Alejandro Oxenford es el segundo integrante de su familia en desempeñarse en la función pública. El flamante embajador en Estados Unidos es nieto de Eduardo Valetín Oxenford, ministro de Industria de la dictadura cívico-militar, quien antes de ocupar ese cargo fue interventor de la Unión Industrial. Desde esa posición, lanzó fuertes críticas a la política económica del régimen, en el Día de la Industria. También fue parte del directorio de YPF. Además, perdió a un hijo a manos de un grupo de policías que se dedicaba a los secuestros extorsivos.

Egresado como Ingeniero de la Universidad de Buenos Aires, Oxenford realizó posgrados en el MIT y Harvard. En 1939, a los 19 años ingresó a Alpargatas. Llegó a ser presidente de la compañía en 1981, el mismo año en que fue ministro de Roberto Viola. En el sector privado también fue vicepresidente del Banco Francés.

Oxenford presidió el Instituto para el Desarrollo de Empresarios en la Argentina (IDEA), del cual fue uno de sus fundadores y parte del Consejo Empresario Argentino. Todo un hombre del establishment, la dictadura lo colocó como director en YPF.

Crítica desde adentro

Para 1980, Oxenford era interventor de la UIA. La central empresarial había sido intervenida tras el golpe de 1976. El 2 de septiembre de 1980, en el Hotel Plaza, Jorge Rafael Videla y José Alfredo Martínez de Hoz concurrieron a la celebración del Día de la Industria. Oxenford pronunció un discurso rupturista, después de cuatro años y medio de una experiencia que había reconvertido al capitalismo argentino, y en medio de la crisis financiera que hacía naufragar el experimento la tablita cambiaria.

La apertura comercial y la reforma financiera había colaborado en el proceso de desindustrialización. De hecho, Alpargatas, la empresa de la que era directivo Oxenford, enfrentaba suspensiones de personal, como buena parte del sector fabril en general y textil en particular.

Lo significativo del discurso de Oxenford fue que lo pronunció alguien colocado por la propia dictadura. Reivindicó los lineamientos de 1976, pero criticó que la política económica asfixiara tanto a los industriales y reclamó cambios. "No podemos negar que en los últimos cuatro años la economía se ha monetizado, aunque cabe preguntarse sobre el destino, costo y consecuencias de este proceso", dijo.

Recordó que el consumo global había descendido un cinco por ciento en el mismo período. "Este último valor representa una disminución del once por ciento del consumo privado y un incremento del 35 por ciento del sector público", siguió.

En otro pasaje manifestó que "la base patrimonial del sector industrial se está deteriorando" y que "sus esfuerzos están destinados a subsistir", con lo cual, "en estas condiciones, no puede generar no atraer los capitales necesarios para asegurar el crecimiento que el país requiere".

Videla habló después de Oxenford y pidió a los empresarios que actuaran "con generosidad anteponiendo el bien común al interés personal". El dictador dijo que no se debían esperar "fórmulas facilistas, concesivas o demagógicas" y pidió "un esfuerzo con responsabilidad en una economía adecuadamente abierta y con la subsidiaridad del Estado".

Seis meses más tarde, Viola reemplazó a Videla como presidente de facto e intentó una menos que tibia apertura política. En su gabinete apareció Oxenford, al frente del recién creado Ministerio de Industria. El hombre de Alpargatas ocupó el cargo hasta agosto de 1981. 

El secuestro de Oxenford (h)

Previo a todo esto, Oxenford sufrió una tragedia familiar, enmarcada en el grado creciente de autonomía de los grupos de tareas. Para fines de los 70, la represión ilegal había derivado en patotas que hacían caja a través del secuestro extorsivo, una rémora que seguiría en los primeros años de la democracia. Acaso el caso emblemático hay sido Osvaldo Sivak, secuestrado en 1979. Lo volvieron a raptar en 1985 y lo mataron pese al pago del rescate.

Justamente, el grupo que secuestró a Sivak fue el que raptó y mató a Eduardo Tomás Oxenford, hijo del funcionario de la dictadura y tío del nuevo embajador en Washington. Tenía 26 años cuando lo secuestraron en Barracas, el 8 de noviembre de 1978. Tras el cobro del rescate, lo mataron.

Los captores eran del grupo del comisario Roberto Buletti, que después del primer secuestro de Sivak se había convertido en jefe de la custodia del empresario. Desde ese lugar organizó el segundo secuestro. Cuando en noviembre de 1985 aparecieron los restos de Sivak y confesaron los culpables, se encontraron también los restos de Benjamín Neuman, en la Ruta 2; y de Oxenford en Lomas de Zamora.

El cuerpo del hijo del industrial había sido cremado y enterrado tras el crimen y fue hallado en una vivienda alquilada por Bugatti. Cuando el jefe de la banda declaró ante la Justicia y narró el llamado a la familia Oxenford para reclamar 750 mil dólares de rescate, dijo que la respuesta del empresario los había dejado azorados: "Sí, señor. Ya sé que lo han secuestrado. Pero le diré dos cosas. Una, que esa suma no la reuniré jamás y la otra es que radiqué la denuncia policial, como corresponde".

La familia finalmente entregó dinero, pero el destino del joven Oxenford estaba decidido de antemano. Los captores pertenecían a Defraudaciones y Estafas, un área de la policía a la que le toca seguir la ruta del dinero de un rescate. Atendían de los dos lados del mostrador y además el secuestro se extendió al menos tres meses. A Oxenford lo mataron el 15 de febrero de 1979 y, a lo largo de esos meses, pese a estar vendado, era factible que escuchara cosas que llevaran a la identificación de los secuestradores. 

La familia Oxenford se instaló en Brasil tras esa experiencia traumática. El nivel de impunidad de la represión había llegado al puntal tal de ensañarse con un representante del establishment, que además denunció el carácter regresivo de las políticas de la dictadura, el fundamento último de la brutalidad del régimen.

Eduard Valentín Oxenford murió en 1984, pocos meses después de la restauración de la democracia en la Argentina.