“El punto de partida de La confusion fue un poco el deseo de cambiar”, es lo primero que dice Amadou Bagayoko al otro lado de la línea, en un francés pausado y reflexivo que revela en el acento su marca de origen. Apenas termina de hablar, un traductor se ocupa de reproducir sus palabras en inglés. El compositor, guitarrista y cantante está en Mali; el otro, en la oficina de su sello europeo. Y de ahí en más, mientras se completa el proceso de triangulación telefónico y lingüístico para la entrevista, el aire se impregna lentamente de silencios inquietantes, ruidos confusos y voces de otras personas que hablan en algún dialecto maliense. La comunicación no es para nada fácil, pero tal vez sirva para ilustrar el complejo, intrincado y azaroso mecanismo intercultural que hizo posible que la música de Amadou y Mariam Doumbia se abriera paso primero en el continente africano y más tarde en Europa para llegar, finalmente, a conquistar el suelo americano.
Como sea, la noticia es que, pasada la barrera de los 60 años y a 37 de la unión que selló su vínculo en la vida y en la música, Amadou y Mariam decidieron dar una vuelta de página en la historia que los tiene de protagonistas. Un volantazo en medio del camino que los llevó a recorrer el mundo; un giro que los devuelve a sus orígenes y que, en el mismo movimiento, los proyecta más alto y más lejos en el horizonte actual. La confusion, el último trabajo de las estrellas de Mali, se puede escuchar como una demostración de audacia, vitalidad, sabiduría e inspiración. Una auténtica obra de arte afro-pop en la que confluyen las raíces ancestrales de la cultura de su país y el nervio contemporáneo de la corriente electrónica; un nuevo pico en su discografía, que nace sobre la superficie de la realidad local más inmediata para alcanzar, al cabo, su estatura universal.
Rica como toda paradoja, su excursión más reciente a un estudio de grabación también logra metabolizar varios de los componentes más dolorosos de la experiencia humana, para finalmente liberar una brisa festiva. La síntesis alcanzada por la pareja que se conoció en el Instituto de Jóvenes Ciegos de Mali es, en parte, una reacción a Folila. En su trabajo previo, la mira le apuntaba claramente al crossover, con una lista de invitados que incluía a integrantes de TV on the Radio, Yeah Yeah Yeahs y Scissor Sisters, además de Santigold, Bertrand Cantat y Ebony Bones, entre otros. Cinco años más tarde, sin dejar de lado la textura coral que recorre su estilo, amplificándolo sobre la base de un juego de llamado y respuesta que linkea con los negro spirituals, en La confusion volvieron a concentrar la energía creativa en la potencia de sus propias voces. Y ese diálogo que protagonizan y toma estado público es, por momentos, sencillamente conmovedor.
El imperativo beatle de la evolución permanente como norte artístico tal vez no llamaría tanto la atención en una banda de jóvenes pero, tratándose de un matrimonio que ya cuenta con nietos en su linaje musical, adquiere otro valor. La necesidad, el afán de cambio estuvo presente desde el minuto cero. “De hecho, buscábamos algo distinto en la textura de las canciones, por poner un ejemplo. Así que, de alguna manera, en este disco volvimos a las raíces de Amadou & Mariam, las que identificaron a nuestra música desde el principio. Lo que también queríamos era recordarle a la gente quiénes somos y qué hacemos, para que puedan entender mejor nuestro trabajo”, agrega Amadou. En ese plan, lejos de los vocalistas y otros convidados estelares de su antecesor, se apoyaron en la complicidad de músicos como su compatriota Youssouf Diabaté, que aportó su técnica con el ngoni; Djeli Moussa Diawara, nativo de Guinea y reconocido ejecutante de la kora; el percusionista brasileño Ze Luis Nascimento; el saxofonista francés Adrien Soleiman.
Entre enero y marzo de 2014, el dúo se entregó a la composición y le dio forma a una veintena de temas. Después de evaluar la materia prima con los directivos de su sello, Because Music, quedó en pie una docena. Fue entonces cuando entró en escena un personaje central en esta historia: Adrien Durand, un treintañero que además de integrar el colectivo de electropop cosmopolita Bon Voyage Organisation, también es un ferviente admirador de la música africana. Apenas se enteró del proyecto, Durand ofreció sus servicios como productor. “Antes que nada, Adrien es tecladista. Lo primero que trajo a la sala de grabación, entonces, fue su teclado”, cuenta Amadou. “Adrien es un joven artista francés que está en pleno crecimiento, también trajo sus influencias para trabajar con nosotros. Hicimos todos los arreglos del disco juntos. Y al haber solo tres personas involucradas en ese momento de la creación, el espacio quedó realmente abierto al diálogo y al intercambio”.
El resultado de semejante encuentro se percibe de movida, en “Boufou Safou”. Entre el latido de los tambores y el pulso sintetizado del bajo, entre la polirritmia que conduce al afrobeat y las programaciones que evocan al house, el tema que abre la lista planta bandera en un punto en el que confluyen los ecos de la selva africana y el clima de una rave. Y, a su manera, anticipa el viaje sonoro que viene a continuación. Esta vez, los remixes que acompañaron la salida del single (gentileza de Africaine 808, Henrik Swarz y Fatima Yamaha) no hicieron más que subrayar distintos aspectos que ya estaban presentes en el original. “Es una mezcla particular entre tradición y modernidad, que está presente en nuestra música desde siempre, desde que nos fuimos a Europa por primera vez para empezar una carrera musical”, explica Amadou. “Trabajamos con músicos de Mali, pero no son músicos que estén necesariamente identificados con una tradición”.
Tierra inestable
En las canciones de Amadou & Mariam, las letras pueden estar escritas en francés lo mismo que en bambara, el idioma principal con el que se comunican las distintas etnias de Mali. ¿En qué casos la lengua local termina prevaleciendo sobre la oficial, heredada de los antiguos tiempos coloniales? “Depende de la letra y de la historia que haya detrás de cada canción. Algunas surgen de cosas que pasan en nuestra tierra, nuestra cultura e historia. Y por eso las escribimos en bambara. Pero finalmente nos damos cuenta de que el mensaje que transmiten es universal”, dice Amadou. “Bofou Safou”, por ejemplo, es una expresión que se refiere a una persona que vive y muere a cambio de nada: un paria. “Habla del trabajo, de la forma en la que la gente busca su propio lugar en el mundo a través del trabajo”, amplía Amadou. Mariam canta en francés en el puente: “Es necesario trabajar en la vida/ Uno no puede estar de brazos cruzados en la vida”.
La temática podría haber servido, en cualquier otro caso, para una canción de protesta encendida, oscura o rabiosa. Pero, en sus manos, la problemática laboral se convierte en un anzuelo que invita a la pista de baile. No hay contradicción entre una cosa y la otra: la trama económica y social no se pierde sino que, al contrario, se ve potenciada en un contexto quizás inesperado. Y lo mismo que ocurre con la música, “Bofou Safou” es un indicio de lo que sigue en el plano lírico: un disco que encuentra en la dimensión política uno de sus vectores principales. El título mismo, La confusion, ya es una declaración de principios. “Tiene que ver con los eventos que están ocurriendo hoy, que se vienen repitiendo en los últimos años. En Mali ha habido golpes de Estado, invasiones, ataques terroristas, transiciones políticas. Y también hubo problemas en muchos lugares del mundo en estos tiempos”, dice Amadou.
“Nada es lo que parece y tenés que tener mucha paciencia para entender qué está pasando realmente”, lo sintetizó el violero y vocalista en una entrevista reciente. Y fue precisamente el suelo inestable de la realidad el que los puso en marcha después de un lustro, para darle forma a su trabajo más inspirado desde el consagratorio Dimanche à Bamako, de 2004. Lejos de contagiar desesperanza o desánimo, se trata de un álbum que respira energía positiva por sus poros, incluyendo al tema que le da título. “La confusion habla de no saber qué está pasando, no estar enterado de lo que ocurre en la realidad y vivir en una especie de sueño, alejado de todo”, define Amadou. “No se escucha lo que dice el otro, los grandes valores se volvieron palabras huecas. Si ponés el noticiero, te das cuenta de que las cosas cambiaron y van a volver a cambiar mañana, como si alguien hubiera dado vuelta la realidad. Y ya no sabes en qué creer”.
No son cuestiones de las que Amadou & Mariam no se hayan ocupado antes en su obra. “La Realité”, de Dimanche à Bamako, ya planteaba: “Algunos trabajan y otros están desocupados/ Es la triste realidad”. Mientras que en “Ce n’est pas bon” de Welcome to Mali, de 2008, pasaban lista a la demagogia, la hipocresía, la corrupción y otros vicios de la política. Y hay rastros previos de la misma búsqueda. En todo caso, lo particular de La confusion es la confluencia de diferentes enfoques sobre los males de este mundo en un mismo trabajo. Sigue Amadou: “En ‘C’est chaud’ no ocupamos de la inseguridad en el mundo, de las guerras, pero también de la discusión sobre la inmigración masiva, de la gente que buscaba la felicidad y atravesaba el océano para ir de Europa a América. Y ´Femmes du monde’ está dedicado a las mujeres de Mali y de todo el mundo. La escribí yo, habla sobre la situación de la mujer en África, donde no es respetada, aunque el movimiento feminista lucha para cambiar esa situación”.
“Puede ser que haya algunos aspectos tristes en lo que cantamos, pero también hay cosas positivas en nuestra música”, avisa, por las dudas. La guitarra de Amadou y el ngoni de Youssouf Diabaté le imprimen un nervio funky a “Filaou Bessame”, para que Mariam suelte su registro más dulce, envuelta por saxos y flautas. Mientras que “Fari Mandila” levanta la temperatura a puro afrobeat, “Mokou Mokou” se asienta en los tiempos de una balada minimalista en la que vuelve a brillar Mariam; “Massa Allah” es un canto de agradecimiento a Dios, en el que Amadou y el coro que lo acompaña suenan como si el gospel hubiera nacido en alguna iglesia islámica del continente africano; y “Mokou Mokou Blues” cierra la lista con un aire blusero que parece brotar de una cantina perdida en medio del desierto maliense.
El centro del sonido
Según cuenta la leyenda, Manu Chao recorria en auto las calles de París cuando en la radio empezó a sonar una música que, sencillamente, le voló la cabeza. A partir de entonces, escuchó todo lo que encontró a su alcance de Amadou & Mariam. “Manu se puso en contacto con nuestro manager de entonces. Un día fuimos a su estudio y terminamos grabando una semana entera”, recuerda Amadou. Mariam Doumbia y él tenían, hasta el momento, unas pocas composiciones: “La Réalité”, “Coulibaly” y “Beaux Dimanches”. Corría 2003 y, en los primeros encuentros en París, Manu Chao también llevó varias piezas de su autoría. En el proceso de trabajo, surgieron otras en las que las firmas empezaron a mezclarse. Las partes se potenciaron mutuamente. El cantante trotamundos excedió ampliamente el rol formal de “productor”. Dimanche à Bamako se grabó entre la capital francesa y Bamako. Y marcó un antes y un después no sólo en la carrera de Amadou & Mariam, sino también en la historia de la música africana.
En términos económicos, el disco se convirtió en el principal producto musical de exportación del continente en el nuevo siglo. El éxito, de todos modos, fue por sobre todas las cosas artístico. Damon Albarn, el líder de Blur y Gorillaz, que los invitaría a su proyecto Africa Express y se sumaría al equipo de productores de su siguiente álbum, Welcome to Mali, lo explicó así: “No creo que haya habido nunca una banda de África con la que la gente se haya comprometido de esta manera”. Mali es una tierra rica en la materia: es la cuna de figuras de la talla de Ali Farka Touré, Salif Keïta y, más recientemente, de un grupo como Tinariwen. Pero Amadou & Mariam rompieron todos los moldes a partir de Dimanche à Bamako, que los llevó de gira por todo el planeta, los hizo subir a los escenarios del rock de estadios de la mano de U2 y Coldplay y, en 2009, les abrió las puertas de la entrega del premio Nobel de la Paz a Barack Obama: fueron los elegidos para tocar en la ceremonia previa en Oslo, Noruega.
¿Cómo describiría Amadou lo que vino a continuación de su álbum bisagra? “Fue enorme y completamente inesperado”, sintetiza con su voz calma. “Manu es una gran persona y, ahora también, es un muy buen amigo nuestro”, agrega, cuando se lo consulta sobre la relación con Chao. Así como el azar y el destino actuaron como agentes facilitadores de su encuentro con el ex Mano Negra, lo mismo había ocurrido unos años antes cuando su camino se cruzó con el de Marc Antoine Moreau. El productor estaba de viaje en Mali y, mientras esperaba un micro en la estación de Bamako, una mujer le dio play a un radiograbador. Era uno de los cassettes de Amadou & Mariam que, en aquellos años, circulaban por las calles del país y atraían a un número creciente de seguidores. El flechazo fue inmediato. Y la que escuchaba con el volumen alto resultó ser nada menos que la hermana de Mariam. Para su descubridor europeo, contactarlos fue entonces una tarea relativamente sencilla.
Dos años más tarde, en 1996, la pareja hizo las valijas para instalarse en París y firmar un contrato con Emarcy, un subsello de Polygram. Producido por Moreau y propulsado por “Je pense à toi”, el hit que tomó por asalto a las radios francesas, Sou Ni Tilé fue un debut oficial impactante y, a la vez, despertó el interés por sus antiguas grabaciones, que saltarían de los cassettes primitivos al CD con la edición de Se te djon ye y otros que vinieron a continuación. A partir de entonces, la maduración de su estilo no tendría techo. Encontraron una huella propia, personalísima en el sendero abierto por Fela Kuti y otros referentes de la región. “Fela Kuti es parte de la historia de la música de África y no puede ser olvidado, de la misma manera que Hugh Mesekela, Youssou N’Dour y tantos otros”, dice Amadou. “El afrobeat es parte de nuestra música y está muy presente en nuestro último disco, pero también nos gusta escuchar otros géneros y artistas para nutrirnos en lo que hacemos”.
En los países dominantes se lo suele rotular como world music, aunque tal vez sea más justo reconocer que, lejos de ser una corriente periférica, se trata del núcleo central del que se desprenden desde el blues hasta el hip-hop. “Es una linda forma de mirarlo, pero sí, muchos géneros vienen de África y obtienen otras influencias en el camino, que hacen que la experiencia sea todavia más rica y compleja”, dice Amadou. ¿Cuál es la clave, el origen de ese núcleo repetitivo, hipnótico, minimalista que los caracteriza? “Más que minimalista, la describiría como una música que busca la simplicidad”, señala. “La simpleza es lo que permite que las cosas se entiendan mejor. Y es algo que está en los fundamentos de lo que toco: me sale naturalmente. Nosotros escuchamos un montón de música, tenemos influencias de todo tipo. Así que partimos de esa riqueza que nos da la diversidad, pero una vez que nos metemos de lleno en nuestra propia música, volvemos a lo esencial, al centro del sonido mismo. Y esa es nuestra filosofía y, a la vez, la meta que nos proponemos cuando tocamos: ir en la dirección de algo tan esencial que lo pueda entender cualquier persona, así esté en Alemania, España o Sudamérica”.
La pareja ciega de Mali
Mariam Doumbia se quedó ciega a los cinco años, como consecuencia de un sarampión no tratado. El canto es su pasión, desde siempre. Uno de sus pasatiempos favoritos era imitar a cantantes francesas como Sheila, Sylvie Vartan y Dalida, además de la griega Nana Mouskouri. En la clase de música del Institute des Jeunes Aveugles (Instituto de Jóvenes Ciegos) de Bamako, Mariam era la estrella. Y el joven ayudante del profesor titular era un tal Amadou Bagayoko, que había perdido la vista progresivamente desde su infancia por culpa de unas cataratas congénitas que, en su contexto, no habían encontrado una cura. Él se sintió atraído por las canciones que ella escribía y cantaba, en especial por una titulada “Teree la Sebin”, que se podría traducir como “Certificado de desgracia”. Escrita en bambara, la letra decía algo así como: “Vos que me viste antes/ pusiste sobre mi cabeza/ un certificado de desgracia/ No culpo a nada más que a mi enfermedad/ la que me hizo ciega”.
Marian y Amadou se enamoraron y empezaron a salir. Para la pareja, la música se convirtió al toque en un lenguaje privilegiado. La imposibilidad de ver había desarrollado en cada uno una sensibilidad especial para percibir el universo sonoro. Amadou ya era considerado un guitarrista virtuoso en su adolescencia, alguien que no sólo podía distinguir sin el menor esfuerzo el solo de una Gibson del de una Fender Stratocaster, sino que además era capaz de reconocer con precisión si una determinada pieza musical provenía de Kayes, Ségou, Mopti, Gao, Timbuktu o cualquier otra región de Mali. Integraba Les Ambassadeurs du Motel, una de las bandas más requeridas de Bamako, en la que recibió un entrenamiento temprano e intensivo para aprender a tocar los ritmos más variados, desde la rumba cubana a las baladas francesas, pasando por el foxtrot, los temas en wolof de Senegal y los covers de James Brown y Otis Redding, entre muchos otros.
La primera vez que Mariam entró a un estudio de grabación fue en 1980, para cantar en un disco en el que la banda Idrissa se fusionaba con Eclipse, un proyecto surgido en el Instituto de Jóvenes Ciegos. Ese mismo año, Mariam (tenía 22 años) y Amadou (26) se casaron. Y comenzaron a tocar y a grabar juntos, primero en su ciudad natal y más tarde en Costa de Marfil, el país vecino donde se instalaron por un tiempo para darle un nuevo impulso a su carrera. Esa creciente colección de cassettes que se conseguía en sus recitales, pero también en ferias callejeras y que circulaba de mano en mano entre sus fans, fue cimentando su popularidad y su prestigio alrededor de África Occidental. Guitarra y voz: era la fórmula con la que “la pareja ciega de Mali”, como eran presentados en aquella época, ganaba cada vez más adeptos, llamaba la atención de próceres como Stevie Wonder y era invitada a participar en festivales internacionales.
Mientras los 80 cedían su paso a los 90 y la humanidad se entregaba a esa carrera vertiginosa que se conocería como globalización, Amadou & Mariam levantaban vuelo con el blues desértico de Mali como nota distintiva de su combustible. Después se sumarían nuevos ingredientes a la mezcla, además de experiencias y viajes que los llevarían a recorrer el mundo entero, incluyendo este rincón del mapa (ver recuadro). Esa parte de su biografía es más conocida, pero ¿cómo se ven los comienzos a la distancia? “El inicio de nuestra carrera fue, para mí, el habernos encontrado: eso fue lo más importante. Y a partir de ese encuetro inicial lo que hicimos fue crear algo nuevo, que es la música, el estilo de Amadou & Mariam. Cuando miro para atrás y vuelvo a la época en la que empezamos a tocar juntos, lo que percibo es la esencia de un encuentro hermoso. Ojalá que continúe y que podamos seguir entregando lo mejor en el futuro”, dice Amadou.
Las canciones de Amadou & Mariam tienen una cualidad inasible, pero están sembradas de elementos “visuales”: colores, texturas y paisajes, en un constante movimiento de micropartículas. ¿Tienen, por su condición, una capacidad diferente a la hora de componer y tocar? “El sonido es parte de nuestra forma de comunicarnos y, por ese motivo, le damos un significado especial”, explica Amadou. El hecho de ser un matrimonio en la vida y en la música, contó alguna vez, “no siempre es fácil, aunque lo hace más fácil el hecho de que amamos las mismas cosas”. Ahora dice: “Estamos juntos desde que nos conocemos y estoy feliz de que todo funcione bien entre nosotros. Siempre estamos juntos y uno de los principales factores que sostienen la relación es que hablamos mucho entre nosotros. Nos comunicamos y resolvemos las cosas de manera muy rápida. Nos apoyamos mutuamente, así que si alguna vez uno de los dos está cansado o triste, el otro pone una cuota extra de esfuerzo y energía para equilibrar las cosas”.
Entre las particularidades de su convivencia personal y artística, también están sus diferentes preferencias a la hora de ponerse manos a la obra. “Cuando compone, a Mariam le gusta trabajar a la noche. Y yo prefiero hacerlo por la mañana, me levanto bien temprano: con el amanecer de fondo hay una energía especial, que me resulta inspiradora. La interacción entre nosotros se da a partir de las diferencias que puede haber en el estilo de cada uno. Y eso es lo que alimenta la dinámica de lo que hacemos”, explica. Contraste, balance y equilibrio. La misma complementariedad se traslada a su obra, que puede ir de la realidad más inmediata a la indagación espiritual, de la tristeza a la celebración. “Nos gusta que estén presentes los dos lados en nuestra música. Obviamente, hay algo de nuestra cultura que tiene que ver con eso, pero también es una característica que nace de nuestra música”, dice Amadou. “La esencia es poder compartir un mensaje profundo y, al mismo tiempo, poder movernos, bailar y disfrutar de la vida”.