Paquito D’Rivera será la figura central de la quinta edición del Mendoza Sax Fest, el ya clásico encuentro de saxofonistas producido por Mauricio Agüero y Emilio Spitz, que tendrá lugar entre este viernes y el lunes 18 en distintos espacios de Guaymallén, Godoy Cruz y la capital mendocina. Clínicas, clases magistrales, trabajo en ensamble, conciertos y jam sessions abiertas, articularán una intensa actividad, que durante cuatro días con sus noches reunirá músicas y músicos de distintos géneros y tendencias. Gustavo Musso, Martín Pantyrer, Ricardo Cavalli, Sergio Colombo, Mariano Gamba y Julieta Ortiz, son algunos de los maestros invitados. Se suman destacados solistas del universo del saxo clásico, docentes de universidades norteamericanas, como Otis Murphy, Jonathan Helton, Griffin Campbell y el Syndicate Saxophon Quartet, que además de dictar clases actuarán con D’Rivera en el concierto de apertura del festival, el viernes en el Teatro Independencia junto a la Orquesta Filarmónica de Mendoza. En el concierto de cierre, el domingo en el Teatro Plaza, D’Rivera ofrecerá entre otras cosas un recital con obras para octeto de saxos, especialmente arregladas para el festival.
“Los argentinos son como un sueño recurrente para mí”, dice D’Rivera al comenzar la charla con Página/12. Enseguida, el cubano cuenta que su relación con Argentina comenzó “cuando era un pibe”, en su concierto de graduación en el conservatorio Alejandro García Caturla de Marianao, su pueblo natal. “Entre el tribunal evaluador estaban dos argentinos, el oboísta Lido Guarnieri y el fagotista Alberto Merenzon. Años después, Andrea Merenzon, hija de Alberto, me invitó a Jujuy para tocar con una orquesta de más de cien músicos, y antes me había encontrado con Diego Urcola, que tocó su porteñísima trompeta a mi lado durante más de treinta años”, recuerda D’Rivera y trae a la memoria también la colaboraciones con Jorge Dalto, Aldo Antognazzi, Nacha Guevara, Astor Piazzolla, Carlos Franzetti, Lalo Schiffrin y Gabriel Senanes. “Y por ahí hasta una grabacioncita con Charly García”, agrega.
Unos treinta discos en primera persona y una infinidad de colaboraciones marcan la trayectoria de D’Rivera, que entre el jazz y la música sinfónica y de cámara forjó un espíritu latino que entre otros reconocimientos obtuvo 16 premios Grammy. “A los premios hay que aceptarlos con humildad y agradecimiento, por representar el reconocimiento de gente que te aprecia. Pero para mí los verdaderos premios son estos años de compartir el escenario con gente valiosa que ha aceptado mi compañía, y casi todos se han quedado cerca de mí para siempre”, asegura el saxofonista, que en 2005 celebró cincuenta años de vida artística en el Teatro Colón. “Con cierta tristeza debo señalar que recientemente y por gestión de mi viejo amigo cubano, y argentinófilo, Frank Zimmerman, estuvimos casi listos para celebrar mis 70 en esa bella sala, pero por extrañas razones políticas se frustró la intención. Veremos si para los 80 o los 90 se nos da la cosa”, dice D’Rivera y sonríe.
El comienzo de las celebraciones de los 70 años de carrera de Paquito D’Rivera será entonces en el Mendoza Sax Fest. En sus dos presentaciones, el saxofonista y compositor sintetizará la naturaleza, las aperturas y la variedad de su universo musical, entre la tradición escrita y la improvisación. “No serán presentaciones comunes, sino especies de ‘Jamboree Saxual’”, anticipa. “La pieza central de mi presentación con la Filarmónica de Mendoza será Crónicas latinoamericanas, del pianista argentino Daniel Freiberg para cuarteto de Jazz y orquesta sinfónica, que he tocado innumerables veces con el clarinete, pero que esta vez haré con el saxofón soprano, que fue precisamente el primer instrumento que soplé cuando mi padre me regaló uno a los 5 años de edad”, continua D’Rivera. “También traigo una divertida versión para ocho saxos de un chorinho de Chucho Valdés y de El Elefante y el Payaso, una pieza muy cercana a mi corazón, pues está dedicada a Gaby, Fofó y Miliki, los Payasos de la tele, con quienes actué de niño cuando los tres hermanos Aragón se establecieron en Cuba e hicieron tan felices a mis paisanos de todas las edades. También traigo música que haré junto a un trío de jazz, integrado por Abel Rogantini al piano, Pablo Motta en el bajo y Oscar Giunta en los tambores, donde el factor sorpresa es parte de la diversión”, anticipa.
– ¿Cómo desarrolló a lo largo de su vida musical esa doble identidad, entre la escritura y la improvisación?
— Mi padre, aunque hacía trabajos de teatro de variedades y cabarets, importó de Francia a La Habana el sistema de estudios superiores del saxofón creado por Marcel Mule en el conservatorio de París. Hacia 1943 formó el Conjunto Sinfónico de Saxofones y aunque nunca creyó tener talento para improvisar adoraba también a Lester Young, a Stan Getz y las orquestas de Artie Shaw y Benny Goodman, de quien trajo a casa aquel disco que grabaran en Carnegie Hall en 1938 y que fue lo que detonó mi amor por el Jazz y la música improvisada. Todo eso me nutrió orgánicamente, al punto de naturalizar eso que afirmaba el gran Duke Ellington: solo hay música buena, y “esa otra cosa”.
– Hablando de fusiones, usted es uno de los fundadores de Irakere, tal vez el más logrado experimento en materia de fusiones.
– Es que Irakere nació precisamente de una fusión entre personas con gustos musicales muy diversos. Fuimos el primero –y según creo el único grupo musical en la isla– que reunió a músicos con preferencias tan diversas como la música bailable, el jazz, la llamada música clásica, la orquesta sinfónica y los rituales religiosos afrocubanos. En algunos casos, todo esto se daba a la vez. Nació de la necesidad, que es la madre de la invención, y parece que esa combinación atrajo a unos cuantos alrededor del planeta.
– En su música, de distintas maneras, afloran muestras de buen humor. ¿Qué significa para usted el humor, en la música y en la vida?
– Dos de mis músicos favoritos son Mozart y Dizzy Gillespie, ambos dotados de un gran sentido del humor. Y entre mis argentinos favoritos están Pepe Biondi, Les Luthiers y más recientemente Laila Roth, que me tiene muerto de risa cada vez que abro el Facebook. “Comedia es tragedia más tiempo”, dijo sabiamente Woody Allen, y es esta una buena forma de tomar las sorpresas que nos da la vida, aunque alguna que otra vez encontremos tragedias a las que ni Chaplin le encontraría la más mínima gracia.