Hace unos días, en una entrevista para la Argentina, Luke Pritchard, cantante y guitarrista de The Kooks, afirmó que prefería abrazar el cambio a quedarse atrapado en una fórmula musical para llenar estadios. Quizá será por eso que sus dos últimos intentos locales por actuar en los templos recitaleros porteños no tuvieron el desenlace deseado. Tras probarse en las salas más importantes de la ciudad, la banda inglesa de música indie desembarcó por primera vez en el Luna Park en 2012, lo que devino en una celebración a casa llena. El buen sabor que dejó ese show incentivó la reincidencia en el mismo lugar en 2018, resultando en otro sold out y en un nuevo registro para la memorabilia. Sin embargo, dos años atrás insistieron en Madero 470, y se confió tanto en el éxito que el recital se tradujo en una frustración por la escasa convocatoria.
Como a los de Brighton le sientan bien los estadios, no sólo acá sino también en el resto del planeta, se pensó que lo mejor sería presentarlos en un aforo más reducido. Entonces surgió la idea de llevarlos a Obras, a dos años además de su último desembarco en la ciudad. Pero la venta tampoco funcionó, por lo que esta vuelta del grupo hubo que mudarla a último momento a la sala Groove, con capacidad para 1600 personas. Pese al bajonazo que esto significó, y más cuando otro colega suyo de la escena indie británica, Franz Ferdinand, se anotó el lunes en el predio erigido en el barrio de Núñez un fiestón rebosado de público, en la noche del miércoles el trío no decayó y salió a mostrar lo que aprendieron y cultivaron en 20 años de trayectoria, que celebran con esta gira que los reencontró con sus fans argentinos.
Es cierto que el último disco de la banda, 10 Tracks to Echo in the Dark (2002), representó un punto de inflexión en su musicalidad al estar empapado por la cultura clubera berlinesa. Aunque a lo largo de la hora y media de show, eso ni se notó. O puede que lo hayan maquillado muy bien. De todas formas, en esta ocasión, así como en su paso anterior por Buenos Aires, el grupo se aferró a los clásicos, para alegría de la muchedumbre que atiborró la sala de Palermo. Arrancaron bien arriba con “Always Where I Need To Be”, indie guitarrero y de espíritu adolescente, característico de sus inicios. Le secundó otro tema seminal, incluido en su sorpresivo álbum debut, Inside In / Inside Out (2006): “Sofa Song”, de impronta post britpop. Y entonces apareció la impetuosa “Eddie’s Gun”, también partícipe de ese primer repertorio.
Antes de hacer el tema, Pritchard se colgó la guitarra eléctrica, saludó al público, adelantó que alternarían canciones nuevas y viejas, y auguró que tanto ellos como la concurrencia pasarían un gran momento. A manera de aval, la banda desenvainó el primer hit de su carrera, la contagiosa “Ooh La”. Luego de esa intensa largada, el grupo bajó un cambio, tan sólo un poquito, a través de la suerte de folk “She Moves in Her Own Way”, y pegaron el volantazo hacia una circunstancia más tribal por cortesía de “Bad Habit”. Continuaron abriendo el espectro de matices con “Westside”, donde esos colchones de sintetizadores de patente francesa de fines de los 90 sugerían una situación más bailable. Y esto allanó el camino hacia el funky amigable “Forgive & Forget”.
Desde que salió a escena, el frontman de The Kooks hizo gala de su carisma, así como de sus dotes performáticas. No sólo se bailó todo, mientras iba de un lado a otro del tablado, sino que también se tocó casi todo. Ni siquiera cuando le tiraron desde el público una bandera argentina perdió la concentración. Volvieron a sacar el pie del acelerador en “Closer”, tema nuevo e inédito cuya intención guitarrera flirtea con el reggae a lo The Police. El cantante y violero presentó la canción de su inminente séptimo álbum confesando que no puede creer que hayan hecho seis discos, y más tarde se colgó la guitarra acústica para hacer “Seaside”. El dato de color, o más bien la sorpresa del recital, fue su cover de “Night Changes”, de One Direction, en memoria de Liam Payne, fallecido en Buenos Aires hace un mes.
“See the World” invocó ese arrebato representativo de los orígenes de la banda, y sacaron a relucir el peso que tienen los legendarios The Kinks en su sonido mediante “Do You Wanna”. Continuaron repasando su pasado con "Matchbox", lo que sirvió de antesala para otro himno: el radiante “Junk of the Heart (Happy)”. “Gracias por toda esa energía, es increíble”, espetó Pritchard previo a abandonar el escenario. El “Olé, olé, olé The Kooks” invitó al grupo a regresar para consumar el bis. Primero hicieron la soulera “Around Town”, y eligieron para el remate a “Naïve”, clásico en clave de funky. Lo que no pudo ser un estadio terminó por convertirse en una ceremonia en el que se cumplió con el objetivo que versa el tema “Junk of the Heart (Happy)”: hacer que la gente se sienta viva, al menos una noche.