Desde Mar del Plata
El encuentro con Vanessa Redgrave es breve. No podría ser de otra manera: la actriz británica, que acaba de cumplir ochenta años, es uno de los invitados del Festival de Mar del Plata más solicitados por la prensa y las entrevistas tête à tête con los periodistas no pueden exceder los quince minutos de duración (que en la práctica fueron nueve). Apenas unos instantes antes de la cita, la protagonista de Isadora y Los demonios –entre una miríada de títulos en una carrera que abarca seis décadas de trabajo delante de las cámaras– ofreció una conferencia de prensa para los periodistas acreditados, además de presentar en las salas marplatenses no sólo su primera película como realizadora, el documental Sea Sorrow, sino también la versión restaurada de Blow-Up, el film de Michelangelo Antonioni en el que participó a mediados de los años 60, en pleno estallido multicolor del Swinging London. La agenda no termina allí: pasado mañana lunes ofrecerá una entrevista abierta en la Sala Casacuberta del Teatro San Martín y unas horas antes mantendrá una reunión privada con miembros de Acnur (el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) para “abordar el panorama del conflicto de los refugiados en el mundo y la Argentina”, según detalla la gacetilla de prensa enviada por el British Council, el organismo encargado de la organización de ambas actividades.
Antes de las preguntas de rigor, la conferencia de prensa se abrió con una reflexión sobre el submarino ARA San Juan, cuya desaparición pesa y mucho en el corazón de los habitantes de la ciudad: la Base Naval Mar del Plata era el destino final del viaje de los 44 submarinistas. “Todos los hombres de mi familia fueron miembros de la Armada Real Británica durante la Segunda Guerra Mundial”, comenzó Redgrave con una voz baja y apesadumbrada. “Mi abuelo fue director del Colegio de la Armada Real, donde se formaba a los marineros. Mi padre fue un marinero común. Los dos hermanos de mi madre estaban en la Armada. Uno de ellos, cuyo nombre era Robin, luchó en el Pacífico y murió allí. Digo todo esto para que comprendan por qué me refiero a este hecho antes de hablar de cualquier otra cosa. En el año 2000 un submarino ruso, el Kursk, explotó y se hundió en el Mar de Bari. En ese momento viajé a Moscú y me reuní con siete u ocho familiares de los navegantes, dimos una conferencia de prensa y enviamos un mensaje conjunto al pueblo ruso. También juntamos algo de dinero, recaudando fondos a partir de las entradas del teatro donde estaba dando funciones en Londres. En tiempos de una terrible tragedia en la cual perdemos a los seres queridos existe una necesidad de juntarse y poder hablar desde el fondo de nuestro corazón. Ayer miré la televisión durante una hora y me sentí realmente avergonzada al darme cuenta de que a los familiares no se les comunicaba de manera clara qué estaba ocurriendo. Y eso es lo más importante. Nosotros, que somos miembros de los medios de comunicación o transmitimos ideas desde el cine, el teatro; ustedes, la prensa, si no podemos hablar desde el fondo del corazón, para qué vivimos en este planeta”.
Un comentario de uno de los periodistas presentes sobre la ayuda recibida de parte de los malvinenses y los británicos en la búsqueda del navío, sumado a un comentario sobre la Guerra de Malvinas, disparó en Redgrave una respuesta concisa y cortante: “No son tiempos para hacer uso de la ironía”. Una hora más tarde, ya en conversación personal con la actriz y realizadora –una entrevistada “difícil”, dispuesta solamente a responder aquellas preguntas que le parecen relevantes–, afirmará que “no les dicen nada a los familiares. Eso no es respeto. A los familiares debe decírseles algo directo, desde el corazón y con la más absoluta verdad, y esa persona debe ser alguien que esté muy arriba en la estructura de la Armada Argentina, no un vocero. De otra forma no es algo respetuoso. Por eso comencé la conferencia de prensa con ese comentario, me hubiera parecido indecente no hacerlo, tanto para los submarinistas como para sus familiares. Y no me importa de qué nacionalidad sean, los siento en mis huesos, son todos iguales y merecen todo el respeto y el dolor que uno pueda sentir”.
El punto de partida de Sea Sorrow, estrenada mundialmente este año en el Festival de Cannes, es la desoladora imagen de Aylan Kurdi, el niño kurdo de tres años que apareció ahogado en las playas de Turquía. A partir de esa fotografía que recorrió el mundo, la veterana actriz y novel realizadora diseñó una película pensada para generar en el espectador reacciones viscerales. El recuerdo de los bombardeos alemanes durante los tiempos de la Segunda Guerra y la famosa Declaración de los Derechos Humanos impulsada, entre otros, por Eleanor Roosevelt, son recogidos en un presente donde muchos países europeos le dan la espalda –con eufemismos o el más abierto rechazo– a uno de los problemas humanitarios más urgentes de la actualidad. De alguna manera, la película está concebida como una intervención política: la propia realizadora y su familia marchan en Londres contra la estricta política inmigratoria de su país; luego Redgrave viaja a Calais –del otro lado del Canal– para comprobar las condiciones infrahumanas en las que subsisten miles de refugiados que no quieren ni pueden volver a su lugar de origen, que son perseguidos en Francia y a quienes se les niega su ingreso al Reino Unido. Todo ello recorrido por algunas referencias puntuales a Shakespeare, en particular a su obra La tempestad.
“No recuerdo cuando tomamos la decisión de que debía estar delante de la cámara además de dirigir, pero al principio me sentía un poco reacia”, responde sucintamente Vanessa Redgrave para dejarle espacio a su hijo, presente durante toda la entrevista. El realizador y productor Carlo Nero –hijo también del famoso actor italiano Franco Nero– fue el encargado de producir el documental desde un primer momento. “No queríamos que la película fuera simplemente una cámara siguiendo a Vanessa por Europa, visitando refugiados y demás. La idea era concentrarse en el tema de los derechos humanos. Como dije en la conferencia, la película debía partir de una posición muy personal. No se trata de un encargo de alguna organización sino de nuestra película, una contribución a los debates y campañas que apoyamos. Y creo que hemos logrado que el film sea exitoso en ese sentido: poder unir una historia muy personal con un tema mucho más amplio, el de los refugiados. La idea es que nosotros también somos uno de ellos”.
Sea Sorrow podrá ser su ópera prima, pero el compromiso con los derechos humanos no es nada nuevo en su vida: a una temprana afiliación al Comitee of 100 –un grupo inglés pro desarme nuclear y de desobediencia civil– y al Workers Revolutionary Party, con el correr de los años y las décadas Redgrave fue noticia no solamente por su participación en largometrajes de alto perfil sino también por su apoyo público a la lucha de la Organización para la Liberación de Palestina y, en tiempos más recientes, por su participación activa en el tema de los refugiados africanos y del Medio Oriente en Europa. Miembro de una de las familias de performers de mayor alcurnia en su país de origen (comenzando por su abuelo Roy y su padre Michael, troncos de los cuales no dejaron de asomar ramas dedicadas al mundo de la actuación), la mujer que visitó por primera vez la Argentina para rodar Un muro de silencio, bajo la dirección de Lita Stantic, afirma que nunca vio la película. “No sé por qué, pero nunca la vi. Pero sí me reuní varias veces con las Abuelas de Plaza de Mayo. Ese es mi mayor recuerdo”.
Las últimas dos preguntas, realizadas en los escasos minutos que quedan de tiempo, refieren a los dos films que Vanessa Redgrave está presentando estos días en las salas de cine marplatenses.
–De alguna manera, Sea Sorrow afirma que es necesario un grado mucho mayor de empatía…
–Conocimiento. Bien arriba en la lista. Porque sin conocimiento la empatía dura muy poquito.
–Además de su documental, está presentando en el Festival de Mar del Plata Blow-Up en una versión restaurada. ¿Qué siente hoy sobre aquellos años de extrema creatividad en la industria de cine británica?
–No quiero hablar sobre eso, realmente. Me parece perfecto que la gente pueda ver la obra de Antonioni, pero no quiero hablar de eso. No vine aquí para eso.
* La entrevista abierta con Vanessa Redgrave, donde repasará su carrera, tendrá lugar pasado mañana lunes 27 a las 19 horas en la Sala Casacuberta del Teatro San Martín. Las entradas serán gratuitas y se entregarán en la boletería dos horas antes.