería igual a los demás”, justifica. “Algunos se convertirían en astronautas, otros en serían maestros y quizá uno de ellos no harían nada. Esto es como si Abbey Road tuviera muchos temas o personajes diferentes”.

-Mientras hacían el disco, ¿qué otra música estuviste escuchando que pienses que haya impactado en el acabado final de las canciones?

-Realmente no escucho mucha música. Déjame pensar que estaba escuchando… Bueno, Clay, mi hijo, es muy fan de Fontaines DC (se presentarán en Lollapalooza Argentina 2025). También estuve reincidiendo en material de De La Soul y Serge Gainsbourg, aparte de cosas habituales como Bob Dylan, The Beatles y Herbie Hancock. De todas formas, yendo a tu pregunta, no sé si algo de esto lo conseguirás entre las canciones del álbum. Lo que sí me pasó es que me sirvió de inspiración. Es lo que pasa cuando escuchás una buena canción, ves una buena película o te cuentan una gran historia.

-A propósito de tu hijo, ¿escuchó L.A. Times? ¿Qué devolución te hizo?

-Me dijo que le encantó. A él le gusta Travis, es muy dulce y está orgulloso de su padre. Como soy músico, sus amigos opinan que soy el padre más genial del mundo. Todos vienen a nuestra a casa a divertirse y a tocar. Tenemos una casa muy bonita en la que siempre hay arte y música. Además, él ya tiene también su banda. Así que es una casa muy juvenil gracias a Clay.

Antes de que se tiñera el cabello de naranja, el mandamás del grupo escocés, de 51 años, lucía bigote, barba y su pelo canoso recogido en una cola de caballo. Luego del nacimiento de su hijo, en 2006, dejó de experimentar no sólo con su look, sino también con las canciones. Se concentró en la paternidad, a falta de un padre presente en su infancia. Esto se nota en la calidad de la impronta de los anteriores trabajos de Travis. No obstante, una vez que Clay cumplió los 18 años, Healy le bajó un cambio a la crianza y se dedicó a componer a tiempo completo, lo que decantó en posiblemente el álbum más fresco del grupo. A tal instancia que recuerda esa vitalidad que los transformó en los años 90 en uno de los noveles artistas estelares de la escena británica, al lado de Coldplay, Keane o Stereophonics.

Otra de las claves del éxito del nuevo disco del cuarteto fue la elección de su productor, Tony Hoffer. El alquimista estadounidense ha puesto su talento al servicio de artistas del calibre de The Kooks, Beck, Supergrass, Belle and Sebastian, M83 y Air. “Ciertamente, una de las razón por la que creo que el disco se destaca por sobre los anteriores cuatro o cinco es porque conseguimos un productor por primera vez que no fuera yo”, admite Healy. “Normalmente, yo producía. Así que tenía que ser el productor y luego quitarme el sombrero de productor y me ponía el sombrero del cantante. Y después me quitaba el sombrero del cantante y ponía el del guitarrista. Estaba jugando con demasiadas reglas en simultáneo. Esta vez pudimos disfrutar de una dinámica en el estudio que cultivamos hace 33 años”.

En la tapa de L. A. Times, Healy, junto al resto de sus compañeros de banda, el guitarrista Andy Dunlop, el bajista Dougie Payne y el baterista Neil Primrose, posan en una calle de la megaciudad californiana. Desde 1994, tres años antes de la grabación de su disco debut, ellos se consolidaron como la formación estable de Travis. En 1999, el cuarteto se presentó en Glastonbury en medio de una tormenta que, antes que jugarle en contra, se transformó en uno de los momentos más épicos en la historia del festival inglés. Al punto de que fueron considerados “el artista” de esa edición, lo que les permitió que el single “Why Does It Always Rain on Me?” se volviera su primer hit. Entonces les colgaron la chapa de la nueva esperanza de la música británica. Todo pasó tan rápido que en 2001 la exposición les pasó factura.

-¿Cómo ves en retrospectiva aquellos años en los que fueron artistas top?

-No creo que nunca nos haya importado nada de eso. Tampoco me importa pensar en el pasado ahora porque voy a estar muerto en 30 años. No me importa si hay alguien que cree que las canciones son como las mariposas, los pájaros o cualquier otra entidad que vuele. Es interesante preguntarse si una canción es esto o aquello. Si realmente es tu identidad. Pueden decir en un momento que soy un tipo encantador, pero al mismo tiempo que soy un estúpido. La música no la miro por épocas, sino como una misma melodía. Es toda una gran canción. Miro a los humanos como una gran colección humano, y es justamente eso lo que nos hace humanos. No siento que vivamos vidas individuales, porque lo mejor es vivir en sociedad. Lo mismo pasa con las canciones. No veo ninguna diferencia entre ellas. Si te conmueve, estaba destinada para vos. Y si no, qué importa.