Santiago Galafassi y Agustín Wicki son amigos desde antes de tener memoria. No es una exageración: los padres de Agus diseñaron la casa de los de Santi poco antes de que ambos nacieran, con solo 9 días de diferencia entre sí. La afinidad familiar trascendió la costumbre y se mantuvieron juntos hasta que las decisiones profesionales (Santi se mudó a Capital a estudiar Cine) los obligaron a la distancia. Pero eso no pudo contra un vínculo que, a la par de sus propias vidas, crecía por la fascinación hacia la música.

Además de una cronología paralela, ellos comparten algo determinante: las ganas de armar cosas; de que los defina el entusiasmo y no la discreción de recursos. Para pruebas de que con querer hacer (casi siempre) basta, existe Lúcuma, el sitio independiente de música activo desde 2019 del que Agus es parte fundadora. Un espacio de referencia que convoca tanto a lectores como firmas de varios lugares del continente.

Una cámara pequeña, tres micrófonos corbateros de $15000 y la casa de unos tíos como hospedaje. Ese fue todo el presupuesto con el que contaron estos pibes para hacer Tesoros invisibles, el documental sobre los Golden Boyz que, después de dos funciones agotadas en el Cine Arte Cacodelphia, se proyectará en el Cine Gaumont este sábado 16/11 a las 20.30. Y los números son claves en esta historia pero no por su condición capital: es el símbolo el que rige el por qué y el para qué.

GBZ es un colectivo de artistas nacidos y criados en la ciudad de Rosario. De taggear y juntarse a tirar freestyle en la plaza, esa familia elegida fue adoptando integrantes hasta completar los poderes y recibir la venia del siete: Varoner y Troubless en un inicio y luego Ialec OG, Bruno Introini, Sirio como MCs, más el Turco Iriarte (beatmaker) y Working Clips (filmmaker). La secuencia que los unió tal vez sea de los pocos datos de carácter tradicional. El tema es que no son un grupo de amigos que se juntaron a hacer música, sino que fue la música el código que los convocó para distorsionar la aridez del paisaje. Cada miembro con su estilo se comprometió a intervenir el algoritmo y, allí en Rosario, el mito se abrió paso porque "cuando el mapa se pone hostil, el arte se pone preciso", advierte Sirio.

La misión a ejecutar fue ambiciosa pero también única en su tipo: durante cuatro años, los GBZ trabajaron Tesoros en la tundra, una obra de 36 canciones fragmentada en tres etapas. La más álgida Odisea, conducto para avanzar hacia una experimentación en sus modos de rapear que los acerque a la Serendipia y de ese trance consigan al fin llegar al Éxtasis, coronando la conexión de cada una de las partes.

La búsqueda se percibe espiritual y es otro de los aspectos fascinantes que guarda este grupo. Los GBZ -y el enfoque que consiguen darles Wicki y Galafassi- están cargados de espiritualidad sin perder la noción de lo concreto; y así el documental refleja ambas intenciones como un péndulo que se mueve desde la afinidad de Sirio por el tarot (ve al rap como otra forma de terapia alternativa, una suerte de hipnosis guiada por el peso de sus propias palabras) y la definición de Troubless sobre esta obra: "Un movimiento sociocultural con decisiones políticas".

  • ¿Cómo se decidieron por el formato documental?
  • Agustín: Tengo cariño y respeto por el hip hop de este país, y un amigo que estudió cine y es crack. En el drama de mi cabeza post-pandemia, quería hacer un "último regalo" al rap argentino y dejar algo para que quienes están empezando a hacer crítica puedan ver más allá de los formatos breves. También que los artistas, que pertenecen a un movimiento al que el periodismo rockero nunca le dio lugar, se sientan reconocidos. La historia que más quería contar era la de los Golden Boyz, y que hayan hecho un disco triple único en el mundo era una excusa espectacular. La idea era hacer un mediometraje que se pudiera proyectar para el público.
  • Santiago: Es lo que nos faltaba. Agustín ya tiene presencia como periodista en internet pero no se había acercado al cine, y si bien yo pude trabajar en un par de películas, nunca fue un proyecto dirigido por mí. Creíamos que algo tan grande como Tesoros en la tundra no merecía menos que eso. Golden Boyz es el grupo más cinematográfico que tenemos, la única forma de rendirle un homenaje a la altura era llevándolos al cine.

  • El proceso les llevó dos años. ¿Cómo fue eso?
  • Santiago: Primero tuvimos un par de reuniones con los Golden Boyz, y en marzo de 2023 hicimos el primer viaje. Caíamos con ideas sobre qué filmar, pero también con la puerta abierta para lo que sucediera, para registrarlos en su cotidianeidad y capturar lo que realmente fuimos a buscar: demostrar por qué un grupo de siete personas puede funcionar con tanta fluidez. Tesoros invisibles tiene un equilibrio entre lo periodístico y lo observacional, porque creemos en la importancia de que los GBZ cuenten su historia con sus palabras pero también estamos seguros de que a veces simplemente viéndolos hacer la suya pueden quedar claras otras cosas. El montaje es otra historia; montar esta película fue una montaña rusa de emociones.

El punto geográfico los define, sin ánimos de comparación. Tesoros en la tundra no se hizo para parecerse a y tampoco para diferenciarse de: nace por necesidad, se mueve por constancia; por más roturas que les complique el tiempo, su génesis es vital y por eso mismo estará marcada por las batallas que a sus integrantes les haya tocado librar. Los GBZ no desafían solamente a una computadora modesta que por momentos "se prendía fuego", son también el reverso del estereotipo de los raperos parcos que en su lírica camuflan lo que les pasa.

Durante el documental sabremos cómo Ialec pudo dar vuelta su destino familiar, la compleja decisión que tuvo que tomar Troubless en el momento bisagra de la carrera de la banda y la despedida del hermano de Bruno, un luto que se asimila dentro del estudio. La vida de los Golden se cuenta sin mucho rodeo, las palabras se contorsionan para componer. Lo inusual de ver a un rapero enseñando sus cicatrices sin que haya un interés marketinero detrás lleva a otra pregunta a los realizadores de la película.

  • Lo que atraviesa a la banda es muy poderoso, y la propia dinámica de GBZ y las vivencias de cada uno parecen imponerse. ¿Tuvieron ese conflicto durante el rodaje?
  • Santiago: Cuando los vi juntos por primera vez me sorprendió la naturalidad, la confianza y la buena onda que había entre ellos y conmigo. Me di cuenta de que eran algo especial, que no eran lo típico que uno piensa cuando se imagina una descripción default de "rapero". Los Golden Boyz son únicos, tienen una sinergia peculiar, pero también hay algo que podemos llamar casualidad, destino o lo que sea, que hizo que se junten estas personas en momentos particulares de su vida. Y quise compartirlo al mundo, que todos sepan lo importante de este vínculo. Hacer arte independiente es desgastante, en el buen sentido, e indudablemente si estás mucho tiempo dedicado un gran proyecto, va a terminar siendo parte de tu vida. No podíamos hablar solo del disco entonces, había que mostrar quiénes son las personas que están detrás. También había que mostrar a los protagonistas.
  • Agustín: Queríamos que el documental lo pueda ver cualquiera y sabíamos que siete protagonistas tenían mucha información como para darla por sentada. Nos propusimos hacer un perfil cortito de cada uno para que el público los conozca y se encariñe. También queríamos mostrar sus dinámicas por separado y en grupo, que hablen sobre ellos y los demás, que rapeen versos del otro y más dispositivos narrativos para reforzar desde el formato que realmente son una familia. Se mandaron a hacer un disco de 36 temas y en el medio les pasó de todo, así que el documental parece más sobre la banda que sobre Tesoros en la tundra. Cuando nos dimos cuenta tuvimos contradicciones, pero también creemos que la premisa se defiende porque, después de verlo, la trilogía va a ser completamente distinta para el que la escuche. Todo lo que contamos está en esa música.

La presentación de la trilogía siguió acoplando herramientas para el mapa rosarino. El 18 de noviembre de 2022, los pibes montaron la GBZ Experience, un festival autogestivo de hip hop local con un público de 500 personas donde tocaron las 36 canciones de un tiro. La tundra del título refiere a su ciudad natal, pero como imagen el desierto es argentino. La crisis dejó de ser una instancia temporal y traza las líneas de todos los cuadernos del país. Una falta que aprieta, la carencia constante como filo de cuchillo de carnicero. Siete ninjas encapuchados se tomaron a pecho eso de "sacar agua de las piedras" y, desde lo más hostil, consiguieron crear su propio manual de supervivencia: confiar en el otro, en uno mismo, en el poder de los amigos y saber que de la tundra nadie se salva solo, aunque en algún momento alguien tenga que empezar a recorrerla.


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