Con ocasión de cumplirse cuarenta años del “Tratado de paz y amistad entre Argentina y Chile” se celebró una misa de acción de gracias en la catedral católica de Buenos Aires y, en la homilía, el obispo Oscar Ojea, presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, reconoció “el inmenso valor de la diplomacia en la vida de los Estados y sus efectos fecundos en la vida concreta de cada ciudadano”. Si bien todo lo dicho estuvo referido a la gestión diplomática que permitió descartar el enfrentamiento entre los dos países, con fuerte contribución de las iglesias y del cardenal Antonio Samoré, no pasó desapercibido que Ojea haya insistido en que “la diplomacia es un arte, un trabajo que exige paciencia y constancia, muchas veces silencioso, que busca unir la diversidad de vivencias históricas diferentes y muy arraigadas en la educación y en la cultura”.
Ante los funcionarios -coincidiendo con intención del presidente Javier Milei de realizar una “purga en la cancillería” pero sin hacer ninguna mención a esta situación- el obispo Ojea dijo que la diplomacia “es un servicio a la armonía entre las diferencias” porque “la paz social es laboriosa y artesanal” y “solo es posible lograrla integrando a todo”.
En el acto estuvieron presentes la vicepresidenta Victoria Villaruel, el flamante canciller Gerardo Werthein, el Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, y el Secretario de Culto y Civilización, Nahuel Sotelo.
Milei le pidió esta semana a Gerardo Werthein, que asumió funciones el pasado lunes, que identifique a los diplomáticos “traidores” y a los “enemigos de las agendas de la libertad” y prometió echarlos.
“La violencia desatada hoy en tantos frentes va logrando oscurecer el valor de la palabra, pierden importancia los gestos que acercan la vida de los seres humanos y que crean los puentes necesarios para que los espíritus se sosieguen y para que el diálogo se restablezca a partir de nuevas escuchas más atentas y superadoras”, dijo Ojea en otro tramo de su alocución en la misa de la que también participaron Jorge García Cuerva, arzobispo de Buenos Aires, Alberto Bochatey, obispo secretario general de la Conferencia Episcopal, y el obispo Miroslaw Adamczyk, nuncio apostólico (embajador) del Vaticano en la Argentina.
Ojea dio “gracias a Dios por el Don de la Paz” entre Argentina y Chile y a todos aquellos que contribuyeron “con esfuerzo y profesionalidad” a los acuerdos que culminaron hace cuarenta años con la firma del tratado de paz entre ambas naciones mediante la mediación del papa Juan Pablo II en un tiempo marcado por la amenaza de guerra y cuando se iniciaban los preparativos para el combate. “Nos demostraron que incluso en los momentos más tensos y complejos es posible tomar decisiones que nos saquen del encierro y del temor abriendo paso a la esperanza para reencontrar esa fraternidad tan seriamente amenazada”, sostuvo el presidente de la Conferencia Episcopal.
El recuerdo de la firma del tratado estuvo acompañado por una declaración conjunta de los episcopados católicos de Chile y Argentina “agradeciendo la paz y la integración entre ambas naciones”.