“Hoy se puede ver en el campo lo que se pensaba en el escritorio”, fue una de las frases que sonó en el Primer Congreso Provincial de Agroecología. En Luján, cerca de 1.800 productores se dieron cita para intercambiar experiencias y continuar con su proceso formativo en una manera alternativa de producir alimentos. Con un detalle no menor: hoy se pueden ver emprendimientos exitosos, eficaces, novedosos y rentables a gran escala.

“Vi que un año el campo tuvo 350 dólares de rentabilidad por hectárea, al año siguiente una pérdida de 300 dólares, y al siguiente obtuvo 250 por hectárea, entonces planteé en 2013 ir por otro camino con un margen que no sea exagerado ni tan alto por riesgo a perder mucho menor y, así, en 2014 obtuvimos 470 dólares de rentabilidad por hectáreas, en 2015 fueron 400 y, desde entonces, siempre fue positivo”, resume su experiencia Esteban Martiarena.

Desde Ayacucho, luego de exponer en el Congreso, conversa con Buenos Aires/12 sobre cómo le llevó la propuesta a su padre, Mario, para transicionar desde la producción ganadera tradicional intensiva con el típico engorde en corral a una agroecológica. Hoy, desarrolla ecoganadería, dejando de lado productos sintéticos, en su mayoría importados, e, incluso, montó una biofábrica que elabora sus propios fertilizantes a base de caldo de minerales, purines y fermentos.

Otra de las experiencias que también disertó en el Congreso que se llevó a cabo en la Universidad Nacional de Luján, fue la de Marcela Calderón. Vino de Baigorrita, un pueblo a 120 kilómetros de Pergamino, “entre Junín y Los Toldos”. Hace unos meses, contó su historia a este medio sobre cómo dejó la producción intensiva de 2.500 hectáreas y se focalizó en una producción agroecológica para obtener alimentos saludables y preservar el ambiente.

“Fue una decisión donde se priorizó al individuo y la calidad de vida”, dice Calderón a este diario. Produce ganadería ovina y trigo. A su vez, elabora y comercializa harina integral agroecológica.

Martiarena remarca que, un encuentro de estas características, es “muy necesario para que alguien se anime a cambiar”. “El productor necesita herramientas, y si la herramienta no está expuesta o visible, no se accede”, explica. Y concluye: “Se dejó asentado y se mostró que es un modelo de producción que se puede sostener y ser rentable, siendo que hace diez años no podías estudiar casos con diez años de funcionamiento y hoy si”.



Precisamente, el eje de la visibilización fue una de las premisas que condujo la organización del Congreso, tal como cuenta Ezequiel Weiner el director de Agricultura Familiar y Desarrollo Rural del MDA y responsable del Programa Provincial de Promoción de la Agroecología. “Tras casi cuatro años de funcionamiento del programa, en diciembre del año pasado el ministro nos dio la instrucción de ir por un paso más y apuntar a que se visibilice esta tarea, porque como nos dice el gobernador, primero hagamos y después mostremos, no al revés”, apunta.

Así, a lo largo de una doble jornada entre el 8 y 9 de noviembre, la UNLU recibió a productores, organizaciones, consumidores, funcionarios públicos, científicos, docentes y estudiantes de todo el país y la región. Hubo más de 50 expositores distribuidos en 7 mesas técnicas y 5 talleres. Además, se expusieron 80 de los 250 trabajos recibidos sobre agroecología que mostraron experiencias y avances en los sistemas productivos, políticas públicas, comercialización y agregados de valor, enfoques de género y juventud, educación, y acceso a la tierra.

“Era impensado”

La apertura del Congreso tuvo a Axel Kicillof como principal orador. “Hace algunos años era impensado contar con lineamientos en materia de agroecología en la provincia de Buenos Aires: hoy, producto de políticas públicas, estamos participando de un encuentro que deja muy claro que avanzamos hacia la construcción de sistemas agroalimentarios sostenibles”, planteó el gobernador.

“Ese modelo tiene que ser con valor agregado, con sustentabilidad ambiental, con ciencia y con innovación tecnológica: es decir, apuntamos a un cambio en el modelo de alimentación con soberanía nacional”, agregó delante de los casi 2 mil asistentes a Luján.

Ese cambio es lo que, tiempo atrás y en conversación con este medio, Rodríguez definió como "un conjunto de facetas productivas, económicas, ambientales, sociales, y que tiene que ser tenida en cuenta de manera integral, donde un eje fundamental es la no utilización de agroquímicos en su producción”.


Para Martiarena, contar con la presencia del gobernador de la provincia de Buenos Aires fue algo que tiempo atrás era difícil de imaginar. “Yo tuve la posibilidad de ir a congresos en universidades sobre agroecología y en otros ámbitos, y nunca se contaba con un aval político y mucho menos con funcionarios, pero acá vino el gobernador”, indica.

También hubo palabras de apoyo para Rodríguez, el titular de la cartera agraria que impulsó el evento. Con doce años de trabajo agroecológico en la espalda, Calderón sostiene que es “la primera vez que un ministro de producción de la provincia se pone la camiseta de acompañar el sistema productivo agroecológico y revalorizar al productor, teniendo contacto con los agricultores que son el primer engranaje”.

Además, remarca lo que significó el direccionamiento político de la Provincia hacia la agroecología porque, cuando abandonó el sistema tradicional de producción intensiva, el sistema financiero les cerró las puertas. “Hace tres años fue un antes y un después, porque nos registramos, nos certificaron, y la Provincia nos empezó a acompañar con créditos accesibles para generar un salto hacia un modelo extensivo”, relata.

En la misma sintonía, Martiarena destaca que “el Estado tiene que estar para proteger las economías locales por no podemos dejar que maneje el capital”. ¿Por qué? “Porque el capital va a regular para el lado del capital”, sostiene.

Cuenta que, hace un par de meses, estuvo en Alemania visitando productores agroecológicos. “En agosto se limitó el uso de químicos por hectárea durante un año, allá evitan las fumigaciones, todo con un Estado que te controla, y hoy escuchás que hablan de que la economía y la producción tienen que estar libres para producir y eso no pasa en ningún otro lado del mundo”, apunta.

Ese rol del Estado se materializó en el discurso del ministro Rodríguez al inaugurar el Congreso junto a Kicillof. “Buenos Aires es la primera provincia en contar con un plan integral de promoción de la agroecología, porque entendemos que no podemos pensar en producir si no pensamos a la vez en garantizar la sustentabilidad”, señaló.

“No es sólo una huerta”

Wainer, al frente del área que tuvo en sus hombros la organización del Congreso, habla sobre la importancia de que la Provincia haya tomado a la agroecología como alternativa productiva porque permite “fortalecer la soberanía en el territorio”. “El modelo hegemónico de producción demuestra, censo a censo, que más productores quedan afuera del sistema por no poder sostener el ritmo necesario”, advierte. “La agroecología permite que los productores recuperen el amor por la producción y sea una opción para los jóvenes”, destaca el funcionario bonaerense.

Pone en valor lo que significó el lanzamiento de aquel programa incentivador de la agroecología a mediados de 2020 en plena pandemia. Recuerda que Martiarena fue uno de los primeros diez productores que se anotó en el registro creado para visibilizar las prácticas agroecológicas.

“Nos permitió generar un instrumento para visibilizar una forma de producción que no es solo una huerta de autosuficiencia, sino una alternativa productiva con productores históricamente ninguneados que hoy se los reconoce y se les da herramientas por ser una práctica más soberana, menos dependiente del exterior, que promueve el arraigo y practica una forma de producción más justa para el consumidor”, explica Wainer.

Aquí, sobre estos ejes, pone énfasis Calderón para remarcar la razón que la llevó a cambiar la manera de producir alimentos. “Cuando producíamos 2.500 bajo el modelo convencional, cada cuatro años tenías que cambiar el tractor, la sembradora, tener siempre la tecnología de punta, estar envueltos en el sistema financiero, con mucha tensión, y entonces definimos priorizar nuestra calidad de vida”, apunta.

“Fue un antes y un después, por en el otro modelo sos en función de cuánto tenés, cuanto más rendimiento, lo que te programa de una forma que te aísla del contacto con la naturaleza”, repara Calderón. Además, pone sobre la mesa la importancia de un punto que también se potencia desde la Provincia: el contacto entre el agricultor y el consumidor. “El consumidor consciente es el que va a movilizar a los agricultores a que cultiven de una manera diferente, los va a llevar a aggiornarse porque hay que tener en cuenta que al agricultor le cuesta cambiar por su visión más conservadora”, explica.

A esta matriz de pensamiento, Martiarena agrega la relevancia de contar con alguien como su papá que tiene una “gran impronta comercial, que siempre se dedicó a la compra y venta de hacienda, y desarrolla métodos y propuesta superadoras a base financiamiento o planes de pago que hace que nuestro producto tenga un valor diferencial”.

Resalta, al igual que Calderón, que el primer paso es la huerta. Ambos coinciden, al igual que Wainer, que pensar en una huerta para tener tus propios vegetales en tu casa es de las primeras ideas con las que se asocia la agroecología. Y los tres, afirman, que está bien. Pero, al mismo tiempo, sostiene que hay que tomar dimensión del alcance expansivo y fructífero que tiene la agroecología.

“Todos salimos de la huerta: nos formamos en la huerta y la llevamos a otro nivel”, sostiene Martiarena. Ese otro nivel lo traduce en una palabra que siempre resuena cuando se habla del campo, y es el dólar. “Hablamos de dólares y nosotros no tenemos que salir a buscar dólares”, subraya.

Es que, desde su establecimiento, produce casi todos los insumos necesarios para llevar adelante su empresa. Tiene una biofábrica con la que produce bioinsumos a base de todos los elementos que, a primera vista, serían de descarte. Con la elaboración de fermentos a base de leche de vaca, melaza y bosta, así como purines de ortiga o caldo de cenizas y minerales, Martiarena reemplazó la compra de fertilizantes, un insumo que tiende a ser importado.