Existe en España, más particularmente en la comunidad valenciana, un hito del humor gráfico: “satírico hasta lo sangrante, político, anticlerical y erótico”, según voces ibéricas que recuerdan –no sin nostalgia– revista La Traca. Publicación que, en los años 30, llegó a tener tiradas de hasta 500 mil ejemplares, e incluso –según anota el diario El País– “también llegó a abrir una delegación en Buenos Aires”. Nacida en 1884 en Valencia, su transgresora línea editorial –alineada con el republicanismo– le costó constantes embistes; por caso, estar prohibida bajo la dictadura de Primo de Rivera, entre otras censuras, suspensiones, multas, cambios de nombre, temporal cárcel para sus integrantes. Fue su final, empero, episodio especialmente trágico… A punto tal que no faltan académicos que hablan de La Traca como el Charlie Hebdo español, porque sabido es que ni el fundamentalismo ni el fascismo aceptan la sátira, siendo –como es– uno de los filosos pilares de la libertad de expresión… Y es que, en su última etapa, a fines de los 30s, “el franquismo –que derrotó a los últimos reductos de la resistencia en Valencia, sede de la redacción de La Traca– nunca perdonó al director Vicent Miguel Carceller y a su dibujante Carlos Gómez Carrera, conocido como ‘Bluff’, las afrentas realizadas desde las páginas de la revista”, según advierte el diario español Público en una recientísima nota. Y pasa a detallar algunas caricaturas que ninguna gracia causaron al Generalísimo: “Franco compartiendo yacija con un soldado moro de su batallón africano”; “Franco travestido”; “Franco convertido en un trasunto ridículo de Hitler, con su espadón sobre España…”. Pues, Franco bramando por las viñetas fusiló la risa valenciana al mandar a fusilar a Carceller y Carrera, condenados a muerte por el Consejo de Guerra en 1940. En el documento que ordena su muerte, así se “justifican” los asesinatos: “El citado semanario se dedicaba de la manera más baja, soez y grosera a insultar a las más altas personalidades representativas de la España Nacional, de la dignidad de la Iglesia y los principios informantes del Glorioso Movimiento Salvador de nuestra Patria, aprovechando la popularidad adquirida en años anteriores, en beneficio de la subversión marxista”. Desmantelada la editorial, destruidos sistemáticamente los ejemplares, sobrevivieron los suficientes –mal que le pese al fantasmita del fascista– para que el recuerdo de La Traca esté vivito y coleando. A punto tal que el pasado año una exposición, La transgresión como norma, rescató 200 ejemplares que dieron cuenta de su importancia en la historia española. Y hoy se sigue contando su historia.