En esta entrevista íntima y reveladora publicada originalmente en El Afroargentino en octubre de 2015, la socióloga, intelectual y entonces diputada nacional Alcira Argumedo reflexiona sobre su identidad afrodescendiente y la negritud en Argentina. Argumedo nos invita a replantearnos la narrativa histórica tradicional, desafiando el racismo inherente en los relatos liberales y revisionistas que han borrado la influencia africana en la identidad nacional. Desde su propia historia familiar, revela la relación oculta de su linaje con la esclavitud, lo cual resalta cómo muchos argentinos llevan en su sangre la huella de las luchas de pueblos indígenas y afrodescendientes.
Alcira también reflexiona sobre la sociedad argentina contemporánea, subrayando que el racismo persiste, en especial contra aquellos que se alejan de los estándares eurocéntricos. Cuestiona la segregación racial y el prejuicio latente, al mismo tiempo que denuncia la homogeneidad étnica en las esferas de poder, que sigue dominada por “blanquitos” de clase media alta. Su visión crítica y aguda aún resuena, especialmente en el contexto de este mes de la afroargentinidad, cuando se rescatan voces como la suya para recordarnos las complejas raíces culturales de la sociedad argentina y la urgencia de reconocer y valorar la negritud que forma parte de nuestra identidad nacional.
La entrevista...
La intelectual y actual diputada nacional Alcira Argumedo nos abre las puertas de su casa y nos recibe para darnos una entrevista en El Afroargentino, que rápidamente se transforma en una charla íntima entre paisanos que se ponen al corriente después de tiempo sin verse. Alcira habla con un estilo profundo y agudo, al que tiene acostumbrados a quienes la conocen dando clases en la Universidad de Buenos Aires o en un local de base. Lo primero que nos dice es:
“Cuando daba clases a los piqueteros les decía: Aclaremos las cosas. En este país, cuanto más negro sos, más gloriosa es tu estirpe. ¿Ustedes quién se creen que pelearon con San Martín y Belgrano?”. No nos esquiva ninguna pregunta, ni ningún tema, y por sobre todo, dice en voz alta: “Yo soy afrodescendiente”.
¿Cómo y cuándo te reconocés afrodescendiente?
Yo sabía que por la familia de mi padre, que hace muchísimas generaciones que está en Argentina, casi desde la época de la colonia, había un mestizaje con indígena. Pero hace unos años, en un estudio médico de rutina, mi médico de confianza me da un dato que me lleva a investigar de inmediato. Y efectivamente, sacando cuentas, una cuarta o quinta abuela se llamaba Manuela Escalante, que era hija de una esclava liberta, que había comprado su libertad. Ella tuvo dos hijas, la primera en noviembre de 1813, o sea, de las primeras que nacen libertas por la libertad de vientres que declara la Asamblea (del año XXIII), y la segunda nació al año siguiente. El tema es que se casó en la zona de San Lorenzo (provincia de Santa Fe) con un Argumedo que venía de Mendoza. Lo que pasó es que se fue blanqueando, y siempre apareció algún “morochito” en la familia. Esto lo habré descubierto hace unos 20 años. Me encanta, me parece maravilloso.
¿Qué significa ser para vos afrodescendiente?
Me gustó muchísimo. Yo vengo de una larga trayectoria de reivindicación de las tradiciones populares latinoamericanas, de todo lo que había sido la gran epopeya de las resistencias y las historias de negros, indígenas y mestizos, por lo cual me encantó. ¡Lo que pasa es que nadie me cree! Todos piensan que como, precisamente, pertenezco a esa tradición, me lo inventé (risas).
¿Qué reflexión te merece el tratamiento de los afrodescendientes argentinos en el relato de la historiografía, tanto el liberal como el revisionista?
El relato historiográfico liberal está muy influenciado por todo el racismo de Sarmiento (Domingo) y ese liberalismo que es la paradoja de la brutal ignorancia. Su centro de atención está en el mestizaje indígena, donde vieron su mayor amenaza y peligrosidad en función de su densidad poblacional. O sea, la negritud la borraron de la historia. De forma que negaron absolutamente la historia y las culturas indígenas y africanas. Entre el siglo XII y el XVI, en la universidad de Timbuktu, durante el Imperio Mandinga de Mali, estaban mucho más adelantados que los occidentales de la época. Y es probable que algunos de los esclavos que trajeron durante el siglo XVI de la zona occidental de África hayan sido connotados matemáticos, astrónomos, filósofos, etc. Lo que pasa es que estos brutos, dos siglos después, definen que los negros no tienen alma, entonces pueden ser sometidos a la esclavitud, negando todo el potencial de las culturas africanas. Es por eso que sale con tanta fuerza en la revolución del tercer mundo este proceso intelectual, porque realmente tiene raíces muy profundas. Los liberales quisieron negar absolutamente esto, con una ignorancia total.
Por su parte, el revisionismo no vio el problema, dejó de lado la influencia africana en lo argentino. Se centró mucho en lo político de si Rosas sí, si Rosas no. Y no tuvo en cuenta la densidad social que hubo por detrás, producto de un peso intelectual muy fuerte que no terminaron de cuestionar, no rompieron con el eurocentrismo en serio para ver la composición cultural y social de donde nació todo.
¿Qué reflexión te merece la frase “En nuestra región los gobernantes por primera vez se parecen a sus pueblos”?
Eso se da en Brasil con la llegada de Lula (Da Silva), un obrero nordestino que le falta un dedo, con Chávez (Hugo) en Venezuela, que era un zambo (mezcla de indígena con negro), y con Evo (Morales) en Bolivia ¡ni qué hablar! Todos decíamos que se venía el Pachakuti. A Evo se lo ve con una fuerte decisión de llevar a cabo la causa indígena. Pero, ahora, acá en Argentina? ¡Por favor! (risas) Acá hay mucha reticencia a estos temas. Pueden sacar la estatua de Colón, pero siguen con una mentalidad colonizada.
¿Ves a la sociedad argentina como una sociedad segregada?
Estamos ante un problema social de discriminación de los “morochos” en general. Todo “morocho” es sospechoso. No importa si sos afro o indígena, son sectores populares caracterizados como “negros de mierda” sin importar de dónde vengas. Hay una exacerbación del prejuicio en función de una situación de exclusión social y discriminación muy fuerte. Hay un valor social muy fuerte alrededor del color de la piel que sigue funcionando de una manera aberrante, es racismo. Es una visión del mundo muy alimentada, por ejemplo, en la escuela oficial.
¿Cómo caracterizarías en términos raciales a la clase político-dirigente argentina?
En su mayoría son blanquitos de clases medias profesionales o hijos de empresarios y de un nivel de mediocridad apabullante y verdaderamente con una venta de conciencias y de un caradurismo impresionante. En la parte dirigente el predominio es fuertemente blanco, eso tiene que ver con que esos sectores se reclutan de las clases medias que vienen de hijos de la educación universal y gratuita sarmientina, de civilización o barbarie, y la cultura universal.
¿Conocés otros legisladores/as afrodescendientes?
No, no he conocido. Salvo yo, no conozco a nadie (risas).