La periodista Paula Bistagnino creció en un lugar donde el Opus Dei tenía mucha presencia y el tema siempre estuvo en el aire. Cuando Bergoglio fue elegido Papa, descubrió que los jesuitas no se llevaban bien con el Opus Dei y eso disparó la idea de llevar adelante una investigación. Primero se dedicó a reunir testimonios y luego publicó una larga crónica en Lento, revista del proyecto uruguayo La Diaria. A raíz de esa nota la contactó un equipo de abogados para informarle que en la Justicia había un caso que documentaba el modus operandi que la periodista revelaba a través de los testimonios. Ese fue el germen de Te serviré (Planeta), una investigación tan rigurosa como atrapante que expone la trama de fe, poder y disciplina a través de la cual el Opus Dei se benefició de una de las mayores fortunas de la región.
La autora viajó a Montevideo, hizo entrevistas, accedió a la causa judicial y volvió a Buenos Aires con la idea de un libro porque había encontrado una historia que funcionaba como hilo conductor. "Al principio el Opus Dei me parecía un monstruo inabordable, pero encontré la historia de una familia, una persona y una disputa judicial por una herencia que me permitía recorrer la historia en Argentina, Chile y Uruguay", explica Bistagnino a Página/12. La familia en cuestión es la de los Gianoli Gainza, una de las más poderosas de América del Sur. Ellos eran uruguayos, hicieron su fortuna en Chile con la minería y tenían lo necesario para convertirse en un blanco del Opus Dei: tradición católica, linaje diplomático y una economía próspera. María Elina, la matriarca, ingresó a la Obra en 1954 y su hija Elina viajó a la Argentina al convertirse en numeraria: una categoría jerárquica que constituye el núcleo duro de la organización.
–En el libro explicás los compromisos de castidad, pobreza y obediencia que asumen numerarios y numerarias. ¿Cómo funciona esto?
–Hay que pensar al Opus Dei como una pirámide con una cúpula religiosa y miembros laicos. Los numerarios hacen estos "compromisos" que se distinguen de los "votos" de sacerdotes y monjas. Ellos son el núcleo: mujeres y hombres de clases medias y altas "captados" en la adolescencia porque asisten a buenos colegios y se espera que tengan un futuro destacado. Ellos toman compromisos de castidad, pobreza y obediencia: viven en casas cerradas, se comprometen al celibato, firman un testamento a favor de la organización porque no tienen herederos, entregan su salario si trabajan y son funcionales a la Obra. La obediencia es un concepto complejo en la religión pero implica todo eso: los numerarios hacen funcionar al Opus Dei que, como toda maquinaria poderosa, necesita dinero y estructura para poder reproducirse.
Las demandas pueden ir desde reclutar nuevos miembros o conseguir dinero hasta orientar la carrera profesional en algún sentido, integrar asociaciones civiles pertenecientes a la Obra o trasladarse a otros países. Ese modus operandi asombra tanto como conocer los castigos autoinfligidos (las "mortificaciones diarias", el uso del cilicio y las disciplinas) o bien la censura conocida como "cuidado de las conciencias" (en el Opus Dei proliferan los eufemismos) y las listas de libros prohibidos o "libros-antídoto" para desleer material "nocivo", algo que parece extraído de una novela de Orwell. Te serviré expone también los abusos de poder y la manipulación orquestada por profesionales –escribanos, abogados, psiquiatras– para controlar el patrimonio de sus miembros (es el caso de María Luisa, hermana de Elina declarada "incapaz").
Otro eje importante son las 43 mujeres que durante décadas fueron numerarias auxiliares y presentaron una denuncia formal ante el Vaticano por "abusos de poder y de conciencia con ulterior sometimiento de las víctimas a situaciones de explotación personal". "Ellas fueron mucamas del Opus Dei durante años sin cobrar un salario, sometidas al compromiso de castidad, pobreza y obediencia, con la particularidad de que eran mujeres pobres que habían sido buscadas bajo engaño en lugares remotos de Argentina, llevadas con la promesa de estudiar y manipuladas para ingresar a la Obra como mucamas –apunta la autora–. Ellas se juntaron para compartir su experiencia tras haber salido del Opus (con todo lo que implica ese proceso) e hicieron una denuncia hoy radicada en la Justicia argentina". Bistagnino había publicado un artículo en La Nación porque las víctimas querían que saliera en un medio que el Opus Dei leyera. "Cuando salió ahí fue un bombazo: lo levantaron medios internacionales y llegó al Vaticano. Al Opus no le interesa demasiado lo que piensa el resto, pero tuvieron que dar explicaciones a sus propios miembros".
–Uno de los principales rasgos es su opacidad. ¿Qué desafíos supuso eso en términos periodísticos?
–No me resultó difícil rastrear testimonios de exmiembros que contaran cómo vivían porque hoy eso se está abriendo mucho más. El desafío principal fue contar a esta mujer, Elina Gianoli Gainza, la protagonista del libro que fue numeraria y vivió toda su vida en un mundo cerrado. Cuando me enteré de su existencia, lo primero que hice fue googlearla pero no había rastro público de ella, apenas una nota en la que se decía que había dado mucho dinero a la Universidad de los Andes (Chile). Reconstruir un mundo que sucede deliberadamente a puertas cerradas fue la mayor dificultad, porque yo no tenía que contar al Opus Dei en general sino a esta mujer en particular, necesitaba encontrar testimonios y escenas donde ella estuviera presente.
"Al Opus Dei siempre le fue bien en las dictaduras", declara Flavia Dezzutto, exmiembro y actual decana de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba. Bistagnino explica que la cabeza del Opus está en Roma y hoy tiene presencia en casi 70 países. Sobre la inserción en el Estado, dice: "Desde sus inicios en España con la llegada del franquismo y en sus primeros estatutos, el Opus Dei se propuso acceder al Estado, a lugares públicos de poder para sus socios varones. En Argentina lo logró particularmente a partir del gobierno de facto de Juan Carlos Onganía, tuvo una mejor inserción con el de Alejandro Lanusse (él donó el terreno de la sede principal, un cuarto de manzana en Recoleta), durante la última dictadura también consiguieron buenos lugares y terminaron de coronar eso en los ’90, cuando lograron meter a muchísimos estudiantes de Derecho de la Universidad Austral en la Justicia argentina. No es el único lugar donde ocurrió pero es un buen ejemplo".
–El Opus Dei no es único en su tipo pero tiene una larga historia en la región. ¿Cómo pensás el rol de las organizaciones religiosas en los procesos de construcción de poder?
–Hay que pensar que son estructuras de poder funcionando en la actualidad, con ideas que en muchos casos son contrarias a una democracia con derechos y libertades (es difícil usar hoy esa palabra). En la estructura de poder de la ultraderecha, gobiernos como los de Bolsonaro o Milei, hay muchas personas que son parte, pasaron o generaron contactos con este tipo de organizaciones: tienen llegada al Estado y participan con cuadros o financiamientos que desconocemos por completo. Y hay un trabajo constante para instalar determinados discursos o ideas, una maquinaria comunicacional impresionante para que estos personajes dejen de ser "marginales" y haya una estructura que los sostenga.