El sábado pasado, el músico francés Benjamin Biolay, ícono de la chanson post Gainsbourg, aclaró en uno de los pasajes de su recital en Niceto Club que la gente en su país no canta las partes instrumentales de las canciones como sucede acá. Al día siguiente, pero en C Art Media, Jerry Cantrell se percató de lo mismo. Si bien el rockero estadounidense no hizo alusión alguna a esa costumbre tan argentina, se notó que lo disfrutó igual. Sobre todo cuando sonó el tema “Afterglow”, en el que sus fans convirtieron en onomatopeya los acordes iniciales de la viola. Antes que decir cualquier cosa, el artista sabiamente fluyó y pidió con su mano derecha que continuaran. A lo que el aforo respondió cantando esas notas aún más alto. Esto sumó puntos en la escala de intensidades del show.

La última vez que el músico estadounidense pisó un escenario porteño sucedió al frente de la banda que cofundó y lidera: Alice in Chains. Seis años más tarde, el cantante, compositor y guitarrista regresó a la ciudad para presentar por primera vez su obra solista. De la mano, además, de su más reciente álbum, I Want Blood, publicado a mediados de octubre. Es por eso que el público que asistió a esta feligresía del rock alternativo tuvo el privilegio de ser uno de los primeros en disfrutar del flamante repertorio. O más bien el segundo, tras su paso por Chile. Sin embargo, a diferencia de lo que mostró al otro lado de la Cordillera, esta vez comenzó el recital con los dos temas que abren su cuarto trabajo de estudio: el enigmático “Vilified” y el desalmado “Off The Rails”, que lo puso con un pie en el metal.

Esto cobra lógica si se toma en cuenta que entre los invitados del álbum destacan Robert Trujillo (bajista de Metallica), Duff McKagan (bajista de Guns N’ Roses) y Mike Bordin (baterista de Faith No More). La lista de músicos que fueron convocados para grabar incluye también a dos bateros excepcionales: Gil Sharone (ex Marilyn Manson) y Ariel Laboriel Jr, quien pasó hace unos días por la Argentina junto a Paul McCartney. Y es que como dijo el nativo de Tacoma durante la promoción de este lanzamiento: publicó el mejor disco que pudo con colegas que aparte son amigos. Pero el cuarteto que respaldó a Cantrell en esta encarnación estuvo a la altura de las circunstancias, en especial el cantante y guitarrista Zach Throne, con el que hizo ese doble juego de voces (de vocales estiradas) que patentó Alice in Chains.

Salvo por algunos matices estéticos y sonoros, la identidad del proyecto solista del artista de 58 años no dista tanto de la grupal. Aunque I Want Blood sí intenta ahondar en esas diferencias, al llevar a las canciones hacia una densidad más espesa que lo mostrado anteriormente en cualquiera de los álbumes que grabó el músico. Y lo mismo sucede con la oscuridad crespuscular que atraviesa a los nueve temas. De todas formas, el show siguió adelante con el rock (profundamente) aletargado “Psychotic Break”, partícipe del larga duración Degradation Trip (2002). Lo que dio pie para la primera revisita a Alice in Chains, mediante esa dialéctica entre grunge y metal titulada “Them Bones”. Esto desató el primer “Olé, olé, olé” de las dos horas de performance.

Al western “Atone” le secundó la refulgente “Had to Know”. Pese a que el tema invitaba al pogo, ese C Art Media atiborrado de público como pocas veces se vio prefirió entregarse a la contemplación. Sin que esto le restara a la pasión desencadenada, tal cual se apreció al momento de tocar la canción que le dio nombre al disco, en la que la banda escaló en visceralidad. De hecho, en ese momento Cantrell buscó la mirada cómplice de su violero para compartirle su emoción por la locura que estaban generando. Inmediatamente, el dolor se materializó con otro de los himnos de Alice in Chains, “Down in a Hole”, en la que Thorne tuvo un rol protagónico en la voz en la última mitad. Entonces aparecieron la canchera “Cut You In” y la efectiva “My Song” (ambas de su disco debut, Boggy Depot, de 1998).

Luego de bajar decibeles con la balada espectral “Siren Song”, registrada en el álbum Brighten (2022), el frontman atendió de vuelta la razón que lo trajo una vez más a Buenos Aires. De su nuevo álbum hicieron “Held Your Tongue”, que condensa tensión, claroscuros sonoros y una vitalidad rítmica tan constante que parece infranqueable. Es el paradigma de una canción rock sustanciosa. Y el público se lo hizo saber y también sentir. Cantrell, notablemente desbordado, sólo pudo alcanzar a decir: “Ustedes son increíbles”. En ese mano a mano, tras otro “Olé, olé, olé Jerry”, el músico premió a la muchedumbre con otro clásico de su banda: la introspectiva “Would?”. Antesala de un final que llegó mediante una de sus recientes canciones, la misteriosa “It Comes”.

Los músicos salieron de cuadro y volvieron por pedido popular. A lo largo del show, despojado en esta oportunidad de esa barba que lo caracteriza, Cantrell evocaba a otra leyenda del rock como él: Edgar Winter. Será por su actitud performática y por esa larga melena rubia que al chocar con las luces pintaba albina. El bis lo iniciaron con una de las canciones solistas del artista, la lúcida y medio blusera “Brighten”, a la que le siguieron otros dos himnos de Alice in Chains: “Got Me Wrong” y la fulminante “Rooster”. Lo que se tradujo en una ovación inacabable. El retorno del paladín del grunge, aparte de coincidir con la de tótems del rock alternativo como The Smashing Punpkins, sirvió para demostrar que su carrera solista puede hablar por sí sola. Y también dejó por sentado que hay vida más allá de la leyenda.