En 2024, todos los oficialismos de los países desarrollados perdieron votos (elecciones nacionales). Esto pasa por primera vez desde 1945. Un indicador de la crisis de las democracias, el malestar con la política y lo difícil de satisfacer demandas sociales. Posteo en X del Doctor en Relaciones Internacionales Esteban Actis (@actis_esteban)
El descontento ciudadano es un fantasma que recorre el mundo occidental. La crisis de representación y la insuficiente respuesta a las demandas sociales erosionan los consensos democráticos. Los triunfos electorales de personajes de ultraderecha están asociados a ese clima de época.
La idea de que se trata de un fenómeno pasajero debe descartarse. El triunfo de Joe Biden, hace 4 años atrás, no significó el fin del trumpismo. A pesar de su derrota, el magnate inmobiliario destruyó a sus oponentes internos (los Bush, Cheney, Kelly) “adueñándose” del partido republicano. Por otro lado, los escándalos y 34 procesos judiciales sobrevinientes no minaron su popularidad.
La ajustada victoria de Lula tampoco enterró al extremismo brasileño. Por el contrario, el “bolsonarismo” continúa siendo un actor político importante, aunque su líder esté inhabilitado para participar electoralmente hasta el 2030.
Cristina Fernández de Kirchner aseguró que el modelo de Milei es “como un yogurt: todos sabemos que tiene fecha de vencimiento”. Aún cuando tuviera razón la ex presidenta, la irrupción de la autodenominada fuerza libertaria (con perdón para Osvaldo Bayer) no aparenta ser una anomalía fugaz en la política argentina. El surgimiento de la Libertad Avanza reconfiguró el mapa político, por lo menos, a mediano plazo.
En Milei y la cuarta marea plebeya argentina (publicado en Suplemento Cash), el politólogo Rubén Manasés Achdjian plantea que el sistema político “deberá resolver de qué manera convivirá de aquí en más con una fuerza política socialmente heterogénea y que todavía es competitiva en términos electorales pero que descree del debate político, que duda de ciertos valores democráticos que se consideraban inconmovibles, que se erige como portadora de un discurso radicalizado sobre el Estado y el mercado y que reivindica una y otra vez el relato acerca de una Argentina que alguna vez fue inmensamente rica pero que la Casta, esa entelequia indefinida, se encargó de hundir, hace mucho tiempo, en la más profunda decadencia”.
Trump
En ese marco, el triunfo de Donald Trump es un espaldarazo ideológico para el gobierno argentino. En febrero de este año, Javier Milei consiguió su ansiada foto con el líder republicano en la Conferencia de Acción Política Conservadora celebrada en Maryland. A pesar de las ostensibles diferencias en materia económica, el discurso cultural antiprogresista del magnate estadounidense está en clara sintonía con el mensaje propalado por las usinas comunicacionales de Casa Rosada. El festejo mileista incluyó desde los funcionarios exhibiendo sus corbatas rojas (al estilo Trump) hasta el posteo de fotos y dibujos de la dupla Milei-Trump.
El auge de la ultraderecha global está aupado por un manejo muy eficiente de las redes sociales. Sin perjuicio de eso, las redes no dejan de ser meras herramientas que explotan el malestar sistémico. En su red de X, el especialista en comunicación política Juan Courel señala que “ninguna de estas elecciones las ganan ingenieros del caos que manipulan a su antojo a sociedades enteras mediatizadas y reducidas a datos y algoritmos, sino redactores de discursos más o menos conscientes de las frustraciones que se sienten en la calle”.
El desembarco de Trump en la arena política no fue tomado en serio por el establishment demócrata y republicano. En el año 2000, el episodio 17 de la undécima temporada de Los Simpson mostraba a Lisa sucediendo a Trump en la presidencia del país. El creador de la serie, Matt Groening, recordó que la elección del multimillonario se hizo en base al “nombre en broma más absurdo”.
Lo cierto es que la exitosa primera campaña electoral de Trump movilizó la fibra íntima de los hombres blancos con bajo nivel de instrucción (denominados “white trash”) perjudicados por la globalización neoliberal. La deslocalización productiva, es decir el traslado de industrias norteamericanas a India, China y México, había provocado un retroceso del empleo industrial cercano al 30 por ciento en los últimos quince años en Estados Unidos.
En particular, la región del nordeste conocida como el "Rust Belt" (cinturón del óxido) fue una de las más perjudicadas por el declive industrial. En ese contexto, la tasa de mortalidad de “white trash” fue creciendo por diversos motivos (suicidio, alcoholismo, abuso de analgésicos), tal como fuera documentado en un estudio de los economistas Angus Deaton y Anne Case. En 2016, los votos de estos insatisfechos “varones blancos” fueron centrales para convertir a Donald Trump en el Presidente de los Estados Unidos.
Ocho años más tarde, el apoyo electoral del magnate fue más amplio y heterogéneo porque mejoró la cosecha de votos entre los latinos y afroestadounidenses (sobre todo hombres). Es la primera vez en veinte años que los republicanos se imponen no sólo en el colegio electoral sino también en el voto popular.
En su cuenta de X, el senador “socialista democrático” Bernie Sanders sostuvo que “no debería sorprendernos demasiado que un Partido Demócrata que ha abandonado a la clase trabajadora descubra que la clase trabajadora lo ha abandonado a él...mientras los líderes demócratas defienden el status quo, el pueblo estadounidense está enojado y quiere un cambio. Y tiene razón. Mientras a los muy ricos les va fenomenalmente bien, el 60 por ciento de la población vive al día y hay más inequidad que nunca antes." Es la economía, estúpido, diría Bill Clinton.
Impacto en Argentina
El impacto del triunfo de Donald Trump en la Argentina se verá con el tiempo. El mileismo considera que el fuerte alineamiento ideológico con Estados Unidos facilitará desembolsos de fondos frescos de los organismos internacionales.
Sin embargo, el escenario actual difiere del preexistente al préstamo político otorgado por el FMI a Mauricio Macri. Por caso, el influyente republicano Mauricio Claver Carone sostuvo que "la política de ganar tiempo pensando que con Trump va a conseguir más dinero del Fondo es una ilusión, es ilógica y va a llevar al fracaso. Primero, porque no funciona de esa manera. Y segundo, Milei y Trump todavía no tienen relación”.
Más allá del tema FMI, la política económica de Trump puede ser contraproducente para los países emergentes (en general) y Argentina (en particular). Por ejemplo, el ex economista jefe del Instituto Internacional de Finanzas y estratega jefe de divisas Goldman Sachs, Robin Brooks sostuvo que “los argentinos aún no se han dado cuenta, pero la victoria de Trump, si es que implica aranceles estadounidenses a China y otros países, ejercerá una gran presión devaluatoria sobre el peso”.
En pocas palabras, la suba arancelaria propuesta por Trump podría poner en marcha la siguiente secuencia: 1) mayores costos internos, 2) incremento de la inflación, 3) freno al proceso de reducción de la tasa de interés de la Reserva Federal ( o incluso una suba), 4) flujos de capitales desde los países emergentes para aprovechar los mayores rendimientos de los bonos estadounidenses, 5) presiones devaluatorias en los mercados emergentes por ese “vuelo a la calidad”
Por lo pronto, la devaluación del real brasileño es muy preocupante para la Argentina porque se trata del principal socio comercial y destino de las exportaciones manufacturas de origen industrial. Por último, la revalorización del dólar suele aparejar una caída del precio de las commodities.
El tema energético merece un comentario aparte. El mercado espera una intensificación de la producción de shale oil en Estados Unidos. Consultado por Cash, el investigador de Conicet/Flacso Ignacio Sabbatella sostiene que “otros factores que podrían empujar hacia abajo el precio internacional del crudo es un relajamiento de las sanciones a Rusia y un menor dinamismo de la economía china ante las restricciones comerciales que imponga el nuevo gobierno de Trump”.
“Más importante para el futuro de Vaca Muerta es lo ocurrirá con el mercado de GNL. El shale gas estadounidense podría llegar antes a Europa y Japón y a un costo más competitivo que el gas de Vaca Muerta si Trump otorga permisos de nuevas exportaciones que la administración Biden suspendió temporalmente a comienzos de año. La incógnita pasa por el mercado mercado chino, si una agudización de la crisis comercial con EEUU supone una oportunidad para los productores argentinos”. Demasiado temprano para pronósticos aunque el futuro no asoma como edificante. Si Dios existe, que bendiga a la Argentina.