El impacto de las nuevas tecnologías afecta todo y a todos, y esta preocupación es la que lleva a Fabri Ballarini -biólogo y doctor egresado de la UBA- a presentarse en diferentes escenarios, plantear preguntas y estimular diálogos. Lo hace desde una impronta bien personal, con sentido del humor y cualidades teatrales. Hoy a las 21, Ballarini presenta Me hackearon el cerebro: Una historia basada en evidencias científicas en el Cultural Fontanarrosa (San Martín 1080). “A mí me afecta distinto la tecnología de como le afectaba a mi abuelo, y probablemente me afecta de manera diferente a como lo hace en quienes son más jóvenes. Entonces, estudiar y hacerse preguntas es algo normal de la ciencia, es algo habitual, pero no sé si es tan habitual para la sociedad. No es una charla o un monólogo, donde encontrar respuestas, sino que se trata de plantear preguntas. En algunos casos, yo sospecho o tengo hipótesis; pero en otros casos, no. Porque hay cambios paradigmáticos muy fuertes, que por un lado me generan fascinación, pero si me descuido un poquito me generan terror de la misma manera”, explica Fabri Ballarini a Rosario/12.

“La idea es preguntarnos y llevar para nuestros adentros esas preguntas, sobre todo en un momento donde a la tecnología ya la tenemos incorporada y asociamos que el celular nos escucha todo el tiempo. A mí eso me vuelve loco. Si en algún momento la sociedad tenía miedo de que alguien te saque una foto o te pinche el teléfono, ahora asumimos que el teléfono te escucha, y nosotros le entregamos a este sistema tecnológico un montón de información, a cambio muchas veces de manipulación. Entonces, hacernos preguntas es un ejercicio sumamente necesario, para saber qué nos pasa, qué nos va a pasar, para generar algún tipo de anticuerpos y también para encender ciertas alarmas, sobre todo en el ámbito de la tecnología y en cómo afecta a la salud mental. En algunos casos, hay gente que la pasa realmente mal, así que la idea es llevar un poquito de ciencia y preguntarse. Yo propongo que las personas que van sean sujetos experimentales: son experimentadores y, al mismo tiempo, sujetos experimentales de sus propios experimentos. Y eso me resulta divertido”, continúa.

-¿Qué impresiones te llevás de los públicos que te escuchan?

-A la charla la hice mucho y en lugares distintos: en Rosario, en el Teatro Maipo de Buenos Aires, y también en Barcelona, con públicos diferentes y de distintas edades; el cambio de paradigma es tan grande, tan disruptivo, que es raro que no te llame la atención. No es una cuestión de preguntas distintas o de acceso distinto a la tecnología por parte de una porción de la sociedad, sino que realmente jugamos un partido distinto. Si te digo que, gracias a la inteligencia artificial o un algoritmo, se puede acceder a tus pensamientos y que no solamente se pueda predecir a quien votás, si sos varón o mujer o si tenés cierta edad, y que directamente puedan escribir lo que vos pensás, es muy loco. Por un lado, es fantástico, es de ciencia ficción, y podés pensar en cómo se puede ayudar a un paciente que tiene ELA; pero, por otro lado, es romper con el último bastión de privacidad que son mis pensamientos. Y desde ese lugar nos interpela a todos. Que alguien te haga un video de tus sueños es muy fuerte, es mucho más fuerte que la discusión sobre lo groso o no que es el chat GPT; es un cambio de paradigma, de acceso a nuestras capacidades, y eso es algo independiente de la edad. Quizás, en algunos casos genere más angustia que en otros, pero lo que yo busco es ver cuáles son las herramientas que tenemos, y a qué le tenemos que prestar atención para que esas cosas se conviertan en algo bueno.

-Me parece que lograr eso implica también esfuerzo y decisión por parte de cada uno.

-La pandemia fue un gran experimento y se hicieron muchas cosas con respecto a las redes sociales. Por un lado, es fabuloso porque logró conectar a muchísima gente en un momento espantoso; pero, por otro lado, se generó un montón de problemáticas. En Argentina no está tan difundido, pero afuera lo ves, en la adicción a la pornografía en las infancias, un problema enorme, como también lo es la ludopatía; ya no solamente es la tecnología, sino el conocimiento científico aplicado a generar gente adicta. Estamos midiendo la cantidad de tiempo a la que tienen acceso los adolescentes a los teléfonos y qué consecuencias tiene en la salud mental, y cuando ves los datos, te impacta, sobre todo cuando lo ven ellos. Tenemos valores que rondan las 6 horas, solamente de pantalla de celular, la proporción es enorme.

-Creo que la posibilidad de un cambio vendría de los más jóvenes, los adultos parecen hipnotizados con las redes.

-Noté en alumnos, el uso de celulares con poco acceso a formas tentadoras de seguir conectados, celulares “vintage”, con el teclado numérico, y me llamó la atención; evidentemente, hay una parte de la juventud que puede quizás resistirse a esto. Nosotros contamos muchas veces sobre algo habitual como la imposibilidad de prestar atención cuando uno está mirando el celular. La charla intenta plantear esas cosas, de una forma lo más divertida posible, porque se trata de una cuestión autocrítica, hacia la sociedad que construimos y de la que formamos parte. Pero también hacia la ciencia, porque aporta conocimiento para que esas cosas a veces sucedan. Por entender cómo funciona el sistema de recompensa del cerebro, armamos un manual sobre cómo hacer a una persona adicta. Cuando vamos solamente en busca del conocimiento por el conocimiento en sí, a veces es genial, pero otras veces trae ciertos problemas.