Salía de una conferencia organizada por el Instituto de Historia Argentina y Latinoamericana en 25 de Mayo 217, y un inmenso mural textil colgaba en la gran pared del primer piso. Como las arpilleras de la resistencia contra la dictadura de Pinochet, en las que se cosían pequeños relatos de quienes luchaban por la verdad y la aparición con vida de los desaparecidos. 

Pero mientras aquellas eran pequeñas piezas narrativas, este tenía era una compleja novela que anudaba miles de personajes y de historias. Era tarde, las artistas ya se habían ido. Pasé mucho tiempo observando los detalles de esa arpillera tan monumental como el Guernica, pero habitada por minuciosos personajes entre los que aparecía, por supuesto Allende. Cuidado, oficio, y una trama libre, una obra en la que todas interactuaban con todos.

¿Las autoras? Colectiva Crear Poder Popular, cuatro mujeres chilenas en Montreal, artistas/maestras/investigadoras: Carolina Echeverría, Gisela Frías, Denise A. Olivares y Sarabeth Triviño, quienes explican: “Los talleres de nuestra Colectiva son una invitación a mantener la memoria viva representando de manera textil a las víctimas de la dictadura militar. Inspiradas en el animismo y la psicomagia, hemos creado un cielo azul lleno de estrellas. Ya sabemos que el ser humano comparte ADN con las estrellas. Podemos encontrarnos con nuestros seres queridos bajo las estrellas. El taller consta de 2 horas y media donde cada participante recibe un nombre y la historia de una persona detenida desaparecida o ejecutada según la lista oficial del informe Rettig. Los/las participantes visten pequeñas figuras textiles de 8 cm que serán puestas en una arpillera colosal. Los materiales están incluidos y el taller es gratuito. Está obra es colaborativa y necesitamos su participación para nunca olvidar y rendir homenaje a las víctimas de la dictadura en Chile.”

No Me Olviden es el título de este mural textil que anuda la experiencia de la arpillera chilena, sus escenas, sus afectos, en la búsqueda de una memoria activa de aquello que se narra en el informe Rettig. Se conmemoran los 50 años del exilio de las chilenas y chilenos en Montreal. Podrían haber sido chilenos de muchas partes del mundo. Porque el exilio creó muchos chiles, muchas comunidades que trabajaron por los lazos, por la memoria, y por el legado de Allende que con esta obra se busca transmitir a las futuras generaciones. Una democracia que fue jaqueada, un presidente muerto, un Palacio de la Moneda bombardeado, una plaza en la que avanzaban los tanques, los estadios llenos de prisioneros, la tortura, los disparos, la muerte. Incluso pudimos ver el instante en el que mataron a quien filmaba en La batalla de Chile de Patricio Guzmán.

Crear poder popular: esta fue la idea que animó esta obra colectiva. La imagen está repleta de algarabía, y también de memorias. El color exalta los contrastes entre miles de personajes unidos en este espacio de representaciones. Lo hicieron las muchas manos de Las Voluntarias, en Canadá y Chile, en diversos espacios culturales y comunitarios, entre ellas, estudiantes jóvenes en los talleres de la Escuela de Artes Visuales de la Universidad Austral de Chile.

Quedo extática ante ese universo de pequeñas figuras que me llevaría días y días identificar. Pero muchos recuerdos se acumulan. Mis propios años en ese edificio en la calle 25 de Mayo en el que tuve mi primer teórico, en 1978, con Perla Fuscaldo. Un edificio que había estado cerrado y estaba derruido. Un edificio en el que se respiraba miedo. No hablaba con nadie porque no se podía confiar en nadie. Hasta que encontré a Sonia, ella conocía mi historia, yo la de ella, pudimos encontrarnos para estudiar cada tarde en su casa. Hasta el día en el que me llamó para avisarme que no fuera a su casa porque había habido un procedimiento. Ella llevaba siempre el pasaporte y dinero para un pasaje. 

Desde Ezeiza me avisaba que se iba a Italia, donde pasaron, ella y su familia, los años del exilio. Tengo un collage que hizo Adolfo Nigro con una de mis cartas que nunca le llegó. Pienso en Chile, donde tantos argentinos y uruguayos se fueron a participar en la revolución en democracia después del golpe de Estado en Uruguay. Nigro cruzó la cordillera con toda la familia y vivió en la casa de la Hormiga. Volvieron a Argentina justo antes del golpe contra Allende. Y vivieron aquí durante la dictadura más cruenta, más salvaje de nuestra historia. En esos años se huía de los golpes, los exilios y los insilios marcaron para siempre muchas vidas. La verdad, la justicia, fueron los lemas, y Argentina fue ejemplar con el juicio a las Juntas y con las causas que se abrieron cuando se derogaron las leyes de Obediencia Debida y de Punto Final.

La historia de Chile es también nuestra historia. Y en el edificio de Filosofía y Letras de 25 de Mayo, donde hoy está el Centro Cultural Paco Urondo, este mural cosido por tantas manos, pleno de historias, narra la experiencia chilena, la experiencia argentina y la de gran parte de América Latina. Recorro los detalles de esa pieza exquisita, realizada con extraordinario detalle, y encuentro en ella una expresión exacta de lo que fue ese período desbordante señalado por la idea de que había un futuro mejor. Nada más exacto que este mural cosido para recordar y homenajear a quienes imaginaron y a quienes desde la distancia nos recuerdan esas infinitas historias. Pensé que pocas veces una obra visual logró plantear con tanta exactitud la relación con la voz, con los relatos. Cuando nos acercamos a este gran textil sentimos esas presencias. Las abigarradas formas nos comunican la complejidad de la historia.