Actriz desde que tiene “uso de razón”, las facetas artística y sindical conviven y se retroalimentan en la vida de Alejandra Darín y, para dar cuenta de ello, confiesa que no podría ser quien es “si no tuviera convicciones políticas, que no quiere decir afiliaciones partidarias”. Aclara que nunca estuvo adherida ni fue parte de ningún partido político. Sus ideas, subraya, están arraigadas en lo que considera causas justas, y ese principio la orienta: “Lo que sé es que siempre que pueda, voy a estar; no sé si al frente o al costado, pero participando en las luchas por las causas que considero justas, vengan de dónde vengan”. Sus posturas suelen recibir respaldo y críticas, generalmente sin matices. “Siempre me salen a matar; yo desconocía ese odio intestino. Hay gente que toma por el camino más fácil y no necesariamente por su culpa; estamos cada vez más atosigados en esta era tecnológica, que es maravillosa para muchísimas cosas, pero no para otras”, lamenta.
Comenzó en la actuación cuando tenía nueve años. Fue en La selva es mujer, la novela que protagonizaban Leonor Manso y Víctor Hugo Vieyra. Pero antes de eso, Darín ya conocía de bambalinas, ensayos y funciones. “A los cuatro años acompañaba a mi mamá al teatro, cuando hacía Hello, Dolly! con Libertad Lamarque. Así empezó y siguió todo, como un juego”, comparte.
De gran trayectoria en teatro, televisión y cine, en la pantalla chica fue parte de La extraña dama, Una voz en el teléfono, Rincón de luz, Amo y señor, El pastito, Alta Comedia, Las 24 horas, Así son los míos; De carne somos, 1/2 falta, El hombre que volvió de la muerte y Amor sagrado, entre otros programas. En cine, Ni Dios, ni patrón, ni marido y Un minuto de silencio y en teatro, ámbito que se lleva el “primerísimo lugar”, Un hombre equivocado, Tierra del Fuego, Un informe sobre la banalidad del amor, Condolencias, Scalabrini Ortiz, A la izquierda del roble, Copenhague, Edipo Rey, El evangelio de Evita, El libro de Ruth y Esquirlas, entre otras obras.
Preside la Asociación Argentina de Actores y Actrices desde fines de 2011. Sabe que su rol como representante gremial genera desconfianzas y las recibe como “parte de la actividad y las reglas del juego”.
--Desde hace varios años su trabajo está ligado a la actuación y la dirigencia sindical, al frente de la Asociación Argentina de Actores y Actrices. ¿Se complementan ambas facetas?
--Todo lo que tenga que ver con el arte representa la sensibilidad para captar las emociones y poder expresarlas en alguna actividad artística, sea cantando, actuando, pintando, haciendo esculturas, escribiendo. Actriz es lo que pude desarrollar en mi vida, como trabajo, para mantenerme. Pero no soy solo eso. Con el tiempo me fui dando cuenta de que la vida no es lucha, o no debería ser solo eso. Es una consigna horrible que nos meten en la cabeza desde muy chicos y por eso, me parece, pasan cosas en el mundo que son horribles para todos. A veces pareciera como si no pudiésemos hacer nada. Creo que sí podemos, y en eso está comprometida mi parte sindical. El mundo puede ser de otra manera; tiene que ser de otra manera. Merecemos vivir una vida digna. Sí, claramente, las facetas artística y sindical se retroalimentan en mi vida; no podría ser la actriz que soy si no tuviese convicciones políticas, que no quiere decir afiliaciones partidarias.
--¿Cómo maneja los comentarios hostiles que muchas veces siguen a sus manifestaciones políticas?
--Siempre aclaro que nunca en la vida estuve adherida ni fui parte de ningún partido político. A veces la gente no lo entiende porque está enganchada en su propia bronca o en su propio entretejido cerebral. Lo que sé es que siempre que pueda voy a estar; no sé si al frente o al costado, pero participando de las luchas por las causas que considero justas, vengan de dónde vengan. Muchas veces me salen a matar; es increíble, yo desconocía ese odio intestino. Los odiadores seriales son los primeros perjudicados, a la corta o a la larga. La vida te devuelve lo que ponés, a veces más, a veces menos; no nos sirve odiar. El que pasea su odio por las redes de alguna manera traslada eso a su familia. Es muy feo de observar gente con un rictus malicioso en la cara, que se ve bastante últimamente. Creo que la cultura también le ha hecho mucho daño a nuestra forma de vida.
--¿A qué se refiere, puntualmente?
--Hace poco me invitaron a un programa de televisión. A los diez días subieron a Instagram algo que yo había comentado. Impresionante la cantidad de comentarios maliciosos... Lo que había dicho fue algo en lo que creo: que todas las personas nacemos artistas. Ni más ni menos, esto significa que necesitamos expresar nuestras emociones desde muy chiquitos. No hay una sola persona que, de niño, no haya hecho un dibujo, no haya cantado, bailado o escrito algo. Es nuestra cultura que después, de alguna manera, nos transforma. Cultura no es arte solamente; el arte es el vaso comunicante de la cultura, el vaso más fino, refinado, de comunicación de la cultura. Cuando atacan el arte, lo que tratan es de poner límites a la comunicación entre las personas, o directamente impedir que se dé. Es a través del arte que nos reconocemos y que reconocemos a los demás. La cultura es un bien preciado, quizá más que ninguno. Cultura es, también, cómo nos tratamos.
--¿Qué explicación encuentra al ataque que sufre la cultura por parte del gobierno?
--El ataque a la cultura por parte de los gobiernos siempre obedece a lo mismo. Lamentablemente, este no es el primer ni el último que va a ir contra la cultura. Como decía recién, la cultura es absolutamente todo. Lo de este gobierno es un ataque a la cultura porque es un ataque a todo, y tiene que ver, me parece a mí, con el dominio. Nos hemos convertido de ciudadanos en víctimas de políticas devastadoras, donde la mentira es la moneda corriente. La única salida es respetarnos y hacer valer nuestros derechos, en un momento en el que muchos quieren armar su arbolito de Navidad sin pensar en el pan dulce que puede haber en otra mesa.
--¿Cuál es la situación general del sector que representa?
--La situación general es preocupante porque se nos van terminando nuestros espacios laborales. La televisión de aire no existe; prefieren comprar “latas” de otros países que, además, no miden bien. Antes había un tipo de empresario televisivo que se jugaba porque amaba la televisión y amaba las historias que contábamos entre los productores, los actores y las actrices. Hay un tipo de empresario al que sí le interesa y al que habría que darle posibilidades para producir, con menos impuestos y más facilidades. Hay impuestos que son muy altos y que resultan caros frente a la oferta de los productos que entran de Turquía o México, por ejemplo. Eso se solucionaría poniendo un impuesto a las novelas que entran, que no tienen, y sacando impuestos a la producción nacional. Estamos en un momento en el que a nadie le importa la producción nacional. Da mucha lástima.
--¿Qué sucede en el ámbito teatral?
--En la Ciudad de Buenos Aires y en cada una de las ciudades que tienen una actividad teatral interesante muchas veces son los propios actores y actrices que la mantienen. La participación del INT es fundamental, pero están poniendo todo en una gran bolsa para tirar a la basura. Buenos Aires está entre las principales ciudades del mundo en términos de producción teatral y eso es sostenido la mayoría de las veces por actores, actrices, productores independientes, las cooperativas, también por el teatro comercial.
--¿Cómo es dirigir un sindicato de actores y actrices?
--El Sindicato de Actores tiene 104 años. Es muy compleja la actividad del sector. Tenemos multiespacios laborales: teatro, cine, radio, televisión, publicidad, plataformas. Nuestro sindicato surgió de un reclamo por tener un día de descanso a la semana, porque se trabajaba todos los días y las compañías hacían tres, cuatro o cinco funciones y ganabas dos pesos con cincuenta, sacando a las figuras que tenían otra retribución monetaria. Así comenzó, como una lucha justa. Nuestra premisa es defender los derechos laborales de los trabajadores actores y actrices, y nuestra otra línea de lucha y pensamiento tiene que ver con los derechos humanos. Por eso acompañamos también la lucha de todos los trabajadores y trabajadores de nuestro país. Donde haya una lucha que creemos justa nos van a encontrar pacíficamente pero con contundencia. El de Actores es un trabajo colectivo.
--¿De qué manera enfrenta las críticas que, muchas veces, encuentran eco fuera?
--Trabajo en un sindicato con 17 compañeros más en las diferentes áreas. A nadie le gusta que lo critiquen, pero por sobre eso está el derecho que uno tiene de expresar sus opiniones. Es muy delicado el tema con los actores y las actrices porque se trata de gente públicamente conocida, no pasa lo mismo en otros sindicatos en cuanto a repercusión. Tenemos como una especie de auditoría pública que tiene que ver con lo que instalan los medios, que suelen buscar determinadas personas porque saben que les van a responder. A la vez, hay quienes contestan para tener su segundo de aire, porque junto con la crítica viene la promoción de su espectáculo. Eso da bronca. Molestan las mentiras o los insultos, sean de actores o no. Por otra parte, esto no es a dedo; no es una tiranía. Somos un gremio grande pero un sindicato chico. Estoy trabajando con mis compañeros porque creo en lo que estamos defendiendo y en las mejoras que necesitamos para un sindicato que es centenario, y que no tuvo hasta el 2015 la posibilidad de ser reconocidos como trabajadores y trabajadoras.
--Justamente, uno de los grandes logros de la Asociación fue la Ley del actor. ¿Qué cambios trajo al sector?
--La Ley del actor vio la luz después de años de muchísimo trabajo. Nació con la voluntad de ponernos, a los actores y las actrices, en el mismo nivel que cualquier otro trabajador de nuestro país, con los mismos derechos laborales y las mismas responsabilidades. El nuestro es un trabajo en relación de dependencia discontinua. La Ley del actor nos iguala y nos hace estar orgullosos de poder aportar honestamente al funcionamiento de la sociedad en la que vivimos. Mucha gente no lo entiende así y cree que los actores y las actrices somos todos millonarios. A partir de ley conseguimos la Seguridad Social y tener la posibilidad de jubilarnos como actores. El camino no fue sencillo.
--¿Por qué?
--Antes de que yo estuviera en Actores el proyecto de ley se presentó dos veces en el Congreso, en 2007 y 2009, y no le dieron quórum para tratarlo. Había un lobby empresarial muy importante. Después arremetimos y trabajamos a partir del año 2012. Hablamos horas y horas con todo el mundo, con senadores, diputados, con funcionarios del gobierno. En 2015 fue aprobada por unanimidad en las dos Cámaras, en la de Senadores y Diputados. Para nosotros es muy importante porque es el reconocimiento al trabajo, al esfuerzo y al aporte que han hecho actores y actrices de todos los tiempos a la sociedad.
--¿En qué medida su rol como presidenta de la Asociación modificó su trabajo como actriz?
--Desde que empecé en Actores, en 2011, sabía que no iba a trabajar más en televisión porque siempre iba a dar lugar a la sospecha o a la desconfianza, aunque haya hecho cincuenta programas en cuarenta años de trabajo. Mucho antes de eso, ya en el año 2000, había tomado una decisión importante en mi vida, que fue cuando me di cuenta de que la televisión cada vez iba a ser peor. Es una pena la falta de ficción en televisión porque es un medio que siempre dio una gran posibilidad de trabajo para los actores y las actrices. Y es una pena también por los contenidos que suplantaron nuestra ficción. Me encantaba hacer televisión cuando empecé; fueron años muy hermosos. La tecnología aceleró todo de tal manera que se actúa más para la cámara que para la construcción del personaje. La televisión tiene otros códigos: le gusta la gente joven, muchas veces superficial, con trabajos, también como actores, superficiales pero efectivos. Uno no puede decir que eso está mal, pero como persona no te nutre; se hace todo muy a las apuradas. En el teatro, en cambio, los tiempos son otros.
--¿Qué le brinda el escenario?
--El teatro enseña para la vida. Es una actividad que tenés que hacer con otros sí o sí, aunque hagas un monólogo. Ahí, una de las cosas más importantes es la escucha. Como actriz, como personaje, podés responder en una escena si sabés escuchar a tu compañero. Después de tantas obras y tantos años de trabajo lo que puedo decir es que el teatro es una escuela de vida, si se lo sabe apreciar y si uno está atento. El teatro es una acción colectiva, nadie podría hacer una obra solo; y tiene muchas guiñadas de ojos: una de las que más me gustan, y que he comprobado, es que la actuación de un personaje se enaltece o se logra mucho más por la escucha del otro que por saberse la letra o haber estudiado las emociones de un personaje determinado. Escuchar y mirar arriba del escenario hace a un actor, y escuchar y mirar en la vida hace a una persona. A mí me gusta el teatro; y al final, resulta que si tenés una buena obra y unos buenos compañeros el viaje es invaluable. Aprendí mucho del teatro independiente y me permitió mucha reflexión sobre la vida. Para eso está el teatro, para divertir también, pero fundamentalmente para reflexionar.
--¿Cómo supo que quería dedicarse a la actuación?
--Mi mamá era actriz y mi papá, actor. Mi abuelo, Andrés Darín, era empresario de sala en el Marconi, un teatro emblemático de principios del siglo pasado. Creo que tiene que ver con el lugar que tuvo el arte en mi niñez. Tuve la posibilidad de trabajar en televisión de chiquita. Trabajamos juntos con Ricardo, hacíamos de hermanos, obviamente. A los cuatro años acompañaba a mi mamá al teatro, cuando hacía Hello, Dolly! con Libertad Lamarque. Así empezó y siguió todo, como un juego. Pero hubo un momento de crisis. Viví dos años en Barcelona, tenía 23 años y estaba en duda con todo. Extrañaba mucho a mi familia, mi país, mi cultura. Extrañaba los intentos por interpretar personajes que hasta ese momento tenían más que ver con la televisión que con otra cosa; no tenía que ver con el dinero. Quise hacer de todo en la vida: veterinaria, bailarina clásica, cantante, abogada, escritora, escultora... En ese viaje me di cuenta de que yo era actriz, y que siendo actriz era todas esas cosas. La actuación ensancha el alma.
--¿Qué obras o interpretaciones la conmovieron particularmente?
--Siempre digo que los personajes llegan a tu vida para hacerte aprender algo. El teatro es un aprendizaje increíble. Las dos décadas que hice televisión fueron muy divertidas, muy hermosas, con personajes que agradezco haber transitado, pero fue con el teatro donde sentí que los personajes de alguna manera llegaban para marcarme algo. Algunas de las obras más significativas, sin lugar a dudas, Esquirlas, de Mario Diament --el gran protagonista de la bisagra que hubo en mi vida artística--, Un informe sobre la banalidad del amor, Tierra del Fuego, El libro de Ruth y Condolencias.