Chiqui González es maestra de generaciones, creadora de mundos comunes, insistente defensora de lo público, apasionada escuchadora de las infancias. Una de las personas cuyo nombre está unido a la creación de horizontes posibles en una ciudad, Rosario, que supo ser otra cosa que un campo de batalla, donde hubo una gestión -no sólo cultural- empeñada en la integración, el derecho al juego antes de que ese concepto se difundiera, la posibilidad de diálogos que pudieran construir una sociedad sin muros ni guetos. Conocida internacionalmente por el Tríptico de la Infancia, en Rosario, entre muchas otras iniciativas transformadoras, recuperar la experiencia de Chiqui es también una apuesta de futuro, y así lo entendieron Alejandra Marino y Marcela Marcolini, codirectoras de La Sociedad del Afecto. En la película, las imágenes están al servicio de una belleza que no se solaza en la experiencia individual, sino que busca hacerse colectiva. Delicado y emocionante, este documental se estrena el jueves 21, a las 18.20, en cine Gaumont (avenida Rivadavia 1735) y podrá verse hasta el miércoles 27. 

-Cómo fue la idea de hacer un documental sobre Chiqui González y cuáles fueron los desafíos que les planteó una película sobre una figura tan vasta?

Alejandra Marino: -La idea nació después de haber escrito juntas una ficción sobre infancias víctimas de trata. Fue tan fuerte la experiencia que quisimos encontrar ideas y lugares que iluminaran hacia la esperanza. Marcela conocía el trabajo de "Chiqui" Gonzalez y fue un punto de partida nutricio. Nos pusimos a investigar su filosofía a través de escritos y conferencias, y luego cuál fue el origen de sus ideas. Encontramos que a partir de su propia infancia, cada recuerdo atesorado se vincula con sus creaciones, no solo con las infancias, sino con la práctica de la abogacía, el teatro, la investigación, la docencia. Chiqui es una mujer que viene transitando un arco de tiempo que implica conflictos sociales, políticos, tecnológicos. Ella nunca fue indiferente, estuvo y está presente desde las ideas hacia la acción, haciéndose preguntas, abriendo caminos colectivos.


-Hay en la película varias elecciones estéticas que dan cuenta de los riesgos que asume en su labor la protagonista ¿Cómo pensaron esa estética?

AM: -Tuvo que ver con una forma de asumir nosotras también un riesgo, buscando un lenguaje que representara por ejemplo La Vida Perdurable, una de las obra de teatro de Chiqui que fue un fuerte cambio en las puestas teatrales, no solo rosarinas. Escuchamos testimonios de actrices y actores, buscando una forma narrativa que resignificara esa poética y rescatara el impacto que produjo. Trabajamos con las animadoras Bela Tagliabue y Ana Martin, y nos permitimos ese juego de extremos que se pliegan y se encuentran.

-Poner en escena a Chiqui González en este momento de demonización de las políticas culturales es también político. ¿Se imaginaron este contexto para su estreno?

Marcela Marcolini: -No imaginamos que iba a ser tan extremo. A medida que se acercaban las elecciones, íbamos viendo y pensando las opciones y quedamos impactadas cuando se impuso esta gestión de gobierno. Está en las antípodas de las ideas de Chiqui. Desde el concepto de estado, territorio, políticas públicas, incluso con el concepto de afecto y ni hablar de "tener en cuenta a las infancias". Nos emociona mucho la devolución de la gente en cuanto a que sienten que la película es un oasis de ideas hermosas y les devuelve la esperanza.

-¿Qué fue lo que les quedó de todo este tiempo en contacto con Chiqui?

A.M. -La persistencia en las ideas, la búsqueda contínua por llevarlas a cabo, su percepción sobre el momento para hacerlo, el valor del juego, el armado de equipos generando confianza y afecto, el seguir haciéndose preguntas como una forma de continuar haciendo con vitalidad.

M.M. -Me queda como aprendizaje, el valor de defender las ideas a capa y espada, darnos permiso para jugar como acto de conexión creativa profunda y el valor de la metáfora como herramienta de construcción creativa de pensamientos.

-Cuando una habla con referentes internacionales de la lucha contra la violencia, por ejemplo en Medellín, mencionan a Chiqui como una referente, ¿La sociedad del afecto es también una propuesta o apuesta a recuperar toda esa experiencia?

M.M. -Si, no tenemos dudas de que si las palabras y las ideas de Chiqui llegan a otras latitudes pueden pensarse y desarrollarse sociedades que puedan contruirse desde el afecto, que no es el cariño, sino pensar y tener en cuenta al otre, desde la infancia.

A.M. -Nos pasó hace poco en un festival de Colombia, el FICFUSA, luego de la proyección pudimos participar online en el debate y justamente la lucha contra la violencia fue uno de los temas. Vieron en el registro de la película que las ideas de Chiqui conforman una forma participativa y mutual para pensar las comunidades a través del cuidado a las infancias. Nos hicieron muchas preguntas, se interesaron verdaderamente. Para nosotras fue muy emocionante y nos estimula a llevar la película a todos los lugares posibles.

Alejandra Marino, Chiqui González y Marcela Marcolini.


-La película se preestrenó en Rosario, ¿Qué recogieron como repercusiones?

A.M. -Fue una experiencia muy movilizadora, porque "Rosario siempre estuvo cerca" para ambas por cuestiones personales. Sobre todo porque era un compromiso enorme presentar la película en la ciudad donde Chiqui desarrolló sus ideas. Así que no vamos a negar que fue una especie de prueba de fuego. Por suerte parece que la película gustó, porque tuvo muy buenas repercusiones y se sostuvo varias semanas en el Cine El Cairo que además es todo un emblema para la región y uno de los amores de Chiqui.

-Al principio Chiqui era reacia a ser la protagonista de una película, pero luego desplegó generosamente algo de su mundo, ¿Cómo viviste este proceso?

M.M. -Nos llevó tiempo, más de 2 años, convencerla de que no se trataba de contar su vida, sino trabajar sobre sus ideas pero luego, incluso con su propio relato, fue imposible separar las ideas y la obra de la persona, porque la Chiqui viene trabajando con estos conceptos desde los inicios de su trayectoria como maestra de teatro y esto la llevó incluso a analizar su propia historia, su propia infancia. Igualmente, creemos que hemos conseguido en la película, hacer foco en todo el universo que ella ha logrado transmitir y dejar como legado.

-La película toma distintos aspectos de la vida de Chiqui e inevitablemente se interna en su propia infancia. ¿Qué les provocó ese viaje?

A.M. -El viaje por la infancia de Chiqui arrancó con sus propias palabras, que nos generaban imágenes. En los encuentros y entrevistas (incluso online durante la pandemia) ella narraba, pero nunca desde una cronología "estática", sino "estética", porque a través de la metáfora propone, abre la mirada hacia tiempos y lugares. El desafío fue lograr luego una estructura, por suerte trabajamos con dos editoras, Jimena Chavez y Paz Macaya, que se sumergieron en ese universo.

M.M -Chiqui nos enseña a cada paso, es su forma enorme y generosa de brindarse que cada unx de nosotrxs podemos pensarnos para construirnos un mejor futuro y para las infancias: el valor de la metáfora y el derecho al juego para "hacer y deshacer realidades porque quien logra esto, tiene la capacidad de cambiar su vida".

-Hay una elección de comenzar y terminar con una escena en el río ¿Por qué?

A.M. -Tiene que ver con que vemos a Chiqui unida desde su infancia con ese fluir del Paraná. También creo que personalmente cada una de nosotras está conectada con esa playas, en mi caso porque soy rosarina. El río otorga identidad, está presente en las obras generadas por Chiqui, por ejemplo en la cercanía del La Isla de los Inventos, o durante su gestión como el Acuario, los galpones... Y sobre todo porque el río es nuestra metáfora, esas aguas tibias donde las infancias nacen, juegan y se sueñan pájaros.

La sociedad del afecto también estará disponible en CINE.AR y los Espacios INCAA. IG: @lasociedad del afecto.