El 28 de agosto de 2009, Oasis estaba a punto de subir al escenario del Festival Rock en Seine de París cuando todo se torció por última vez. Liam y Noel Gallagher, que nunca han sido los compañeros de banda más felices y fraternales, habían estado viajando por separado entre concierto y concierto, y cuando sólo quedaban dos shows de su gira, tuvieron la oportunidad de tomarse un descanso y olvidarse el uno del otro durante un tiempo.

Liam puso fin a esa situación.

Como Noel recordaría más tarde, su hermano menor irrumpió en el pequeño camarín de la banda enarbolando una guitarra "y empezó a blandirla como un hacha... Y yo estaba como... '¿sabés qué? Me voy a la mierda'".

Y eso, hasta hace un par de meses, fue todo. Oasis había dado su último concierto -o, en este caso, se las había arreglado para dar un último concierto que en realidad no dieron- una situación muy Oasis.

El concierto final puede ser muchas cosas. Puede ser un triunfo o un desastre. Puede estar planeado desde hace tiempo o suceder sin que nadie se dé cuenta. Puede ser una decisión unánime de una banda, o puede ser algo que provoque enojo y amargura en los que se quedan atrás.

Para unos pocos grupos afortunados, puede ser una gran vidriera ante millones de personas. Por ejemplo, Pink Floyd, cuyos cuatro miembros se reunieron para tocar por última vez en el Live 8 de Hyde Park, Londres, el 2 de julio de 2005. El baterista Nick Mason fue el primer miembro de la famosa banda en aceptar la idea, sugiriendo al organizador Bob Geldof que si conseguía que el bajista Roger Waters se pusiera de su lado, probablemente lo seguiría el guitarrista David Gilmour.

Pero las relaciones entre ambos -aunque no en el punto más bajo en el que se encuentran ahora, con Gilmour acusando a su antiguo compañero de banda de antisemitismo, algo que Waters niega- requerían un papel diplomático para Mason. "A veces me sentía como Neville Chamberlain, agitando un trozo de papel de forma bastante patética", dice.

Lo curioso, sin embargo, es que a pesar de las tensiones existentes, los recuerdos más felices de Mason de Live 8 no son del concierto en sí. "Me gustaban más los ensayos, lo agradables que eran. El ambiente era muy alegre. Tengo recuerdos mucho más intensos de los ensayos".

Como él mismo señala, tocar ante grandes multitudes no era nada inusual para Pink Floyd, así que no supuso ningún problema. Tampoco hubo ningún alboroto después: nadie esperaba que la banda volviera a reunirse. Waters y Mason se fueron a tomar algo tranquilamente a un hotel cercano, no hablaron del concierto y se acabó. "Pero era importante que lo hiciéramos", dice. "Disfrutamos haciéndolo, y eso es mucho mejor que discutir sobre nuestros problemas".

La última imagen de Pink Floyd, en el Live 8 de 2005.

Cuando el 7 de junio de este año la querida banda de pop barroco The Zombies dio un concierto por su 60º aniversario en el Barbican de Londres, nadie esperaba que fuera su último concierto. De hecho, fue un triunfo: sala llena, Paul Weller se unió a ellos para cantar "Beechwood Park". "La gira había ido increíblemente bien, parecía que había un público nuevo que nos apreciaba. Realmente parecía que había una nueva energía", dice su cantante Colin Blunstone.

Y entonces, unas semanas más tarde, Rod Argent, compañero de Blunstone -el otro miembro fundador y principal compositor- sufrió un derrame cerebral y su carrera se vino abajo. Cuando se enteró de la noticia, ¿lloró Blunstone por su banda y deseó lo mejor para su amigo? "Al principio no pensaba en eso. Esos pensamientos evolucionan con el tiempo. Pero una vez que Rod dejó muy claro que no iba a hacer más giras, tuve libertad para pensar: ¿cuáles son mis alternativas?".

A sus 79 años, Blunstone no tiene el miedo que podrían tener los músicos más jóvenes: que su momento haya pasado antes de haber llegado realmente. En cambio, ha podido considerar el hecho de que aún tiene algo que ofrecer. "Hay que ajustar las expectativas de la vida a medida que pasa el tiempo. A menudo pienso en esto como el otoño de mi carrera, y estoy muy contento de poder seguir trabajando".

Blunstone también se alegra del renacimiento de la reputación de The Zombies desde que él y Argent empezaron a tocar juntos de nuevo en 1999. Ahora, saliendo de nuevo en modo solista, interpretará canciones de los Zombies junto a su propio trabajo. "En cierto modo me ha tocado exponer esas canciones al público, y es una responsabilidad que me tomo en serio".

Sin embargo, si sabés que un concierto va a ser el último, se puede planear como algo especial, como hicieron los Crowded House cuando se despidieron frente a la Ópera de Sydney el 24 de noviembre de 1996, ante una multitud estimada en 150.000 personas. "No estaba decidido a que fuera un gran espectáculo", dice Neil Finn, líder de la banda. "Mi manager de entonces, Grant Thomas, estaba decidido a hacerlo como un gran espectáculo". Y así fue como regresó el baterista original, Paul Hester, el espectáculo se hizo gratuito a beneficio del Royal Children's Hospital y se retransmitió en directo por la televisión australiana.

El concierto tuvo que posponerse del sábado al domingo debido a la intensa lluvia, pero miles de personas ya se habían presentado, así que la banda hizo una larga prueba de sonido para ellos el sábado, y al día siguiente acudieron muchísimas más. "Fue asombroso", recuerda Finn. "No me permití pensar demasiado en su importancia. Sólo queríamos tocar lo mejor posible y no dejarnos abrumar por la ocasión. Tomé instantáneas mentales: es la vista más espectacular, desde la explanada de la ópera, pero había cientos de barcos en el agua y gente hasta donde alcanzaba la vista".

Crowded House.

¿Y cómo se mantiene uno en el momento frente a todo eso? "Te concentrás mucho, es casi como una conciencia superior. Hay una especie de sensación de trascendencia, y eso incluye al público. Podés perderte en pensamientos que no son muy útiles en ese tipo de situaciones".

Sólo después Finn se dio cuenta de los peligros de montar un espectáculo tan enorme en un local improvisado: los riesgos de aplastamiento y deshidratación, entre otros: "Sólo más tarde me di cuenta de que había que hacer un esfuerzo maratoniano de resistencia para estar en primera fila como fan incondicional de Crowded House y aguantar ese día y luego seguir teniendo energía para que el espectáculo fuera fantástico". Y recuerda haber levantado la vista durante el set y ver que un fan estaba escalando una de las "velas" del teatro de la ópera. "Lo tengo grabado en la memoria, pero es posible que volviera a mirar el video y los viera. No, me parece que sí los vi. Es algo muy peligroso. Pero sobrevivieron. Por suerte, nadie resultó herido".

Terminar con la banda -hasta que se reformaran, claro- de una forma tan pública fue algo bueno, cree Finn. "Se puede poner punto final a algo de buena manera. Teníamos buena voluntad, y como nos fuimos en ese momento, con una explosión, mantuvimos toda nuestra buena voluntad. Y cuando volvimos de otra forma unos años más tarde, esa buena voluntad seguía ahí. Cuando los grupos más queridos tienen que atravesar un declive, pierden parte de su brillo. No hicimos una gran ronda de conciertos de despedida por dinero, así que quizá eso dejó un poco la sensación de que las cosas se habían hecho bien".

El concierto en sí fue tan grande que su final pareció un anticlímax. "Todo lo que había era: '¿Qué es lo siguiente?' No pensé: 'Oh, Dios, hemos cometido un terrible error'. Tuvimos mucho tiempo para pensarlo y yo estaba emocionado por no sentirme atado. Probablemente reaccioné un poco al hecho de haber estado en la cresta de la ola durante un tiempo; no me lo creí del todo y me rebelé un poco contra ello".

Pero lo cierto es que la última etapa de un grupo puede ser algo difícil de asimilar, sobre todo si se trata de una banda que ha ocupado toda una vida adulta. El trío canadiense progresivo Rush tocó su último concierto, en el Forum de Inglewood (California), el 1º de agosto de 2015. Y aunque la banda había acordado que se trataba de un adiós, a su cantante y bajista Geddy Lee le costó aceptarlo.

"No sabía al cien por cien que era nuestro último concierto", dijo en 2018. "Sospechaba que lo era, y por eso estábamos todos tan emocionados. Neil (Peart, baterista) estaba bastante convencido de que lo era, y tocó como si fuera a ser el último concierto. Por eso dejó el trono de la batería, salió y nos dio un abrazo en el escenario, cosa que juró que nunca haría. Así que él también se dejó llevar por el momento. Supongo que yo era un poco optimista: 'Ah, que se tomen un descanso y luego vendrá la segunda parte de la gira'. Pero no. Creo que Alex (Lifeson, guitarrista) lo aceptó más como el final. Fue una noche muy agridulce. Un gran concierto. Pensé que lo habíamos hecho genial esa noche, pero era difícil saberlo porque los últimos 20 minutos fueron muy emotivos. Fue la primera vez que me atraganté ante un micrófono".

Rush.

A lo que Lee tuvo que enfrentarse fue al hecho de que, a medida que los grupos envejecen, los distintos miembros tienen prioridades diferentes, incluso después de 40 años juntos. "El último par de giras que hicimos fueron muy divertidas como músicos", dijo. "Neil te contaría una historia diferente, porque él tocaba en gran parte haciendo gestos de dolor. Pero yo, que estaba sano, me lo pasé en grande. Estoy seguro de que algún día volveré a tocar en vivo, pero nunca podré reemplazar la intensidad de un concierto de Rush de tres horas: me exigía al máximo y eso es raro en esta vida. Era un entrenamiento físico, era un entrenamiento mental, era una batalla de nervios, y tenés el beneficio de que la gente te aplauda, lo que en sí mismo no extraño, pero no puedo decir que nunca me gustó cuando ocurrió. Es muy lindo ser recibido por una multitud".

Pero, ¿y si no podés disfrutar del momento? Hace cuarenta años, The Loft eran las jóvenes estrellas de Creation Records, el futuro hogar de Oasis, pero su cantante, guitarrista y compositor Pete Astor ya había decidido separar la banda y mantener el nombre cuando tocaron en el Hammersmith Palais el 24 de junio de 1984. Incluso antes de que subieran al escenario, el guitarrista Andy Strickland dijo más tarde que quería arrancarle los dientes a Astor de un puñetazo.

Así las cosas, Strickland anunció la separación de la banda desde el escenario, y Astor se puso colorado. "Fue horrible, teatral. Me fui a mitad de la canción, subí la escalera de caracol hasta el camarín", cuenta. Pero no hasta que convirtió la improvisación vocal del final de la canción "Up the Hill and Down the Slope" en un alegato contra sus compañeros de banda. "Si estás improvisando, estás recurriendo a algo que no podés sentir. Y se convirtió en una manifestación de lo que sentía, que no era positivo".

Astor señala que el resto de la banda no le dirigió la palabra durante 18 años. Le pregunto si intentó ponerse en contacto con ellos para reparar el daño. Levanta la vista de su café, sorprendido al darse cuenta. "Ahí me agarraste". Suspira. "Patético".

Hay un final feliz. The Loft se reunieron, finalmente, y este año han estado grabando por fin su álbum debut. Pero aun así, los sucesos de hace 40 años siguen proyectando una sombra: Astor sintió que tenía que pedir permiso a sus compañeros de banda antes de volver a tratar el tema. Las heridas se curan, pero dejan cicatrices.

Cada uno de estos músicos acabó encontrando su propio camino y, en cierto modo, el camino de vuelta a casa. Colin Blunstone sale de gira en noviembre: ha sido cantante durante tres cuartas partes de su vida, y la separación forzosa de su pareja musical durante 60 años no va a detenerlo. Neil Finn reunió a Crowded House hace unos años, y en el momento de escribir estas líneas están a punto de embarcarse en una gira por estadios. Pete Astor tuvo otras bandas y grabó discos en solitario antes de convertirse en profesor universitario y, finalmente, reunir a The Loft. Y aunque Geddy Lee no ha encontrado una nueva salida a tiempo completo, ha hecho series de televisión y escrito libros sobre música desde que Rush terminó. Incluso The Police, que tuvo un final agrio y tumultuoso en 1984, se reunió para una gira mundial en 2007.

Y para algunos, ese último concierto puede ser un estímulo. Después de tocar en Live 8 con Pink Floyd y ayudar a crear una gran exposición sobre el grupo, Nick Mason se dio cuenta de que le faltaba algo en la vida: tocar la música de su antiguo grupo con otras personas. Así que formó Saucerful of Secrets para tocar la música que el grupo grabó antes de que The Dark Side of the Moon los convirtiera en superestrellas. "No es que echara de menos algo en concreto", dice, ni los hoteles de lujo, ni los vuelos en primera clase, ni los montones de dinero. "Simplemente echaba de menos tocar e interactuar con una banda".

Puede que la banda de rock sea la entidad más disfuncional jamás inventada. Pero es muy, muy difícil dejarla atrás.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.