Rebelde, marginal, disruptivo, “un homosexual homófobo”, como él mismo se definió. El escritor y académico español Álvaro Pombo, de 85 años, ganó el Premio Cervantes, la máxima distinción de las letras en español, por su capacidad de concebir “un mundo literario propio imperecedero e imprescindible que conmueve” y por su “extraordinaria personalidad creadora”, según planteó el fallo del jurado, presidido por el anterior ganador, Luis Mateo Díez. También destacó la “lírica singular y original narración” del premiado, autor de Contra natura, El temblor del héroe o La cuadratura del círculo. “A su notabilísimo nivel como poeta y ensayista, se une el ser uno de los grandes novelistas de nuestra lengua que indaga en la condición humana desde las perspectivas afectivas de unos sentimientos profundos y contradictorios”, añadió el fallo. “En sus creaciones, muestra el mundo a través de la construcción de un lenguaje en el que las deformaciones de la realidad aparecen reflejadas bajo el disfraz de la ironía y del humor”.
Estaba en su casa en Madrid cuando lo llamó el ministro de Cultura de España, Ernest Urtasun. “Cuando me dijo que me lo habían concedido, me alegré mucho. La verdad es que no me lo esperaba. Pensé que lo iba a recibir cualquiera de los otros autores de los que se hablaba, de aquí o de Hispanoamérica, que son todos magníficos, como Leonardo Padura”, declaró el flamante ganador del Cervantes. “Vaya alegrón que me has dado, ministro”, afirmó el escritor al recordar cómo fue el diálogo en el preciso instante en que le comunicaron la novedad. “Enseguida le he confesado que tengo que irme al dentista. Tengo una cita con él. Y es que estoy viejo. Eso es lo cierto. Estoy para chapa y pintura”, bromeó el escritor español, que recibirá los 125.000 euros del Premio Cervantes el 23 de abril de 2025 --Día del Libro y fecha de la muerte de Miguel de Cervantes-- en la tradicional ceremonia que se realiza en el paraninfo de la Universidad de Alcalá (Madrid).
El Cervantes a Pombo (Santander, 1939) es el corolario del reconocimiento a la obra compleja y diversa de un poeta, novelista y ensayista que resiste el corsé de las clasificaciones. El escritor ganó el Premio Herralde con la novela El héroe de las mansardas de Mansard (1983), el Premio Planeta por La fortuna de Matilda Turpin (2006), el Premio Nadal por El temblor del héroe (2012), el Premio Honorífico de las Letras de Santander (2018), el Premio Internacional Menéndez Pelayo (2023), el Premio Francisco Umbral al Libro del Año 2023 por su última novela Santander, 1936, libro por el cual recibió hace pocos días el Premio de la Crítica de Madrid. El crítico Ignacio Echeverría se preguntó recientemente en las páginas de El Cultural de España cómo era posible que Pombo aún no tuviera el Cervantes. “¿A qué demonios esperan? ¿Puede ser tanto y tan perseverante el despiste de los jurados? ¿O se trata de un malentendido?”, se preguntaba en su artículo.
El niño que nació en el seno de una familia de la aristocracia cántabra soñaba con ser militar, predicador, médico o actor de teatro. “Siempre he tenido una vocación expresiva fuerte; hice teatro en casa y, posiblemente, lo que me gustaba del médico era la bata. Las dos cosas más teatrales que había por 1949, cuando tenía diez años, era el Ejército y los obispos. Desfiles, sermones, el público, marchas y saludos solemnes. Tiene mucho que ver con la sucesión de personajes que también se encuentran en mis novelas”, reconocía Pombo, que se licenció en Filosofía por la Universidad de Madrid y es Bachellor of Arts por el Birberk College de Londres, donde además trabajó durante diez años, entre 1966 y 1977, en un banco como telefonista.
“Esa lírica singular”, que observó el jurado del Cervantes, le viene de su relación inicial con la poesía. En 1973 publicó su primer libro de poemas, Protocolos; cuatro años después ganó el premio El Bardo de nuevos poetas con Variaciones. En 1977, el año en que regresó a Madrid después de su período londinense, publicó su primer volumen de narrativa, Relatos sobre la falta de sustancia, un libro que contiene un puñado de historias cortas protagonizadas por personajes homosexuales, uno de las temáticas recurrentes en su narrativa. Le gusta calificarse como “un homosexual antiguo” y a veces menciona que el escritor Eduardo Mendicutti lo define como “pre-gay”. “Soy homosexual, pero tengo la edad que tengo y he vivido las experiencias que he vivido. Uno no salía del armario nunca. Ni yo ni nadie. Hacías lo que podías”, explicaba Pombo, como si nunca se hubiera despegado de esa condición de outsider, condensada en unos versos de un poema incluido en Variaciones: “Yo no soy de esta ciudad ni de ninguna/ he venido por casualidad y me iré por la noche/ aquí no tengo primos ni fantasmas”. “Así soy yo: un marginal y estoy fuera de todas las observaciones -asumía el escritor-. He sobrevivido por una especie de sino. Incluido el hecho de ser homosexual en una época donde la visibilidad gay ni se imaginaba”.
Podría parecer una bufonada ser a la vez finalista y ganador, pero no lo es. Pombo lo hizo. En 1983, se presentó al premio Herralde con dos novelas, El hijo adoptivo, firmada bajo el seudónimo de José Carrasco, con la que quedó finalista, y El héroe de las mansardas de Mansard, con la que obtuvo el galardón. Donde las mujeres ganó el Premio Nacional de Narrativa en 1997; La cuadratura del círculo, el Premio Fastenrath de la RAE 1999 y Cielo raso se quedó con el Premio Fundación José Manuel Lara en 2001. Contra natura (2005), ganadora de los premios Ciudad de Barcelona y Salambó, es “un alegato contra la superficialidad”, como él mismo manifiesta en el epílogo de esta novela sobre las formas antiguas y modernas de vivir la homosexualidad, que se publicó en el mismo año en que el matrimonio entre dos personas del mismo sexo fue aprobado y legalizado en España. Javier Salazar, un editor retirado, y un viejo amigo y compañero del seminario, Paco Allende, entablarán relaciones con otros varones mucho más jóvenes.
Pombo ingresó a la Real Academia Española (RAE) el 20 de junio de 2004, con un discurso que tituló “Verosimilitud y verdad”, y ocupa el sillón "j" que dejó a su muerte Pedro Laín Entralgo. En la arena política fue un activo colaborador del desaparecido partido Unión Progreso y Democracia (UPYD). En las elecciones españolas de 2008 encabezó la lista al Senado por la Comunidad de Madrid. “Me gustaría ser recordado como poeta y escritor de algunos relatos y poemas -admitió el Premio Cervantes-. Me he reído mucho, me he divertido mucho y he hecho reír mucho. Me gustaría ser recordado porque tengo buen humor”.