Por octavo año consecutivo, este jueves comienza el Festival de Cine de General Pico, que ha conseguido instalarse como uno de los pilares de la grilla cultural pampeana. Organizado por la Asociación Italiana XX de Septiembre de Socorros Mutuos de esa ciudad, el festival se desarrollará hasta el 20 de noviembre incluyendo secciones competitivas de largometrajes nacionales y dos de cortometrajes, uno nacional y otro regional. También contará con una Muestra de Cine Italiano, un Panorama Internacional, una muestra pampeana y un apartado de rescates, además de talleres, charlas y debates sobre distintos aspectos de la industria audiovisual.

Este año el Festival cuenta con una nueva directora artística, Ana Contreras, junto a un equipo de programación integrado por Lucrecia Matarozzo, Paola Buontempo y José Fuentes Navarro. “Desde el comienzo me propuse preservar lo realizado por el director anterior, Pablo Mazzola, quien hizo un trabajo enorme y exitoso al posicionar al festival a nivel nacional y como un ejemplo de gestión cultural dentro de la provincia”, recalca Contreras. “Además busqué evitar quedarme en el goce de la queja del presupuesto y buscar formas de fortalecer la presencia del cine argentino. Así surgió una nueva sección dedicada a visibilizar el cuidado del patrimonio fílmico. Y también profundizar la capilaridad del trabajo territorial a través de espacios vinculados a la educación, como Infancias y Encuentro de Escuelas, y generando un estímulo para aquellos proyectos de origen pampeano que no llegaron a la competencia, mediante la creación de una muestra pampeana que pueda restituir el espacio de diálogo entre los realizadores locales y el público”, completa la directora.

Tú me abrasas, de Matías Piñeiro.

La presencia de realizadores destacados y producciones nacionales de gran calidad vuelve a ser muy importante, en un año que no fue precisamente de bonanza para el cine argentino. La competencia de largometrajes incluye títulos y autores como Tú me abrasas, de Matías Piñeiro, o Los tonos mayores, de Ingrid Pokropek, ambas estrenadas en el Festival de Berlín. A ellas se suman Todo documento de civilización, de Tatiana Mazú González, que pasó por el festival de cine documental de Marsella, y El polvo, de Nicolás Torchinsky, que fue parte del Festival de Mar del Plata. La lista se completa con Las galaxias, de Guillermina Pico, y La transformación de Canuto, de Ariel Kuaray Ortega y Ernesto de Carvalho. También se proyectarán Sombra grande, de Maximiliano Schonfeld, y Vinci/Cuerpo a cuerpo, de Franca González Serra, que oficiarán como película de apertura y clausura.

Contreras también reflexiona acerca del impacto que representa un cambio en la dirección artística de un festival y la necesidad de un equilibrio para que la búsqueda de un nuevo rumbo no altere la identidad construida. “Desde el diseño, fue interesante pensar qué hacer con nuestra herencia visual. Me encontré con que ese aspecto aún debemos resolverlo, ya que en La Pampa, con un perfil tan marcado en la tradición y ciertos simbolismos ligados a lo folklórico, surge inevitablemente la pregunta de qué hacer con lo heredado. Esto abrió muchos debates sobre cómo inscribirnos ahí perteneciendo a otra generación, con un imaginario estético y político diferente”, observa.

Sombra grande, de Maximiliano Schonfeld.

A pesar de los esfuerzos por no convertirlas en asunto central desde la comunicación, las cuestiones ligadas al presupuesto y la situación económica del sector audiovisual, pero también la general, se cuelan en la conversación. “Este año contamos con la mitad del presupuesto en comparación con 2023, dado que la financiación depende en gran medida del Consejo Federal de Inversiones (CFI). Esto nos obligó a reorganizarnos en muchos aspectos, a suspender la competencia internacional o reducir el volumen de invitados y del equipo”, se lamenta la directora. “Sin embargo, nuestra ciudad tiene una historia y una idiosincrasia de lucha y de apoyo a las iniciativas culturales. Recibimos un enorme respaldo de empresas locales y, de manera destacable, de pequeños emprendimientos y comercios que aportaron de forma simbólica, ya que el acento está puesto en ese espíritu de comunidad que trabaja para que el tejido social no se desintegre y ve en el festival un actor clave en este sentido”, comenta Contreras con satisfacción.

Dentro del Panorama Internacional, la programación aporta la presencia de nombres fundamentales del cine contemporáneo, como los del español Pedro Almodóvar y el rumano Radu Jude, de quienes se verán sus trabajos más recientes, La habitación de al lado y Sueño #2. La sección se completa con Daaaaaalí!, última locura del prolífico y estimulante cineasta francés Quentin Dupieux, y La sustancia, una de las películas más comentadas del año, de la también francesa Coraline Fargeat. La muestra italiana también suma títulos de alto nivel internacional, como La Chimera, de Alice Rohrwacher, y un clásico indiscutible como Ocho y medio (8½), de Federico Fellini. Por su parte, el espacio dedicado a rescatar joyas hoy invisibilizadas del cine clásico vuelve a poner el acento en la cinematografía argentina, incluyendo títulos como El pibe cabeza (1975), de Leopoldo Torre Nilsson, o La vuelta al nido (1938), de su padre, Leopoldo Torres Ríos.

La sustancia, de Coraline Fargeat.

El Festival de General Pico siempre tuvo entre sus prioridades visibilizar propuestas cinematográficas que no suelen contar con el beneficio de la exhibición masiva, ocupándose de que su programación incluya temáticas no siempre atendidas y aspirando a representar lo más ampliamente posible el abanico de géneros. “Los cupos son una herramienta fundamental para trabajar sobre la brecha de oportunidades existente y para nosotros es un compromiso real”, observa al respecto. Pero también intenta reducir la grieta con los que suponen que dicha búsqueda impacta negativamente en la calidad de la programación. “A medida que avanzan las ediciones prácticamente no es necesario priorizar los cupos por encima del criterio más "artístico". Esto se debe a que el debate en torno a los cupos estableció una base que abrió oportunidades, y si bien hoy el problema sigue vigente tenemos muchas directoras que están haciendo un trabajo de calidad y miramos todas las películas a partir de los mismos criterios”, señala.

Sin embargo reconoce que “el área más compleja fue la competencia regional, donde la escasez de realizadoras es notable”. “El problema para los festivales fuera de Buenos Aires sigue siendo qué entendemos por federalizar el cine, además de la cuestión de género. Filmar acá es costoso en todo sentido, ya que la cadena de suministros se encarece en todas las direcciones y las posibilidades de reconocimiento simbólico se achican”, lamenta Contreras. Festivales como el de General Pico son espacios vitales para continuar creciendo en esa dirección.