Pasaron varias horas, pero Taty Almeida todavía está emocionada por lo que acaba de vivir. Estuvo, con sus propias manos, pintando un mural en la esquina de Dorrego y Libertador para responder a una pintada que pedía la liberación de los genocidas. Junto con artistas, estudiantes, integrantes de los gremios y militantes del barrio, la mesa de organismos de derechos humanos contestó al reclamo de impunidad con una intervención en los muros. “Fue terrorismo de Estado. No son héroes, son genocidas”, escribieron. “Estamos demostrando que la memoria va a seguir siempre presente”, dijo la referente de Madres de Plaza de Mayo -Línea Fundadora.
La cita era a las 11. Habría una clase pública en defensa de la universidad –amenazada por las políticas de ajuste de Javier Milei– y de la memoria –amenazada por la avanzada negacionista. El encuentro fue organizado por la cátedra de Artes Visuales y Populares y Arte Público en Latinoamérica del Departamento de Folclore de la Universidad Nacional de Artes (UNA), que está a cargo de la muralista Ángeles Crovetto.
“Hace más o menos quince días, tomamos conocimiento de que en la esquina de Avenida Dorrego y Avenida del Libertador había una pintada que reclamaba la liberación de los genocidas y los nombraba como héroes de la patria. Desde la mesa de organismos de derechos nos pareció importante dar una respuesta”, cuenta Héctor Francisetti, integrante de Familiares y Compañeros de los 12 de la Santa Cruz.
La pintada apareció después de que se hizo pública la visita de seis diputados oficialistas a los represores que están presos en el penal de Ezeiza, y de que había distintos proyectos en danza para favorecer que los represores salieran de las cárceles y que se frenaran las investigaciones que están en trámite.
Al mural en el que se reclama memoria completa para las “víctimas del terrorismo” y libertad para los “veteranos de guerra”, se respondió con la memoria de los 30.000 desaparecidos.
Cuando llegaron los organismos, dos policías jóvenes de la Ciudad se aproximaron a pedirles precisiones sobre la actividad. Taty les pidió que se le acercaran.
–Esos que están ahí –dijo señalando hacia la pintada que pedía la libertad de los “veteranos de guerra”-- son los culpables de que nosotras usemos el pañuelo porque nos arrancaron lo más preciado que tiene una mujer, que es un hijo. Y, como verán, acá no hay violencia. No somos subversivos. Los subversivos son los tipos que subvirtieron todo.
Para los oficiales era la primera vez que estaban ante una Madre de Plaza de Mayo. Y las palabras de Taty les llegaron.
Con distintas técnicas se fue armando el mural en respuesta a los que buscan la impunidad de los criminales. Participaron miembros de la mesa de organismos como Mabel Careaga, Luis Alman Bornes y Pascual Spinelli. Estuvieron integrantes de la Unión de Trabajadores de la Educación (UTE), Metrodelegados y Palermo Memoria.
En silla de ruedas para no cansarse, Taty estuvo pintando. En un momento pidió ayuda para levantarse.
–Me pongo de pie para demostrar que, a pesar de los bastones y las sillas de ruedas, las locas seguimos de pie–dijo.
Los asistentes empezaron a cantar: “Madres de la Plaza, el pueblo las abraza”.
–Estamos demostrando–continuó Taty– que la memoria va a seguir presente, que seguimos resistiendo. Es la unidad lo que vale, y que un pueblo unido jamás será vencido. Y con esta resistencia demostramos que no nos han vencido.
Cuando el mural con los rostros de los desaparecidos estuvo terminado, la actividad se cerró con cánticos. “Como a los nazis les va a pasar, adonde vayan, los iremos a buscar”, prometían –mientras Taty señalaba hacia la pintada que pedía que los que secuestraron y desaparecieron vuelvan a sus casas.